La dictadura cubana admite la catástrofe, pero no reconoce sus culpas

Opinión

La narrativa del asedio externo ya no alcanza para contener la crisis estructural

El dilema de hoy es que el malestar de la población aumenta cada día y el recurso al personalismo fidelista no encontró herederos.
El dilema de hoy es que el malestar de la población aumenta cada día y el recurso al personalismo fidelista no encontró herederos. / 14ymedio
Federico Hernández Aguilar

20 de diciembre 2025 - 09:33

San Salvador/Hace algunos días, en su calidad de primer secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel manifestó dos cosas, una bastante previsible y otra que resulta muy reveladora en la coyuntura actual. Lo significativo fue su admisión del colapso económico que sufre el país que supuestamente regenta; la declaración previsible, desde luego, fue la de atribuir la entera culpa del desastre a “seis décadas de acoso económico externo”.

Ciertamente, en la clausura del XI Pleno del Partido Comunista (PCC), y tras una sola jornada de sesión, si el régimen no podía hacer otra cosa que reconocer lo que cualquier cubano de a pie vive en carne propia, la mejor forma de explicar el pésimo comportamiento de la economía en los últimos meses era señalar una “mayor persecución financiera, petrolera y de todo tipo contra Cuba”. Es la misma obstinada narrativa que hemos escuchado, una y otra vez, durante más de sesenta años.

“Lo sorprendente”, afirmó Díaz-Canel sin ruborizarse, “sería tener datos positivos en una economía brutalmente perseguida y cercada por la primera potencia mundial en tiempos en que ni los mercados más dinámicos están libres de la incertidumbre que genera el actual desorden económico internacional”.

El funcionario admitió lo que ya no puede esconderse de ningún modo

Sin embargo, a la hora de abordar “de forma directa y sin eufemismos” los números de la isla, el funcionario admitió lo que ya no puede esconderse de ningún modo: “Con cierres del tercer trimestre, el PIB decrece más de un 4%, la inflación se dispara, la economía está parcialmente paralizada, la generación térmica es crítica, los precios se mantienen altos, se incumplen las entregas de los alimentos normados, y las producciones agropecuarias y de la industria alimentaria no satisfacen las necesidades de la población”.

Para la tiranía cubana los datos duros —sean sociales, políticos o económicos— nunca han sido el verdadero problema. Los déficits han estado ahí desde siempre y todos se han ocultado bajo la alfombra de la retórica revolucionaria. El dilema de hoy es que el malestar de la población aumenta cada día, el recurso al personalismo fidelista no encontró herederos y la mística del sacrificio dejó de tener arraigo ciudadano en vista de su eternidad.

Por eso Díaz-Canel, a su pesar, se ve obligado a tomar debida cuenta del enorme descontento popular: “Esta certeza, sin embargo, no puede sustraernos de la inconformidad generalizada por todo lo que funciona mal o no funciona, mientras por todas partes emerge la crítica al exceso de reuniones que no resuelven nada…”.

Estas palabras llegan, para colmo, en momentos de notorio desasosiego para el PCC, pues su IX Congreso, planificado a realizarse en abril del año próximo, ha sido pospuesto por orden expresa del nonagenario Raúl Castro Ruz, “líder al frente de la Revolución Cubana” según la televisión oficial. En una carta enviada por el “General de Ejército” (como también se le conoce y nombra) y leída por el diligente Díaz-Canel al pleno del Comité Central, Raúl aconsejó “dedicar el 2026 a recuperarnos en todo lo que sea posible”.

Esta pausa en el calendario político-teatral cubano exhibe el último eslabón de una larga cadena de desaciertos que el régimen ha ejecutado desde 1965, cuando se fundó formalmente el PCC. Aunque según sus lineamientos los congresos del partido debían realizarse cada cinco años, el primero de ellos se celebró en 1975, pues Fidel Castro estaba enfocado en consolidar el poder y realizar penosos experimentos económicos, como aquella zafra de 1970 concebida para hacer producir 10 millones de toneladas de azúcar y que terminó en un gigantesco descalabro industrial.

Tras el congreso de 1980, el tercero debía verificarse en 1985, pero se realizó en febrero del año siguiente. Esta reunión, por cierto, fue la primera que difirió su cierre hasta finales de 1986, en parte porque Fidel estaba impulsando el llamado “Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, que terminó siendo una vuelta a la pesada centralización y un retroceso para las tímidas aperturas económicas que se habían ensayado en la Isla.

Luego vino el “período especial” y el V Congreso se pospuso hasta 1997

El IV Congreso tuvo lugar en 1991, justo cuando la Unión Soviética se caía a pedazos. Ese cónclave se desarrolló en un ambiente de gran tensión en Cuba, ante la perspectiva de quedarse sin el apoyo financiero más duradero que había tenido. Luego vino el “período especial” y el V Congreso se pospuso hasta 1997, con un año de retraso, enfocado en la consigna de resistir y resistir hasta donde fuera necesario.

Luego pasaron casi 14 años hasta el VI Congreso, que fue en 2011. En ese dilatado lapso se agudizó la carestía, Fidel enfermó gravemente y en 2006 le traspasó el poder a su hermano Raúl. Siendo que en 2016 y 2021 sí se organizaron el séptimo y octavo congresos, respectivamente, la decisión tomada hace unos días rompe con la única fase de cierta regularidad que tuvieron estas reuniones partidarias, es decir, tres en el espacio de una década. Si ahora se recurre por enésima vez a la posposición del IX Congreso del PCC, sin lugar a dudas estamos delante de una admisión de fondo: el caos ha regresado y las autoridades cubanas no tienen idea de qué hacer.

La historia se encargará de recopilar todas las razones internas que han provocado el fracaso económico que hoy vemos en Cuba. Es esperable que también explique cómo fue posible que una ficción narrativa, enteramente ideológica, persistiera por tanto tiempo ofreciendo pretextos a una dictadura.

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