La prensa oficial cubana perdió la batalla de la credibilidad en Twitter

"Revolucionario que es revolucionario" más bien debe sentirse muy orgulloso de que Twitter lo señale como cercano al Gobierno cubano

La UPEC se ha solidarizado con las personas e instituciones que han visto bloqueada su cuenta en la red social.
El oficialismo se siente molesto con las redes sociales por etiquetarlas como lo que son, del Estado. (Letra Nueva)
Yoani Sánchez

26 de octubre 2022 - 11:04

La Habana/Las venas del cuello se han hinchado, los mensajes han subido de temperatura y los titulares de la prensa oficial se han llenado de reclamos. La razón para tanta crispación es un pequeño pájaro azul que lleva más de una década atormentando al régimen cubano: Twitter. Esta vez la molestia ha sido porque los medios controlados por el Partido Comunista en esta Isla han sido etiquetados en esta red social como "afiliados al Gobierno".

La algarabía no se entiende, porque viene de los mismos que, en los inicios del servicio de microblogging, catalogaron en sus periódicos nacionales como una "tecnología creada por la CIA" a la plataforma que entonces permitía publicar mensajes de solo texto y con 140 caracteres. Todos los que en aquellos años de 2008 y 2009 utilizábamos –a ciegas y publicando por mensajes de solo texto (SMS)– las potencialidades de Twitter, fuimos también metidos en el saco de "mercenarios", "enemigos" y "apátridas".

Todos los que en aquellos años de 2008 y 2009 utilizábamos las potencialidades de Twitter, fuimos también metidos en el saco de "mercenarios", "enemigos" y "apátridas"

¿Qué pasó en este tiempo para que ahora se rasguen las vestiduras los voceros oficiales ante la nueva clasificación que les endilga esa red social? Lo que ocurrió se resume en una palabra: perdieron. Fueron derrotados en una batalla donde ellos llegaron a fantasear con poner barrotes a un pequeño revoltoso de pico suelto y plumas brillantes. Después de morder el polvo del fracaso estratégico y tecnológico, poco a poco las instituciones cubanas comenzaron a publicar sus primeros y torpes tuits. Pena ajena es lo que han dado en este tiempo.

Nunca han gozado de buen pie con el gigante de San Francisco, hay que reconocerlo. Pero no, como quieren hacer creer ahora, porque son víctimas de una conspiración universal, sino porque las posiciones de soldado, las consignas prefabricadas y los bots se notan de inmediato cuando de seguirle la pista a una opinión en Twitter se trata.

Twitter nunca ha sido de ellos. Todo lo que un totalitarismo no puede controlar termina por ser prohibido o domesticado. Así llegamos al actual momento, en que las cuentas oficiales en Twitter se quejan de ser clasificadas de cara al exterior con el membrete que no sienten pudor alguno en usar dentro de las fronteras nacionales. ¿No es acaso el periódico Granma el órgano oficial del único partido permitido? ¿No han ratificado todos esos medios nacionales en sus estatutos la irrestricta fidelidad a una ideología, un modelo y un grupo de hombres?

Así llegamos al actual momento, en que las cuentas oficiales en Twitter se quejan de ser clasificadas de cara al exterior con el membrete que no sienten pudor alguno en usar dentro de las fronteras nacionales

Lo ocurrido en estas últimas horas no es otra cosa que una respuesta vergonzante sobre una conducta militante. Militancia que es militancia no tiene ningún prurito en que la etiqueten como tal. "Revolucionario que es revolucionario" más bien debe sentirse muy orgulloso de que Twitter lo señale como cercano al Gobierno cubano. La contradicción aflora cuando se constata que, durante todo este tiempo desde que las huestes castristas desembarcaron sobre las alas del pájaro azul, han querido promoverse como una fuerza progresista y alternativa, irreverente e independiente. Nada tan falso.

Este octubre el círculo del vuelo se ha cerrado. Tanto aletear para parecer objetivo y fidedigno y terminar, no más, en la rama de los obedientes. Twitter acaba de dejar claro lo que muchos llevamos décadas diciendo: esos no son medios, son propaganda; esos no son periodistas, son voceros. Ahora, la audiencia tiene una marca para decidir qué leer, si preferir los panfletos y los artículos edulcorados, o buscar más allá y sumergirse, a través de los medios independientes, en la agridulce realidad de esta Isla.

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