"No rendirse", el mensaje de Navalni que todos debemos escuchar

Putin le tenía tanto miedo al abogado de 47 años que trató de sepultarlo en vida lejos de Moscú

Fotograma del documental 'Navalny' de HBO Max y dirigido por Daniel Roher. (Captura)
Fotograma del documental 'Navalny' de HBO Max y dirigido por Daniel Roher. (Captura)
Yoani Sánchez

17 de febrero 2024 - 15:16

La Habana/Ayer viernes fue un día difícil. No había salido aún el sol en La Habana cuando me enteré de la muerte en prisión del opositor ruso Alexéi Navalni. Aquella noticia me llevó inmediatamente a reflexionar sobre la fragilidad de los presos políticos cubanos, algunos confinados a celdas de castigo, alejados de cualquier contacto con sus familiares y a merced de un sistema para el que la vida de un disidente no vale nada.

Vladímir Putin había recluido a Navalni en una fría prisión en el Círculo Polar Ártico. Le tenía tanto miedo al abogado de 47 años que trató de sepultarlo en vida lejos de Moscú, de las calles rusas y de sus colegas en la lucha contra la corrupción. Los autócratas son así, pueden firmar el traslado de un contrincante político hacia el calabozo más apartado antes que medirse con él en las urnas. A los cobardes se les conoce por sus acciones y el inquilino del Kremlin es eso: un miedoso con poder.

En las calles cubanas nadie se ha tragado la versión de la muerte repentina, fruto, presuntamente, de un coágulo de sangre

Ya en la tarde, cuando había leído las reacciones internacionales y pensado, innumerables veces, en la esposa y los hijos de Navalni, me asomé a la ventana para ver la obscena silueta de la Embajada de Rusia en la capital cubana, su porte desafiante y agresivo. Si en otras partes del mundo los alrededores de las representaciones de Moscú fueron, y serán en los próximos días, el centro de protestas, reclamos y gritos de "¡Asesinos!", en La Habana nada de eso ocurrirá.

Los cubanos no irán en masa ante la tosca mole de la 5ta Avenida, al menos a encender unas velas por el activista y bloguero que puso en jaque al corrupto círculo del poder ruso. No lo harán y no porque no sientan su muerte, sino porque el régimen de La Habana no lo va a permitir. Aliada y dependiente del antiguo oficial de la KGB, la Policía de esta Isla no va a aceptar ningún gesto que incordie al Kremlin. Los medios oficiales tardaron largas horas en publicar una nota sobre la muerte de Navalni. Ningunearlo, incluso después de fallecido, era otra manera de congraciarse con Putin.

Sin embargo, en las calles cubanas nadie se ha tragado la versión de la muerte repentina, fruto, presuntamente, de un coágulo de sangre. "Lo mataron", me dijo una vecina nada más saludarme. "¿Por qué regresó a Rusia si sabía que iban a asesinarlo?", cuestionó un amigo que había seguido el periplo de Navalni desde que abrió una bitácora digital y comenzó a exponer la podredumbre del putinismo. "¿Qué va a hacer ahora Occidente?", remachó.

"No rendirse", el opositor ruso resumió así su legado en un audiovisual biográfico que poco después se alzaría con el premio Oscar al mejor documental

Es cierto que podía haber partido al exilio, incluso tuvo una gran oportunidad de quedarse en Berlín tras el intento de asesinato que sufrió en 2020. Las puertas estaban abiertas para que se instalara en una capital de un país democrático, dictara conferencias en las universidades y ayudara a los activistas de su país de otras tantas maneras. Pero intuyo que Navalni sabía que de hacer eso, iba a dejar de ser, de cierta forma, él mismo. El exiliado mataba parte del político. Vivir en otra nación no era lo que proyectaba para su vida. Para la corta vida que terminó teniendo.

"No rendirse", ese fue el mensaje que Alexéi Navalni dejó para sus compatriotas rusos en caso de que lo asesinaran. Demacrado por los problemas de salud que le trajo el envenenamiento, el opositor ruso resumió así su legado en un audiovisual biográfico que poco después se alzaría con el premio Oscar al mejor documental. Frente a la cámara, se le ve repetir la frase, una vez en inglés, otra en ruso. Para cuando habla en su lengua se transforma. Los ojos se hacen chispeantes, los hondos surcos dejados por la larga recuperación se ven más profundos. Toma aire, une las manos y suelta las palabras con una convicción que impacta. Nos está hablando el Navalni que sabe lo que le espera.

Lamentablemente no se equivocó en su pronóstico. Espero que tampoco se haya equivocado en convocar a los rusos a no aceptar que Vladímir Putin se salga con la suya.

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