El muerto, el pésame y la pupila insomne

¿Se puede decir que Iroel Sánchez descansó en paz? ¿Es tolerable que Buena Fe cante en España? ¿Dónde está el límite entre la libertad y la censura?

El óleo 'Sapingo', de Roberto Fabelo (230 x 200 cm) forma parte de la exposición 'Mundos: Goya y Fabelo', que reúne obras ambos maestros en la galería Condeduque de Madrid. (Fabelo Studio)
El óleo 'Sapingo', de Roberto Fabelo, forma parte de la exposición 'Mundos: Goya y Fabelo', que reúne obras de ambos maestros en la galería Condeduque de Madrid. (Fabelo Studio)
Xavier Carbonell

21 de mayo 2023 - 14:06

Salamanca/Colegas, viejos amigos, gente a la que uno conoció bien. Estudiantes hambrientos, que debieron esperar dos, tres horas, la llegada de algún camión que los recogiera para volver a casa. Profesores que, cigarros y alcohol mediante, confesaban no poder más, que no sólo era la falta de dinero sino también la trampa, el acoso, el acto de repudio, la vigilancia y el informe. Quienes sufrieron alguna pedrada, aun si fue trivial y llevadera. Quienes se jubilaron y, cansados, volvieron al trabajo. Quienes alguna vez atesoraron –o eso decían– una conciencia.

La lista es larga; la complicidad, idéntica. Tiene que estar uno muy amordazado, con el revólver en la sien y sudando la gota gorda –o a la cubana, con la falange del secuestrador clavada en el coxis– para dolerse de la muerte de un tipejo como Iroel Sánchez. Tiene que haberle cogido uno el gusto a la malicia para tratar de músicos, y no de propagandistas y agentes, a Israel Rojas y Yoel Martínez. Hay que tener la vista muy torcida para afirmar, en público, que los cubanos sabemos lo que es la libertad y que el país no está aniquilado.

Iroel Sánchez no puede descansar en paz. Y no por falta de liturgia, propósito de enmienda y penitencia, sino porque el daño que provocó es incalculable

¿Qué razones habrán tenido mis amigos –o ex amigos– para dedicarle este jueves un "en paz descanse" a Sánchez? Iroel Sánchez no puede descansar en paz. Y no por falta de liturgia, propósito de enmienda y penitencia (siempre cabe la posibilidad de que la tumba abierta le remueva a uno las entrañas), sino porque el daño que provocó es incalculable y se va a la muerte –con sólo 58 años, es cierto– sin mirar cara a cara a aquellos a los que difamó, cuyo perfil modificó y censuró, sin pedir perdón por las noches de insomnio, temblor y nervios de los otros. ¿Cómo podría un muerto con el expediente de Iroel Sánchez descansar en paz?

¿Y mis amigos, que también han sido vigilados y se quisieron o se quieren ir, aunque lo nieguen? ¿Lograrán esa paz, podrán dormir a pierna suelta, recordar sin culpa, hablar sin escrúpulos? La muerte de Sánchez me interpela tanto como los conciertos cancelados de Buena Fe en España, uno de ellos en la ciudad donde vivo. Ambos acontecimientos y la actitud de los que nos enteramos tienen mucho que ver.

Cuando era estudiante en la siempre fidelísima Universidad Central corría de boca en boca, como chiste, una teoría conspirativa: la música de Israel Rojas, militar de formación, era una estrategia de las Fuerzas Armadas para determinar la banda sonora de mi generación y sincronizarla –qué vocablo ya tan ministerial– con un sentimiento de simpatía por el régimen.

La Revolución es joven, proteica, se actualiza. Ayer Silvio; hoy Israel. Tengo un catalejo, déjame entrar, sobrevivientes, espermatozoides, gente humilde, guajiros guantanameros, soy lo que ves. La caterva de mentiras iba rondando nuestros oídos mientras la teoría –Buena Fe como dispositivo sonoro de la contrainteligencia, ataque acústico, karatecas con guitarra– seguía pareciendo una broma.

Hoy sabemos que todo era cierto y que el largo viaje de la loma al llano de Israel Rojas, como en el son, tenía un destino macabro

Hoy sabemos que todo era cierto y que el largo viaje de la loma al llano de Israel Rojas, como en el son, tenía un destino macabro. De él, como del canino Iroel Sánchez, no se puede hablar sin calibrar bien las palabras.

Sin embargo, no deja de inquietarme que, en La Habana como en Madrid, en Miami como en Santiago, la clave cubana para oponerse a una idea o una situación sea la censura, la ordinariez y el acatamiento de cualquier "orden de combate". ¿En nombre de una ideología –y en un país democrático, además– se puede boicotear un concierto, sea de Buena Fe o de Porno para Ricardo? ¿Justifica una idea equivocada (según quien guarda la llave del teatro) el silenciamiento de Jacuzzi o de Los siete contra Tebas? Porque no soy comunista, porque los comunistas han destruido mi país, ¿debo quemar un libro a cuyas ideas me opongo?

La pupila insomne, alerta, colorada –con poco de Martínez Villena y mucho de Sauron– hipnotiza al cubano. A ese ojo obedecieron el difunto Sánchez y la pandilla de Rojas –siempre dispuesto a boxear, el cadete, todo sea dicho– pero también quienes, en esta orilla o la otra, calcan el salvajismo de sus métodos. La cacería ajena no justifica la propia. Son muchos años de crispación de los que habrá que ir saliendo poco a poco. Como mismo habrá que sacudirse la complicidad y la cobardía. Cuando eso pase podré volver a mi país, a los amigos o ex amigos, y mirarnos a la cara sin que se nos revuelva el estómago.

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