Juguetear con la alquimia

Clonar individuos, crear personas "a pedido", alterar la estructura celular para lograr un hombre de laboratorio, no sólo parecen cosas de cuentos de ciencia ficción

Pioneritos, en la obra de teatro Antigonón
Pioneritos, en la obra de teatro Antigonón. (14ymedio)
Regina Coyula

21 de mayo 2014 - 00:01

La Habana/Corazón Azul, la película que con su paciencia de orfebre prepara Miguel Coyula Aquino acerca de experimentos para la clonación en busca del llamado “hombre nuevo” y sus consecuencias a nivel personal y social, ha espoleado mi curiosidad y me propuse indagar sobre la clonación y algunos temas asociados. El campo de la investigación de las células madre promete tanto o más que la investigación del universo más allá de nuestra Tierra y puede dar materia prima para especulaciones propias de la ciencia ficción.

Ya no solo se habla de las células embrionarias, o de crear un banco de células madre del cordón umbilical de cada bebé al nacer para su posterior uso terapéutico personal. Una simple célula de piel a la que se añaden ciertos químicos, ¡infectándola con un retrovirus!, puede ser transformada en una célula madre pluripotente inducida (iPS). Esta magia científica puedo representármela de forma abstracta, pero los detalles a mí, simple mortal, se me escapan. Sin embargo el tema permite especular sobre el futuro de la genética.

Uno de los mayores escollos sociales que ha encontrado esta revolucionaria rama de la investigación médica y biológica está en aquellas religiones y grupos de presión que interpretan el comienzo de la vida con la fecundación, y por tanto se muestran contrarios al uso de células embrionales. Con el descubrimiento de las iPS, el rechazo doctrinal por la utilización de células madre desaparece, y la aceptación de terapias curativas se vuelve exponencial.

La biotecnología parece ir más deprisa que la comprensión de la sociedad

La biotecnología parece ir más deprisa que la comprensión de la sociedad sobre este fenómeno. La legislación bioética está apenas comenzando, pero está claro que ya es materia insoslayable de la jurisprudencia. La investigación de las células madre está a punto de abrir un campo nuevo en la medicina que permite vislumbrar una revolución de la trasplantología a partir del crecimiento de células propias. La manipulación genética va unos pasos más allá al diseñar por fuera y reparar por dentro.

Pero la cosa no queda ahí. No carece de sentido la hipótesis de que al poder crear células reproductivas a partir de células de la piel, algún día será posible que parejas del mismo sexo puedan tener hijos genéticamente propios. El intenso debate que generará, no ya la consecución, sino la sola posibilidad de que esto ocurra, merece una reflexión de cuánto necesitamos aprender como seres humanos acerca de respeto, derechos e igualdad.

Mientras, mi primo Miguel juega a ser un pequeño dios adelantando o divergiendo lo que será el futuro.

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