Ni mansos ni apolíticos, los cubanos de la Generación Z protagonizan la inconformidad en la Isla

Juventud

El encontronazo entre estos jóvenes y el poder es inevitable y cada día se acerca más

Los jóvenes cubanos Anna Sofía Benítez y Erlis Sierra.
Los jóvenes cubanos Anna Sofía Benítez y Erlis Sierra. / Collage
Yoani Sánchez

20 de octubre 2025 - 16:26

Desde hace unos años se han colocado en el centro de la protesta y la rebeldía popular en Cuba. Nacieron entre mediados de la década de los noventa y 2010, se les conoce como la generación Z y están derrocando regímenes autoritarios, forzando aperturas y llenando las calles con sus reclamos en países tan diferentes como Nepal, Madagascar, Marruecos y Perú. En la Isla lideran ahora mismo la inconformidad, sabedores de que el actual modelo político y económico solo les deja dos caminos: la emigración o la crisis perpetua.

Cuando el viernes pasado el pediatra Erlis Sierra desgranó los graves problemas que sufren los vecinos de Baire, en Santiago de Cuba, muchos se sorprendieron por esa mezcla de juventud y coherencia que mostró en aquel encuentro con funcionarios oficiales. Nativos digitales, a pesar del retraso tecnológico que padece Cuba y la tardía entrada a internet de su población, los cubanos como este joven doctor han crecido teniendo a mano una paleta informativa y un debate político internacional muy alejados del monopolio que se impuso por décadas en el país.

Tildados de indiferentes, mansos y apolíticos, los zoomers cubanos han tomado, sin embargo, la delantera en los cacerolazos que sacuden las comunidades y las denuncias en redes sociales. Con el pulgar ágil para deslizarlo sobre las pantallas, una mente que les funciona a golpe de TikTok y la tecnología entrelazada con el ADN, estos muchachones tienen en jaque a un poder que, a pesar de la proclamada renovación generacional, sigue teniendo una mentalidad caduca, anclada en la mitad del siglo XX.

Son también los que se han llevado la peor parte en cuanto a la calidad del sistema educativo y del entramado de Salud Pública cubanos

Son también los que se han llevado la peor parte en cuanto a la calidad del sistema educativo y del entramado de Salud Pública cubanos. Desde que entró a un aula, Sierra solo ha conocido el déficit de maestros, la falta de insumos, los elevados grados de adoctrinamiento y un anquilosamiento docente que contrasta con los cada vez más altos requerimientos profesionales del mundo actual. Sin perspectivas y peor formados que sus padres, los cubanos menores de 30 años no han sido beneficiarios de ninguna de las llamadas "conquistas de la Revolución".

De ahí que muchos hayan tenido que autogestionarse la adquisición de conocimientos y haya dependido del tesón y de los bolsillos de su familia para terminar una carrera universitaria o aprender otra lengua. Anna Sofía Benítez, la joven que recientemente describió en su Facebook, con realismo y gracia, la situación cotidiana en la Isla, también forma parte de esos zoomers para los que un libro impreso se ha convertido en un lujo que pocos alumnos pueden tener, pero la inmensidad de internet les ha otorgado, a la distancia de un clic, millones de ejemplares digitales. 

Benítez y Sierra son de esa generación a la que tampoco le ha ido nada bien si de crisis habitacional se trata. La mayoría de ellos residen bajo el mismo techo que sus padres y sus abuelos, carecen de recursos para plantearse siquiera alquilar algo de su bolsillo y tienen como uno de los principales motivos para emigrar contar con un techo donde no compartan baño o habitación con sus hermanos y sobrinos. Han vivido buena parte de sus existencia en un país donde se autorizó, solo en 2011, la compraventa de casas, pero soñar con adquirir un espacio les suena a cosa de nuevos ricos y mipymeros.

Son también más pobres que sus padres a esa edad, han comido peor, pasado más trabajo con el transporte público, visto descender a los abismos de la devaluación al peso cubano, recibido peor atención dental y habitado ciudades más sucias, deterioradas y apagadas culturalmente. Saben que cuando les llegue la edad del retiro, de mantenerse el actual régimen, muy probablemente vivirán más míseramente que sus abuelos.

Son los que gritan con más fuerza "¡No tenemos miedo!" cuando se extienden los apagones, el calor arrecia y la falta de alimentos saca a los vecinos a las calles

Cuando en mayo pasado el monopolio de telecomunicaciones, Etecsa, anunció el tarifazo, fue la Generación Z la que se enzarzó en una agria disputa con la empresa estatal. Desde las aulas universitarias, en los grupos de WhatsApp y con sus publicaciones en Instagram pusieron a sudar a una entidad que se creía con patente de corso para exprimir a los cubanos y, a cambio, brindarles un pésimo y carísimo servicio. Para callarlos, en las oficinas del Ministerio de Comunicaciones tuvieron que mandarse a correr y crear unos paquetes de navegación, pensados para estudiantes universitarios, que han traído más insatisfacciones que resultados.

Se repite por todos lados que a estos zoomers no les interesa la libertad, que la independencia individual no está entre sus prioridades y que prestan más atención al mundo virtual que a lo que ocurre a su lado, pero los cubanos están haciendo añicos esa descripción, trazada con una brocha muy gorda. Son los que gritan con más fuerza "¡No tenemos miedo!" cuando se extienden los apagones, el calor arrecia y la falta de alimentos saca a los vecinos a las calles en La Habana o Contramaestre.

Han despedido a tantos amigos que atravesaron siendo niños el Darién, se fueron con el parole o hicieron la ruta hacia el Sur, que estos cubanos han llegado a tener una existencia dividida entre el adentro y el afuera. Muchos viven con sus abuelos porque sus padres se hicieron cubañoles, cruzaron la frontera sur de EE UU y ahora aguardan por regularizar sus casos como migrantes con un documento I-220A. Han pasado la adolescencia viendo a sus madres solo por videoconferencias y escuchando en esas conversaciones, a distancia, siglas que se repiten todo el tiempo, como ICE o Uscis. 

El abismo que separa sus vidas virtuales, cosmopolitas y diversas, y la falta de libertades bajo la que viven en Cuba ha alimentado su rebeldía. El desfase entre sus aspiraciones y lo que pueden alcanzar en su propio país es el principal combustible de su indocilidad. El encontronazo entre estos cubanos de la generación Z y el poder es inevitable y cada día se acerca más. Todos debemos contribuir a que esa pugna no la vuelva a ganar un régimen anquilosado y senil.

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