Estar más perdido que Colón

Al pisar la arena de Cuba, dio por sentado que al fin había llegado a Cipango, nombre que por entonces le daban los europeos a Japón

Mapa de la Isla con la descripción de "Terra de Cvba-Asie partis", que significa "Tierra de Cuba-parte de Asia".(Biblioteca del Congreso de EE UU)
Mapa de la Isla con la descripción de "Terra de Cvba-Asie partis", que significa "Tierra de Cuba-parte de Asia".(Biblioteca del Congreso de EE UU)
Yunior García Aguilera

09 de mayo 2023 - 17:42

Madrid/Nuestras clases de historia, salvo en contadas excepciones, fueron un batido de mandarria. Nos machacaron el cerebro con la visión marxista de que, desde los aborígenes hasta el cacique barbudo, el relato cubano se limitó a la batalla del movimiento obrero para construir el comunismo. Nos redujeron los exámenes a ordenar sucesos cronológicamente, a llenar de adjetivos las valoraciones de los héroes, a repetir de memoria fechas y frases. Mis respetos para los maestros e historiadores que se salen de ese esquema, pero lo cierto es que son como pepitas de oro en el fondo del río.

Es penoso que tantos universitarios no tengan ni idea de qué diferenciaba a taínos y siboneyes, o no puedan mencionar a más de dos presidentes de la etapa republicana. Todavía peor resulta que estas últimas décadas estén pasadas por agua, ahogadas por la censura y la propaganda. En esta columna intentaré acercarme, desde la curiosidad de un lector ávido, al relato oculto de una Isla que se llamó primero Juana y luego Fernandina.

Historia sin Histeria nació como una sección que duró dos temporadas dentro del podcast cubano El Enjambre. Los invito a debatir, a discrepar, a sumar informaciones y anécdotas. Que nuestra historia no se quede en los círculos académicos, hagamos de ella un tema recurrente en nuestras charlas cotidianas.

Al no entender ni yuca lo que los lucayos le decían sobre una isla rica y grande, más al sur, el Almirante escribió en su diario un nombre misterioso: "Colba"

Arrancaré por Colón, un personaje tan incomprendido que ni siquiera él mismo llegó a saber lo que había "descubierto". Comienzo por él, porque fue el primero en poner el nombre de nuestra tierra por escrito, aunque lo hiciera mal. Al no entender ni yuca lo que los lucayos le decían sobre una isla rica y grande, más al sur, el Almirante escribió en su diario un nombre misterioso: "Colba".

Al pisar tierra, probablemente por lo que hoy es Bariay, mencionó esa conocida frase sobre "la tierra más hermosa", etc. Pero que no nos desborde la vanidad. Colón llevaba más de dos meses viendo agua por todas partes y con la tripulación a punto de lanzarlo por la borda. El Almirante veía un pajarito y suspiraba, arrancaba una yerba y se le aguaban los ojos. Toda esa hipérbole y aquellas metáforas eran para levantarle la moral a la tropa y para que los reyes reconocieran que habían invertido bien sus dos millones de maravedíes.

Hay otra teoría que afirma que el primer desembarco en Cuba ocurrió por Puerto Padre. Incluso existe una leyenda en la que un marinero le exclamó a un sacerdote: "¡Qué Puerto, padre!". Pero no, amigos de Las Tunas, a pesar de todas las pinturas que muestran a un sacerdote con su cruz durante el desembarco, no viajaba ningún cura en las dos carabelas y la nao Santa María.

Cristóbal Colón, cuyo nombre en genovés significa algo así como "el palomo de Cristo", se había ganado la vida como marinero y vendedor de mapas, hasta que encontró un proyecto más ambicioso: llegar a Las Indias por la izquierda. Afortunadamente él sí creía que la tierra era esférica, no como millones de personas que, todavía hoy, sostienen que es plana. Pero sus cálculos no eran correctos. El globo terráqueo era como cuatro veces más abultado de lo que él y otros suponían en su época.

En su segundo viaje, Colón intentó bojear a Cuba por el sur, pero se cansó antes de llegar al extremo occidental. Entonces rectificó la apreciación de su primer viaje: Juana no era una isla, sino tierra firme

Así y todo, al pisar la arena de Cuba, dio por sentado que al fin había llegado a Cipango, nombre que por entonces le daban los europeos a Japón. Para colmo, el Almirante preguntó dónde se encontraba el gran Khan, y los taínos respondieron "Cubanacán, Cubanacán". El Almirante estaba aturdido ante tanta muchedumbre en cueros y perros mudos, aunque su objetivo imperturbable era el oro. Sin embargo, no vio demasiado, salvo algún que otro adorno en forma de moco, colgando de sus narices.

En su segundo viaje, Colón intentó bojear a Cuba por el sur, pero se cansó antes de llegar al extremo occidental. Entonces rectificó la apreciación de su primer viaje: Juana no era una isla, sino tierra firme. El Almirante comprendió que no se encontraba en Cipango, sino en Catay (China). Y así les hizo jurar a sus hombres, a riesgo de perder sus lenguas.

Hoy, más de cinco siglos después, muchos siguen sin entender ni yuca. Lamentablemente, mucha gente sigue teniendo una visión romántica e infantil sobre nosotros, sin tener ni idea del país que late bajo la propaganda castrista, los anuncios turísticos y las banderas ideológicas. A todos los que sufren el síndrome cubano de Colón, habría que decirles una frase muy criolla: ¡Despierta, que estamo'en Cuba!

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