El dilema de las mayorías

El ideal democrático se basa en consensos, debates, participación real, transparencia, libertad para ser parte u oponerse a algo, apego a los derechos humanos, legalidad, justicia, representación, soberanía ciudadana, respeto a las minorías y al individuo

Desde las primeras horas de la madrugada miles de personas se congregaron en los alrededores de la Plaza de la Revolución para el desfile por el Día de los Trabajadores. (14ymedio)
Desfile por el Día de los Trabajadores en La Habana. (14ymedio)
Yunior García Aguilera

12 de abril 2022 - 12:13

Madrid/Las mayorías exigieron ante Pilatos la crucifixión de Cristo. La mayoría de los alemanes, durante los tiempos de Hitler, aclamó al Führer. La mayoría de los cubanos, alguna vez, gritó: "Paredón" y "Pin pon fuera". Esta inmadurez cívica genera sociedades Peter Pan, que se niegan a crecer y se aferran al Nunca-Jamás. La sociedad inmadura suspira ante el chico maloso, es atraída por trastornados con carisma que acaban convirtiéndose en el Joker de Batman. El mundo ha visto a más de un Joker ponerse una banda presidencial y freír la democracia de su país en la sartén de sus propias vanidades mientras la muchedumbre aplaude.

En márquetin (y, por supuesto, en política), se habla a menudo del efecto bandwagon o efecto de arrastre. En él se observa que las personas hacen y creen en ciertas cosas, basándose en el hecho de que otras muchas personas creen y hacen lo mismo. Cuanta más gente siga algo, muchos más querrán subirse al carro.

La generación de nuestros padres sentía pánico de desentonar, en una Cuba marcada por los uniformes

Siempre me ha obsesionado la palabra equilibrio. Me resisto a seguir viendo la realidad a través de la pantalla del viejo televisor ruso que tuve de niño. El Síndrome del Krim-218 nos hace verlo todo en blanco y negro, sin matices. La generación de nuestros padres sentía pánico de desentonar, en una Cuba marcada por los uniformes. La Revolución se cargó el criterio propio, nos obligó a repetir las mismas consignas, convirtió a la sociedad civil en masa, en comité. El dogma se volvió irrevocable. Aquellos que lograban escapar hacia la otra orilla, pronto asumían el discurso contrario, también de forma casi unánime. Los que hasta el día anterior llamaban Fidel al dictador, incluso para desollarlo (en voz baja), ahora comenzaban a llamarlo Castro. Lo triste es que a veces, en el fondo, las posiciones aparentemente opuestas acaban pareciéndose.

Las mayorías casi nunca son protagonistas de los cambios reales. Resulta doloroso descubrir que, en la última guerra por nuestra independencia, más cubanos lucharon del lado de los españoles que del lado de los mambises. El Ejército Libertador contaba, al final de la contienda, con 40.000 miembros. Y muchos de ellos se sumaron durante el último mes, cuando ya España estaba prácticamente derrotada y Estados Unidos intervenía en el conflicto. Por la parte española, en contraste, había 80.000 criollos, entre voluntarios y soldados de reemplazo. La mayoría que hinchó las manos de Máximo Gómez, cuando este entró a La Habana, no había hecho casi nada por la independencia.

Tampoco los barbudos de la Sierra Maestra contaban con el masivo apoyo que nos han contado en sus libros de historia. El asalto al Cuartel Moncada fue un fracaso caótico que suscitó varias críticas de las mismas fuerzas que se oponían a Batista. Fueron llamados aventureros e irresponsables. Incluso el diario chileno El Siglo, de filiación comunista, sugería que el asalto había sido organizado por la CIA. Tampoco contaron con las mayorías durante la frustrada huelga general del 9 de abril de 1958. Sin embargo, pocos meses después, toda La Habana salía a recibir con euforia triunfal al nuevo caudillo.

Ojalá seamos capaces de construir una Cuba plural, que no vuelva a ser víctima del dilema de las mayorías

El 11 de julio del pasado año quedó clarísimo que el régimen ya perdió el apoyo popular. Han tenido que utilizar la represión y el miedo para frenar las protestas. Las redes sociales son un hervidero de críticas contra la clase dirigente. El propio aparato no se atreve a realizar las "elecciones" que tocaban en noviembre para sacar a los nuevos "delegados" y ha utilizado a la pandemia como excusa. Ni siquiera se atreven a revelar los resultados de las encuestas que discretamente realizan las oficinas del Partido. En el mismísimo diario Granma han publicado un artículo, el pasado 8 de abril, donde se reconocen minoría y ya hablan de apagar El Morro.

La democracia no es, ni debe ser, la dictadura de las mayorías. El ideal democrático se basa en consensos, debates, participación real, transparencia, libertad para ser parte u oponerse a algo, apego a los derechos humanos, legalidad, justicia, representación, soberanía ciudadana, respeto a las minorías y al individuo. El populismo que aspira a dominar al resto aprovechándose de las frustraciones, los prejuicios o el espíritu revanchista de las masas, acaba casi siempre en tiranía.

Ojalá los cubanos seamos capaces de romper el círculo vicioso. Ojalá superemos el daño antropológico que nos ha causado tanta propaganda, tanto Nunca-Jamás, tanto Krim-218. Ojalá seamos capaces de construir una Cuba plural, que no vuelva a ser víctima del dilema de las mayorías.

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