En la tumba de Fulgencio Batista

Las malas yerbas ahogan al Cristo del crucifijo. Ni una flor, ni una bandera. Solo abandono, soledad y olvido. (Rafael Azcuy González)
Las malas yerbas ahogan al Cristo del crucifijo. Ni una flor, ni una bandera. Solo abandono, soledad y olvido. (Rafael Azcuy González)
Rafael Azcuy González

25 de agosto 2015 - 12:58

Madrid/Allí lo encontré, en una tumba fría. El Hombre, el hombre fuerte de Cuba durante décadas, estaba a mis pies. Batista, tan unido a la historia reciente del país, vitoreado por el Ejército, quien hablaba en los desfiles, inauguraba obras sociales y se hizo experto en dar golpes militares, descansa en el cementerio de San Isidro en Madrid y alrededor de su loza no hay una bandera, ni una miserable flor sintética o artificial.

Con él, juntos para siempre en la bóveda desolada, estarán la ambición desmedida y el humano olvido. En la loza reza esta inscripción: General Fulgencio Batista Zaldívar, ex presidente de la República de Cuba, 16-1-1901, 6-8-1973; Dª Martha Fernández Miranda, viuda de Batista, ex primera dama de la república de Cuba, 11-11-1917, 2-10-2006.

En el momento en que abandonó Cuba, se dice que con más de 100 millones de dólares, el general arribó a República Dominicana y luego a la isla de Madeira, en Portugal. Con posterioridad, se trasladó a la villa de Estoril y falleció en Marbella el 6 de agosto de 1973 por un infarto al miocardio.

Algunos afirman que por esa mismas fechas llegaba a Madrid el coronel Tony de la Guardia, con la misión dada por Fidel Castro de secuestrar al exdictador y traerlo de vuelta a Cuba para ser juzgado por los tribunales revolucionarios.

Batista le había salvado la vida al propio Castro luego de los sucesos del Cuartel Moncada, según confesó el jefe de esa fortaleza militar en Santiago de Cuba

Sin embargo, Fulgencio Batista y Zaldívar le había salvado la vida al propio Castro luego de los sucesos del Cuartel Moncada, según confesó años después el coronel Ríos Chaviano, jefe de esa fortaleza militar en Santiago de Cuba. En su testimonio contó que el general le advirtió que si le sucedía algo a Castro, él respondería con su cabeza. El Hombre permitió también que condenaran al asaltante de la fortaleza a apenas 15 años de prisión, de los que solo cumplió dos porque fue amnistiado por el dictador.

El hijo de Batista, Carlos Manuel, de 19 años, ya se encontraba enterrado en San Isidro al fallecer su padre. Más tarde se les unieron los restos de la esposa y madre, Martha Fernández Miranda, quien murió en 2006. Las malas yerbas llegan a la altura del rostro de un Cristo crucificado, fundido en bronce, que está colocado en lugar del último reposo de la familia.

Por todas partes se percibe el abandono y la desolación: las agarraderas de bronce de la loza, sin pulir, oxidadas. "Nadie viene a visitarla", comentan los celadores. "Alguno, esporádico, así como usted", agregan. "Solo viene un hijo, y a la mujer la trajeron desde Nueva York para enterrarla junto a él".

Allí yace quien desde 1934 fue el hombre fuerte de la Isla, al que apoyaba el Ejército. El 4 de septiembre de 1933 derrocó al Gobierno de Carlos Manuel de Céspedes y en la Proclamación al pueblo de Cuba, hecha en el campamento militar de Columbia, enseñaba las uñas al firmar como "sargento revolucionario jefe de todas las fuerzas armadas de Cuba".

El sargento redujo a fuego y sangre a los oficiales machadistas que se resistieron al golpe y el saldo de aquellos hechos fue cerca de 300 muertos, según el libro Cuba: una nueva historia, de Richard Gott.

En enero de 1934, Batista también derrocó al Gobierno de los Cien Días encabezado por Grau y Guiteras y, el 10 de marzo de 1952, encabezó el golpe contra el Gobierno de Carlos Prío y se autonombró jefe del Estado.

Era hijo de mambí, a diferencia de los hermanos Castro, que eran ricos e hijos de un soldado español que luchó contra nuestra independencia

Durante 11 años fue presidente de la República y su primer Gobierno estuvo al amparo de la avanzada Constitución de 1940, al ganarle en elecciones a Grau. Emprendió grandes obras de beneficio social y de salud pública al cumplir con su programa de gobierno. Fueron años de grandes avances, respaldados por un clima democrático.

Pero, a pesar de ser un hombre inteligente, estaba obcecado por el poder y la riqueza. Tenía orígenes humildes y revolucionarios, pero la corrupción lo llevó por funestos caminos. Era hijo de mambí, a diferencia de los hermanos Castro, que eran ricos e hijos de un soldado español que luchó contra nuestra independencia. Batista hizo grandes obras y gran parte del pueblo lo quería.

¡Tanta ambición con la que vivisteis para quedar en el más absoluto olvido al otro lado del mar, tan lejos del suelo patrio! Así pienso en voz alta mientras visito la tumba del tirano en el desolado sitio ¡Ojalá Dios te haya perdonado, pero cuánto daño nos hiciste a los cubanos por aferrarte al poder! ¡Tú nos trajiste la maldición de los Castro y ayudaste a convertirnos en un pueblo de emigrantes!.

Desde afuera llega la música y el jolgorio popular. Las calles están atiborradas de gente por la celebración de San Isidro, patrono de Madrid. Dejo el cementerio lentamente. En el camino voy pensando: ¡qué poca cosa es el poder y la gloria! Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, como sentenciara nuestro apóstol.

Pudiera servir de epitafio para esta tumba abandonada la valoración del historiador inglés Gott, quien describió a Batista "como líder revolucionario, presidente electo, dictador militar y millonario defensor de la mafia, dejó una marca casi indeleble en la historia de su país, que sólo fue borrada por la Revolución de 1959".

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