El nombramiento de Pérez-Oliva, una operación de continuidad dinástica de la familia Castro

Cuba

El nombre, pronunciado por el presidente de la Asamblea, resonó con la gravedad de una pieza movida en el tablero del poder político

Momento en que los diputados aplauden el nombramiento de Óscar Pérez-Oliva como miembro del Parlamento, este jueves.
Momento en que los diputados aplauden el nombramiento de Óscar Pérez-Oliva como miembro del Parlamento, este jueves. / Facebook/Asamblea Nacional de Cuba
14ymedio

18 de diciembre 2025 - 11:24

La Habana/El nombramiento de Óscar Pérez-Oliva Fraga, este jueves, como miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular era el único requisito formal que le faltaba al sobrino nieto de Fidel y Raúl Castro para sentarse en la silla presidencial de Cuba. El anuncio fue breve, sin énfasis necesario. El nombre de Pérez-Oliva se leyó junto al de otros que también pasaron a ser diputados. Pero, para quienes siguen los tejemanejes de la nomenclatura castrista, este nombre pronunciado por Lazo resonó con la gravedad de una pieza movida en el tablero del poder político.

Pérez-Oliva Fraga no es un desconocido dentro de la cúpula cubana; de hecho, lleva tiempo tejiendo su carrera en los flancos económicos del aparato estatal. Ingeniero electrónico de formación, con una trayectoria dentro de empresas estatales y la administración pública vinculada a la economía nacional, pasó por la dirección general de Maquimport y por la Zona Especial de Desarrollo Mariel, hasta convertirse en ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera y luego en viceministro primero. Desde mayo de 2024, encabeza ese ministerio estratégico, asumiendo la cartera que históricamente había manejado la figura consagrada de Ricardo Cabrisas.

A primera vista, la decisión de integrarlo en el Parlamento puede leerse como una formalidad administrativa: la ley exige que quien aspire al máximo cargo de la República ostente la calidad de diputado. Pero en Cuba, donde la política se desarrolla detrás del telón más que frente a las cámaras, esta jugada tiene el sello de una operación calculada de continuidad dinástica y fidelidad al núcleo del poder. 

Pérez-Oliva Fraga es hijo de Mirsa Fraga Castro y nieto de Ángela Castro, hermana de los hermanos que han controlado Cuba por más de seis décadas

Del mismo modo que su ascenso a viceprimer ministro en octubre de 2025 fue interpretado por observadores como un movimiento para consolidar la influencia familiar en el Gobierno –es decir, la presencia del clan Castro en la cúspide del Estado–, su acceso al Parlamento completa el perfil institucional que le permite aspirar a niveles superiores.

Esta trayectoria meteórica, para la mayoría de los cubanos, habría sido casi imperceptible si no fuera por un detalle que los medios oficiales prefieren omitir cuando hablan del funcionario: Pérez-Oliva Fraga es hijo de Mirsa Fraga Castro y nieto de Ángela Castro, hermana de los hermanos que han controlado Cuba por más de seis décadas. En un país donde los apellidos actúan como llaves maestras más potentes que los títulos académicos –y a menudo más determinantes que la experiencia real–, su parentesco ha sido una constante subyacente en cada movimiento de su carrera.

Para muchos analistas, la ascensión de Pérez-Oliva Fraga encapsula la peculiar lógica del poder en la Cuba contemporánea: un híbrido entre tecnocracia oficial y heredero político. Su formación técnica, su manejo en comercio exterior y su disciplina partidista son presentados como virtudes; su sangre, en cambio, es la garantía tácita de que no se desviará de la senda trazada por los jerarcas históricos del régimen.

Los antecedentes ayudan a ilustrar este fenómeno: hasta hace poco, Pérez-Oliva Fraga no figuraba entre las figuras de primer orden en la administración cubana. Su ascenso, sin embargo, ha sido constante. De ser un funcionario relativamente discreto fue elegido para dirigir uno de los ministerios más delicados en medio de la prolongada crisis económica de la Isla.

Para sus partidarios, es la confirmación de que una nueva generación de cuadros tecnocráticos está siendo impulsada para dar continuidad al proyecto castrista

Ahora, al incorporarse formalmente a la Asamblea Nacional, Pérez-Oliva Fraga completa los requisitos institucionales para que, llegado el momento, pueda ser designado para la presidencia del país. En el contexto cubano, donde no existen elecciones multipartidistas sino consensos internos dentro del Partido Comunista y la élite gobernante, este avance es significativo. No es una simple credencial parlamentaria: es el pasaporte para un horizonte político más ambicioso.

Para sus partidarios, es la confirmación de que una nueva generación de cuadros tecnocráticos está siendo impulsada para dar continuidad al proyecto castrista sin rupturas traumáticas ni improvisaciones. Para otros –tanto dentro como fuera de Cuba–, se trata de otro ejemplo de cómo la vieja guardia protege su legado familiar y político, reciclando y colocando en posiciones clave a quienes comparten linaje y lealtad.

En cualquiera de los dos casos, la escena política cubana en 2025 parece confirmar una regla tácita: la continuidad en el poder sigue dependiendo menos de los méritos técnicos y más de la confianza y los vínculos personales dentro de la élite gobernante. La designación de Pérez-Oliva Fraga como miembro de la Asamblea Nacional no es solo una formalidad institucional, sino un paso más en la consolidación de esa lógica, que probablemente seguirá marcando el rumbo de la política cubana en los años venideros.

También te puede interesar

Lo último

stats