La Habana, Ciudad Maravilla sin duda

Completado en el 1929 y sede del Gobierno cubano hasta el 1953, el Capitolio fue el edificio más alto de La Habana hasta los años 50. (Marius Jovaiša)
Completado en el 1929 y sede del Gobierno cubano hasta el 1953, el Capitolio fue el edificio más alto de La Habana hasta los años 50. (Marius Jovaiša)
Pedro Campos

27 de junio 2016 - 12:01

La Habana/Recientemente, La Habana ha sido declarada Ciudad Maravilla al ser elegida por miles de personas en el concurso de la fundación suiza New7wonder por su "atractivo mítico, lo cálido y acogedor de su ambiente y el carisma y jovialidad de sus habitantes".

A raíz del acontecimiento, y dado el deterioro palpable de la ciudad, se ha armado un poco de escándalo con las protestas de quienes estiman que La Habana no merece semejante título por la cantidad de basura, escombros, edificios destruidos, calles llenas de baches, aceras hechas pedazos donde las hay y borrachos tirados en cualquier esquina.

Todo eso, junto al atraso económico y el desastre socio-cultural que nos ha traído más de medio siglo de autoritarismo populista, no han sido capaces de sepultar el esplendor de la exquisita y ecléctica arquitectura habanera, de la antigua y de la desarrollada en la primera mitad del siglo XX, ni el ambiente cálido y acogedor de la ciudad ni las características amistosas, atractivas y alegres tradicionales de su población.

No, no ha sido posible. Tanto abandono de la capital por el todopoderoso Estado, ocupado en su supervivencia, tanta porquería caída o echada sobre La Habana nunca pudieron ocultar El Morro ni La Cabaña, ni tapar el Malecón insecable, el Paseo del Prado con sus leones, la 23 con su Rampa, Paseo, G y 5ta Avenida con sus aéreas verdes y bancos para enamorar, los todavía fabulosos túneles de Línea, 5ta Avenida o el de la entrada de la bahía.

Nunca tanto desdén pudo empañar el lustre y linaje del Parque Central, los monumentos a Martí, Máximo Gómez, Maceo o José Miguel Gómez. Ahí siguen brillando llenos de esplendor el Capitolio, el palacio de Gobierno, el palacio de Bellas Artes, el palacio de Aldama o el Centro Asturiano.

Siguen en pie la magnificencia del Hotel Nacional, del Hotel Habana Hilton ‒hoy Habana Libre‒, del Riviera o del majestuoso e insuperado edificio Focsa y el complejo de la Plaza Cívica, por solo citar construcciones insignias, junto a la antigua e histórica Catedral de La Habana.

Los destrozos que nos ha traído el dizque socialismo estatal no fueron capaces de destruir esa obra, y la maravilla de La Habana de siempre sigue intacta, como intacto sigue el acogedor ambiente que brinda el encanto de su población multiétnica con su diversidad cultural y su espíritu musical y alegre.

La Habana fue y sigue siendo una Ciudad Maravilla gracias también a ese encanto que le aporta el pasado de los años 50

La Habana fue y sigue siendo una Ciudad Maravilla gracias también a ese encanto que le aporta el pasado de los años 50, con sus autos clásicos y antiguos, mantenidos y embellecidos por la iniciativa popular, que nos presentan una ciudad como si detenida en el tiempo se moviera lentamente, no se sabe si a un futuro que nunca llega, o el regreso a una pasado que se añora. El mayor encanto de la ciudad son sus hijos que, a pesar de todos los disparates y desatenciones del siempre mismo Gobierno de los últimos 57 años, han hecho lo que han podido para mantenerla y brindarle alegría.

La maravilla habanera resistía erguida el desaire del Gobierno que, solo en los últimos años, empezó a darse cuenta que no es Varadero sino la Ciudad de la Giraldilla el gran atractivo cubano capaz de atraer millones de turistas, por lo que empezó a dedicar alguna atención y recursos a la restauración de algunos de sus edificios históricos, como el Capitolio.

Vale destacar que el casco histórico de La Habana fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982 y que, a partir de entonces, se desarrolló un trabajo intenso y decoroso de restauración de esa parte por la Oficina del Historiador de la Ciudad en forma autofinanciada, con independencia de las autoridades centrales.

Esperemos que, en lo sucesivo, dado el interés de los monopolios militares y estatales en explotar todo el potencial turístico de la ciudad, continúen la restauración de fachadas, parques, calles y aceras principales, aunque sin capacidad para añadir nuevas maravillas constructivas al esplendor tradicional de aquellas edificaciones.

Pero no importa la lección de New7Wonder, ellos seguirán enfrascados principalmente en promover campos de golf y complejos habitacionales para millonarios que podrían producir algún dinero en el mediano plazo, pero a cambio de disminuir nuestras ya críticas fuentes de agua potable, que tanto escasea en los barrios de La Habana Vieja y Centro Habana, donde viven hacinados y cargando agua en cubos, miles de ciudadanos comunes que son quienes continuarán aportando la parte más importante de esa maravilla que seguirá atrayendo turismo de todos lados.

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