El viacrucis de la migración hondureña: la caravana de la miseria

Miles de migrantes hondureños cruzaron este lunes la frontera con Guatemala y continuarán hasta atravesar México para llegar a Estados Unidos

Miles de hondureños se agolpan en la frontera de Guatemala antes de cruzarla en su periplo hacia EE UU. (@vozdeltuit)
Miles de hondureños se agolpan en la frontera de Guatemala antes de cruzarla en su periplo hacia EE UU. (@vozdeltuit)
Esteban Biba

16 de octubre 2018 - 10:19

Agua Caliente (Guatemala)/(EFE).- Tienen hambre, miedo y muchas dudas. Llevan caminando por carreteras asfaltadas y caminos de tierra tres días. Están desconcertados, pero sueñan con una vida mejor. Sin violencia. Sin pobreza. La caravana de los miles de migrantes hondureños es el viacrucis de la miseria.

Viajan ligeros. Algunos apenas llevan un pequeño petate en sus manos o una mochila en su espalda. De colores. Medio vacía y a la vez llena de esperanza. Salieron de su Honduras el pasado sábado. Están organizados, pero nadie dice por quien. Solo hablan de los motivos que los han llevado a migrar.

Mientras esperaban en el paso fronterizo de Agua Caliente, hasta que les permitieron continuar por territorio guatemalteco, algunos de ellos conversaban con la Agencia Efe sobre sus odiseas. Sus vidas. Sus penurias. Sus anhelos. Agentes de la Policía Nacional Civil de Guatemala y antimotines se habían colocado en hilera para impedirles el paso. Eran un centenar, pero ellos son unos 2.000.

Agentes de la Policía Nacional Civil de Guatemala y antimotines se habían colocado en hilera para impedirles el paso. Eran un centenar, pero ellos son unos 2.000

Detrás de una bandera blanca y negra de Honduras, Marvin Recinos cuenta que su sueño es tener "una vida mejor". Hace un año perdió a su hijo, de 7, por un sistema de salud público obsoleto: "No le atendió bien una apendicitis".

Hoy echa la mirada hacia atrás y aún nota el peso de la tristeza. Culpa al presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, de una vida llena de desgracias y miserias, mas no pierde la esperanza de alcanzar un porvenir.

Empiezan a tener hambre. Están cansados. Algunos tienen que ser atendidos por miembros de la Cruz Roja. El sol está en su punto más alto. Solo quieren pasar.

De repente, ven levantarse la tanqueta que impedía la libre circulación y que los agentes solo miran. El desconcierto reina en el ambiente, mas solo piensan en alcanzar suelo estadounidense. Así que empiezan a caminar.

Algunos tienen que ser atendidos por miembros de la Cruz Roja. El sol está en su punto más alto. Solo quieren pasar

A 15 kilómetros de la frontera un retén policial los vuelve a detener durante varias horas. Una madre hondureña da de beber a su hijo pequeño. El termómetro no baja de los 30 grados. Algunos de los jóvenes no pueden parar de llorar por la desesperación. Solo quieren pasar pero no se lo permiten. Están angustiados. Afligidos. Abatidos.

Es por ello que, con su identificación en la mano, gritan desesperados que están documentados y empiezan a entonar el himno de Honduras. Una, dos, tres... hasta diez veces.

Entre cántico y cántico, Glenda, una joven de 24 años, asegura a Efe con su hija de dos años en brazos que solo busca un futuro para su pequeña.

El papá no quiso ayudarla y en Honduras "no hay futuro". Ni para ella. Ni para su hija. Está dispuesta a todo y solo le pide a Dios, como todos, fuerzas para continuar la caminata.

Entre cántico y cántico, Glenda, una joven de 24 años, asegura a Efe con su hija de dos años en brazos que solo busca un futuro para su pequeña

Está a punto de caer la noche. Llevan tres horas varados en la carretera. Judith Fernández, una mujer de Esquipulas, se acerca y les regala la imagen del Cristo negro, uno de los más venerados de Latinoamérica con réplicas distribuidas por todo el continente.

Como por obra de un milagro, los policías les dejan pasar. No saben qué ha pasado ni tampoco hasta dónde van a llegar.

Solo siguen su travesía. Van a buscar albergues para pasar la noche. Mañana será otro día.

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