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Alexéyeva: "Rusia es un imperio y los imperios no son democráticos"

La activista rusa Lyudmila Alexéyeva. (Euronews)
Ignacio Ortega

01 de agosto 2015 - 15:26

Moscú/(EFE).- La rusa Ludmila Alexéyeva, veterana defensora de los derechos humanos y eterna candidata al premio Nobel de la paz, considera que Rusia no será una democracia hasta que supere "el síndrome imperial".

"Un imperio no puede ser democrático. Para ello, primero hay que dejar de ser un imperio", señaló a Efe Alexéyeva, de 88 años, durante una entrevista en su domicilio moscovita.

Rusia fue un imperio durante cientos de años con los zares en el trono y lo siguió siendo tras la llegada de los bolcheviques al Kremlin en 1917, "y se ve que es algo que está profundamente arraigado en la conciencia colectiva del pueblo ruso", apunta.

Alexéyeva pensaba que "Rusia pronto sería un país normal" y recuerda que cuando los países bálticos proclamaron su independencia en 1991, los rusos apenas opusieron resistencia: "'Si no quieren permanecer en la URSS, que se vayan', decían".

"Entonces, pensé que los rusos habían renunciado a su imperio. Pero cuando oí que más del 80 por ciento de los rusos apoya la anexión de Crimea, eso significa que no sólo los funcionarios, sino que el pueblo tampoco ha superado el síndrome imperial", señala.

Por ello, admite que "con sus políticas (el presidente ruso, Vladímir) Putin únicamente refleja el ánimo de la mayor parte del pueblo ruso".

"Crimea era antes nuestra ¿Por qué debe ser ahora ucraniana? Esa es la forma de pensar de Putin y de casi todos los rusos. Debemos reconocer que estamos en inferioridad. Lo que no sé, es si es un fenómeno momentáneo. Los cambios de mentalidad son muy lentos en este país", admite.

Alexéyeva recuerda que ella misma nació en Crimea en 1927, pero que "nunca" le molestó que la península fuera territorio ucraniano desde 1954.

En su opinión, ese "síndrome imperial" es lo que empujó a Rusia "a participar activamente en lo que ocurre en Ucrania (...), una pieza clave del imperio ruso y del rompecabezas de la URSS".

"Los dirigentes rusos consideran que Ucrania, al igual que el resto de repúblicas soviéticas, debe estar bajo su influencia. Kazajistán y Bielorrusia quieren estar con nosotros, pero Ucrania nos dio la espalda. Eso indignó mucho al Kremlin", apunta la activista, que tacha de "ingenua" esa postura.

En eso Putin sigue un camino trillado por las autoridades soviéticas, "ya que en ninguna parte hubo represiones tan brutales como en Ucrania y Moscú siempre reaccionó de manera muy agresiva ante cualquier despertar nacional".

La activista labró su fama en los años 60 al escribir varias peticiones en defensa de los presos políticos y en protesta contra la invasión soviética de Checoslovaquia (1968), lo que le costó la expulsión del partido.

Entonces, igual que ahora, expresó su desacuerdo con la imperialista doctrina de "soberanía limitada" aplicada por Moscú en relación con los países que conforman su patio trasero, en aquel tiempo los miembros del Pacto de Varsovia.

Ante la amenaza de detención, tuvo que emigrar en 1977 a Estados Unidos y no regresó hasta 1993, dos años después de la caída de la URSS.

Ahora, considera asfixiante tanto la involución democrática vivida desde el retorno de Putin al Kremlin en 2012 como la persecución de las organizaciones no gubernamentales tachándolas de "agentes extranjeros".

"La gente vuelve a emigrar activamente al igual que en los 90. Es muy triste y lamentable. Lo peor es que se van los más activos y mejor preparados, lo que debilita la sociedad civil, la economía, la ciencia, el arte, todo...El Estado ruso no necesita ciudadanos activos que demanden cambios", afirma.

Con todo, considera que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas nunca volverá, aunque el Kremlin "recupere cosas de manera consciente o instintiva", como es el caso de la idea de crear un nuevo "Telón de Acero".

"La diferencia es que ahora ya no es posible aislar a Rusia del resto del mundo ni política ni económicamente", asevera.

En lo que sí cree que la Rusia de Putin ha superado a la URSS es en su máquina de agitación y propaganda, que ha convertido al patriotismo y a la religión "en la alternativa a la ideología comunista".

"En la URSS nadie se creía la propaganda, ni siquiera los dirigentes del partido. Ahora se escuchan toda clase de mentiras por la televisión y la gente va y se las cree", destaca.

Sea como sea, Alexéyeva no tiene intención de emigrar -"¿adónde voy a ir a mis 88 años?"-, aboga por el diálogo con Putin, del que niega que "sea un monstruo", y rechaza las acciones violentas contra el Kremlin de la oposición extraparlamentaria.

"Putin no es una persona fácil y es difícil predecir cómo va a actuar. Pero se puede trabajar con él, aunque discrepemos en muchas cosas. Es capaz de escuchar. La vida es corta. No puedo esperar a que la oposición al Kremlin gane las elecciones", dice.

Y es que cree que "Putin cuenta ciertamente con el apoyo de la mayoría de los rusos" -un 80 por ciento, según las encuestas-, ya que "está cerca del pueblo y es muy parecido al ruso medio".

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