Vacilantes Gobiernos alargan la agonía de la dictadura

Yriade Hernández Aguilera, activista golpeado este domingo 11 de octubre. (Unpacu)
Yriade Hernández Aguilera, activista golpeado este domingo 11 de octubre. (Unpacu)
Arcelio R. Molina Leyva

12 de octubre 2015 - 22:47

La Habana/Demonizar a activistas pacíficos que se oponen al gobierno es rutinario en la verborrea repetitiva del régimen y sus acólitos. Poco importa que la proporción de personas que han estado encarceladas sea enorme, ellos se han encargado de tener configurado así el panorama. Sin el más mínimo pudor, echan manos de mentiras y medias verdades tergiversadas convenientemente, refinando las técnicas de propaganda aprendidas de la KGB, Stasi y cuanto esperpento existió en los sojuzgados países de Europa del Este por el poder soviético. Aprendieron de los errores, aciertos y desatinos de los trogloditas encargados de mantener a raya la más mínima sombra de crítica.

Las mentiras oficiales, a falta de información alternativa y por los efectos de la censura, son como bastones para los mal alimentados cerebros de cubanos que repiten cacofónicamente la única versión que poseen.

Las mentiras oficiales, a falta de información alternativa, son como bastones para los mal alimentados cerebros de cubanos

Los opositores en su mayoría desean emigrar porque ese pueblo sueña con huir del desastre. Si antes del 2000 el pueblo no identificaba claramente al culpable de sus males, hoy todos apuntan su dedo acusador a la dinastía Castro, metiendo en el mismo saco a ambos hermanos, a pesar de que el segundo lleva sólo un puñado de años gobernando.

Años perjudicando a cubanos de distintas maneras, con procesos injustos o abuso de poder, les han ganado el calificativo merecido de tiranos. El cambio es la esperanza, pero se ve difícil y lejano. Entonces, se impone el deseo de emigrar y de buscar futuro lejos de los Castro, para luego regresar como triunfadores. La sobrevivencia a toda costa convirtió a los cubanos en individualistas extremos. El lema del Ministerio del Interior, encargado de la represión, es divide, aísla y destruye; son expertos en los dos primeros y expeditos y crueles en el tercero.

Ahora, en la agonía de la dictadura, vacilantes e indecisos Gobiernos y organismos internacionales sordos y ciegos alargan innecesariamente el final. Desde la caída de Europa del Este, que marcó un hito en la historia y representó una posibilidad real para Cuba de cambio, los intereses pragmáticos han supeditado a los necesarios y obligados ideales de libertad y justicia, que son los que realmente han hecho progresar el mundo. Quienes han venido a Cuba lo han hecho para a ver qué tajada de negocios pueden sacar a costa del pueblo.

Vienen a Cuba para a ver qué tajada de negocios pueden sacar a costa del pueblo

La terrible situación de Cuba ha sido expresada en números comprobables. ¿Entonces, por qué sólo escuchamos lamentos y reconfortantes palabras como en un caso perdido? Necesitamos compromiso real, seriedad y constancia de parte de quienes hoy parecen sentir como suyo el dolor cubano; necesitamos que cada día el caso cubano esté en los organismos internacionales. Basta ya de confusiones y de jugar como si fuéramos una ruleta en la que siempre ha perdido el pueblo cubano; basta ya de concesiones y falsas esperanzas de que la mona cambiará su disfraz. No se puede hablar de cambio por el solo hecho de que los opositores reciben ahora condenas de cinco años en lugar de 20.

El paso del tiempo descubre a la vista del mundo las numerosas mentiras y las infladas estadísticas oficiales. Sin embargo, a la dictadura le basta blandir la soberanía para contener las exigencias de supervisión por organismos internacionales de derechos humanos, además de vociferar ataques personales para desanimar los intentos de llevar el caso cubano a los foros internacionales.

La pesadilla terminará acabándose, aunque el mundo evada su responsabilidad hacia Cuba.

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Nota de la Redacción: Arcelio R. Molina Leyva es el representante de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) en La Habana

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