Reflexiones desde la cárcel sobre el proceso de 'haitianización' de Cuba

opinión

El régimen tendrá que aceptar que las fuentes de vida de los cubanos en la Isla provienen, cada día más, de regiones geográficas fuera de su alcance

Bandera cubana "apuntalada", la calle D'Strampes, en el barrio habanero de La Víbora. (14ymedio)
Cuba, al interior de los límites insulares que en épocas pasadas contenían lo esencial de la cubanidad y la cubanía, se despuebla, empobrece y retrocede. / 14ymedio
José Gabriel Barrenechea Chávez

14 de octubre 2025 - 05:58

Santa Clara/¿Hay solución para el proceso de haitianización que vive Cuba? ¿Hay salida al retroceso económico y cultural, a la descomposición social que al presente aqueja la sociedad cubana al interior de la Isla, pero que también tiene ecos en las emigraciones?

Solo desde un conjunto de admisiones. Unas desde el régimen, otras desde esa mayoría que lo contemplamos desde la acera de enfrente, en diferentes actitudes.

En este trabajo solo me ocuparé de algunas de las admisiones que deberá hacer el régimen. Las que nos corresponde hacer a nosotros, que necesariamente implican menos de análisis crítico y más de introspección en nuestros sentimientos, en lo perdido y sufrido, y en lo por ganar, las dejaremos para otro momento.

El bando que solo por inercia se insiste en llamar “revolucionario”, en una evidente distorsión de una palabra asociada al cambio y no al empantanamiento, debe comenzar por admitir el carácter transnacional de la cubanidad, y de la cubanía. ¿Por qué? Porque ese carácter transnacional es irreversible, y lleva en sí las únicas potencialidades económicas para la conservación de la cubanidad, y también de su cubanía, que Abel Prieto desea enfrentarle, en el mundo que a mediano y largo plazo se perfila ante nosotros.

El bando que solo por inercia se insiste en llamar “revolucionario”, en una evidente distorsión de una palabra asociada al cambio y no al empantanamiento, debe comenzar por admitir el carácter transnacional de la cubanidad, y de la cubanía

Intentaré en lo que sigue explicarlo a partir de un concepto, el de unidad económica familiar.

En cualquier sociedad humana las relaciones económicas se establecen en base a dos motivos posibles: el interés o la solidaridad. En el ideal de sociedad de los fundadores del régimen cubano, que sus sucesores dicen mantener, el interés desaparece y se da la solidaridad a todos los niveles como el motivo de las relaciones económicas.

Es la llamada sociedad comunista, de la que el socialismo, según el pensamiento marxista, es un período de transición previo ¿Desde dónde? Pues desde la sociedad capitalista, o aquella en que predominan las relaciones mercantiles, motivadas por el interés.

Pero si bien el socialismo y el comunismo son todavía los ideales del régimen, desde la desconexión con el campo socialista (aunque incluso desde allí se imponía un modelo económico con muchos elementos de mercantilismo), las relaciones mercantiles se han terminado por imponer en la economía cubana, con o sin la bendición de las autoridades. De hecho, la admisión por el régimen de su imposibilidad de controlar los precios no es otra cosa que un reconocimiento de que la realidad económica de la Isla al presente se encuentra bastante alejada de lo que en un día fue, o todavía es, su ideal económico.

Lo que más importa aquí, sin embargo, es que, incluso en una sociedad mercantil, las relaciones económicas motivadas en el interés, mondo y lirondo, no son las únicas. Aparte de toda una serie de relaciones motivadas en la solidaridad, de las que no nos ocuparemos ahora, como las que se establecen al interior de las organizaciones de caridad o las instituciones de seguridad social, la economía mercantil tiene un límite inferior, por debajo del cual el interés desaparece y/o se atenúa, y a partir de ahí la solidaridad predomina: el de las unidades económicas familiares.

Definamos a la unidad económica familiar dentro de una sociedad en que predominan las relaciones mercantiles, como el conjunto de familiares, o simplemente amigos, dentro del cual las relaciones económicas están motivadas no por el interés, sino por la solidaridad: los padres que se ocupan de los hijos menores de edad, los hijos ya adultos que se ocupan de sus padres ancianos, o enfermos, pero también el amigo, emigrado a una sociedad desarrollada desde una pobre, que le envía remesas de modo regular a un vecino de su barrio, contemporáneo suyo, con quien compartió una gran amistad durante su adolescencia y primera juventud, y a quien quiere como a un hermano.

En propiedad toda sociedad mercantil no se compone de individuos, sino de unidades económicas familiares, dentro de las cuales la economía se mueve por un motivo completamente diferente del interés. La forma y los límites de estas unidades varían de sociedad a sociedad. En las sociedades desarrolladas estas han llegado a limitarse hasta la familia nuclear: madre, padre e hijos, estos últimos mientras permanezcan en situación de dependencia económica. En sociedades como la cubana, no obstante, se extiende mucho más allá, e incluye no solo a abuelos, tíos, primos, sobrinos, sino a anteriores parejas, o simplemente amigos y vecinos.

El asunto con la estructura económica mercantil presente de la sociedad cubana es que muy pocas de sus unidades económicas familiares se encuentran restringidas a esos límites y que la dirección principal de los flujos de dinero o bienes, al interior de ellas, nace desde más allá de los límites marcados por las fronteras del Estado cubano hacia su interior.

Así, incluso muchas familias dentro de Cuba que se definen a sí mismas de “revolucionarias” obtienen una fuente considerable de sus recursos de vida del exilio, o emigración, como quiera que se le llame (me resulta un poco difícil llamar exiliado al hijo del coronel, con residencia en Miami o Madrid, que no forma parte de pasarle remesas y pagarle gustos a su padre).

Me resulta un poco difícil llamar exiliado al hijo del coronel, con residencia en Miami o Madrid, que no forma parte de pasarle remesas y pagarle gustos a su padre

De hecho, su apoyo al régimen cada vez está más determinado no por defender un ideal igualitarista y justiciero, sino por el contrario, por la necesidad en la que está todo aquel en una situación de privilegio de cobijarse a la sombra del poder, sostenedor del orden presente. Una situación de privilegio que depende con creciente frecuencia de la parte de su unidad económica familiar residente allende los mares.

En consecuencia, como las unidades económicas familiares son tan importantes en el desenvolvimiento, positivo o negativo, de una economía mercantil, mucho más en una como la cubana, que carece de las instituciones mercantiles de toda economía capitalista desarrollada, o incluso de un Estado fuerte capaz de inyectarle recursos, la conclusión se obvia: la economía mercantil cubana está determinada por el creciente peso de la emigración cubana en la economía familiar al interior del archipiélago cubano.

Desde el régimen deben acabar de aceptar que las fuentes de vida de los cubanos en la Isla, los recursos mediante los cuales reproducimos nuestras vidas, provienen, cada día más, de regiones geográficas fuera de su alcance. Intentar controlar esa realidad con los viejos modos, de cuando la nación como en los años 80 era la de costas adentro, al haberse renunciado a todo contacto con el exilio, únicamente lleva a desaprovechar las potencialidades de la transnacionalidad para sacar a la sociedad cubana de la actual crisis, e incluso para aspirar a alcanzar un cierto grado de bienestar económico. Pero aún es peor el hecho de negarse a ver que en esencia esas potencialidades son lo único cierto con que contamos.

Hay dos difusas ideas de futuro dentro de las cabezas del régimen, que ni tan siquiera se concretan en dos grupos separados. Porque en mayor, o menor medida, y no necesariamente en proporción inversa, ambas ideas están presentes en todas esas privilegiadas cabezas.

Desde el régimen deben acabar de aceptar que las fuentes de vida de los cubanos en la Isla, los recursos mediante los cuales reproducimos nuestras vidas, provienen, cada día más, de regiones geográficas fuera de su alcance

La primera es aquella que reconoce que la única solución está en aprovechar las potencialidades de la transnación, pero sin admitir compartir nada de poder político con los nuevos poderes económicos, intra o extra fronterizos, y sin renunciar a las arcaicas políticas de control social. La segunda es la esperanza cuasi religiosa en que la historia volverá, y con ella las extraordinariamente favorables condiciones de los 60, 70 u 80, sobre todo las del primer lustro de esa última década, al que han convertido en su Arcadia feliz. Sin percibir entretanto que el mundo no ha vuelto a 1960, sino a un poco antes de 1914, o que, en cuanto a costumbres, valores o ideología, la Cuba de hoy nada tiene que ver ya con la de 1986.

Desde el bando de la cubanidad que en el presente controla el área geográfica del Estado nacional cubano, y ya no de otra manera que mediante el monopolio de la violencia, debemos hacer varias constataciones: la primera, que su poder actual no se sustenta en el apoyo popular, sino en el miedo, y que semejante sustento es siempre precario; la segunda, la imposibilidad de sacar provecho de las potencialidades de nuestra transnacionalidad, ya no para sacar a Cuba de la crisis, sino para hacerla próspera, en el grado en que se entiende prosperidad en 2025, que no es aquel en que se entendía en 1959; y por último, que no hay ninguna posibilidad real de que volvamos a los años 80 (entiendo su nostalgia: yo también quisiera regresar a aquellos años, en mi De Lorean, con su música y mi adolescencia de vuelta, pero es imposible).

¿Opciones ante ellos? Singapur es un ejemplo de un Estado en que un partido ha mantenido el control de la política, y a la vez ha desarrollado al país, al grado extraordinario que se ha conseguido allí. Por su parte, los ejemplos de fuerzas políticas que no han desaparecido, tras renunciar al control absoluto del poder, no son pocos, e incluso los hay que han llegado a recuperar el control de la política nacional, por otros modos más presentables.

En esa futura transición cubana tan problemática habrá espacio para un partido castrista que se presente como el defensor de la igualdad, la justicia social, el pueblo. No obstante, deben apurarse, porque cada vez, con mayor frecuencia, el régimen, sus personalidades e instituciones, son identificadas con todo lo contrario

Las cabezas del régimen que no se han cerrado a mirar más allá de los dogmas deberían considerar lo siguiente: en esa futura transición cubana tan problemática habrá espacio para un partido castrista que se presente como el defensor de la igualdad, la justicia social, el pueblo. No obstante, deben apurarse, porque cada vez, con mayor frecuencia, el régimen, sus personalidades e instituciones, son identificadas con todo lo contrario en los imaginarios populares. El Partido del régimen se ve cada vez más como el partido del vecino ex miembro del Ministerio del Interior que vive de las remesas, con su planta eléctrica particular, a quien turbamos la paz de sus sueños refrigerados quienes vivimos a oscuras, sudamos las sábanas y no nos conformamos a ello.

Cuba, al interior de los límites insulares que en épocas pasadas contenían lo esencial de la cubanidad y la cubanía, se despuebla, empobrece y retrocede, de la sociedad civilizada que un día fue, a la barbarie. Ello ocurre porque la única potencialidad real para sacarla de esa situación, el creciente e irreversible carácter transnacional de la cubanidad, es visto desde el régimen como un error histórico o un pecado antipatriótico.

Lo trágico es que ese creciente carácter transnacional de la sociedad cubana es consecuencia directa de las ideas absolutistas que el régimen ha impuesto a la cubanidad durante más de 60 años. Nada menos que, dizque, para evitar las dependencias económicas externas que dicha transnacionalidad implica necesariamente.

En un final, como sus soluciones, solo han conseguido empeorar el problema que un día dijeron venían a solucionar.

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