"Quiero volver a la escuela y ver a mis amigos”

El coronavirus ha dejado sin clases a todos los niños cubanos pero también a la casi totalidad de la población estudiantil mundial

En Cuba, ante la escasa penetración de internet, se intenta apoyar la enseñanza a través de la televisión. (14ymedio)
En Cuba, ante la escasa penetración de internet, se intenta apoyar la enseñanza a través de la televisión. (14ymedio)
Luz Escobar y Rosa Pascual

01 de abril 2020 - 18:58

La Habana/Madrid/A las nueve de la mañana ya estaba Lizandra con un pan en una mano y la taza de café con leche en la otra esperando que empezara su primera clase en tiempos de coronavirus. Tiene ocho años y está en cuarto grado. Su mamá, al igual que la mayoría de los padres, está preocupada por el impacto que pueda tener en su hija tanto tiempo sin ir a la escuela.

Los colegios, que suspendieron el pasado día 24 sus clases, afrontan la situación con unas limitaciones tecnológicas que les han forzado a recurrir a la televisión para sustituir las clases presenciales hasta que termine la pandemia de covid-19.

Las teleclases se transmiten por el canal educativo de la Televisión Cubana desde el pasado lunes y la programación de todas las asignaturas se divide por niveles de enseñanza, cada uno con sus horarios.

Con los libros de texto abiertos los estudiantes reciben orientaciones en base a los objetivos que han de vencer durante la semana, indicaciones sobre la localización de los ejercicios en el cuaderno y resúmenes de los contenidos. También hay mensajes para ayudar a la familia sobre la mejor manera de colaborar con el estudio individual y cómo encontrar la bibliografía necesaria.

"Es difícil para mí ayudar a mis dos hijos con todo esto desde la casa, soy traductora y trabajo con internet, en ese horario siempre estoy ocupada con los deberes pendientes. Trato de que estén listos a la hora indicada pero al estar en casa pierden la concentración con tremenda facilidad. Está claro que es mi deber ayudarles y eso hago todo el tiempo pero se vuelve complejo. La niña está en cuarto grado pero el varón cursa el octavo de la secundaria y se está perdiendo hasta los exámenes para los que se había preparado ya", dice la madre de Lizandra, vecina del barrio de Nuevo Vedado.

Para esta madre de 39 años esto es un gran reto. "A veces me hacen preguntas que no se cómo responder, la pequeña tiene a su hermano más grande que la ayuda mucho pero él tiene que estar llamando a sus amigos todo el tiempo para resolver sus dudas. Su profesor también dejó el número de su celular a los estudiantes para que los padres lo llamáramos ante cualquier duda pero no siempre tengo saldo para hacer llamadas al celular y el profesor no tiene teléfono fijo", explicó.

Su profesor también dejó el número de su celular a los estudiantes para que los padres lo llamáramos ante cualquier duda pero no siempre tengo saldo

"Quiero volver a la escuela y ver a mis amigos, no soporto estar encerrada tanto tiempo", afirma categórica Lizandra mientras su madre le explica la importancia de quedarse en casa.

"Le he enseñado algunos de los videos que andan por las redes sobre el tema del coronavirus para que tenga claro el panorama pero no le dejo ver noticias, no lo veo correcto para su edad. Los tres primeros días de aislamiento fueron los peores pero ya ella y su hermano han encontrado una rutina que les ayuda. Desde que se levantan hacen ejercicios físicos tomando como guía un video que se descargaron de YouTube pero luego viene lo invariable, tengo hambre, qué aburrimiento", cuenta la madre de la pequeña.

A unos metros de Lizandra vive Yipsy, de nueve años. En la casa, un espacio reducido que brinda cobija a la niña, la madre y otros cinco hijos, todos mayores de edad. No hay televisor, ni mesas, ni sillas, solamente unas colchonetas que se tiran en el suelo cada noche y al amanecer se apilan una sobre otras. La madre de Yipsy la deja cada mañana, antes de salir para el trabajo, en casa de una vecina que es la encargada de dar de comer a la pequeña durante el día y de ponerla frente al televisor para que copie las indicaciones de los teleprofesores.

Después de días y noches en casa con sus padres o tutores los niños y adolescentes apenas han tenido contacto con sus amigos de la escuela o el barrio. Algunos se llaman por teléfono y otros han creado grupos de WhatsApp para mantenerse comunicados. Muchos padres se preocupan por la cancelación de los exámenes que estaban previstos para estas fechas y creen que luego, cuando se reinicie el curso, todo será muy difícil para los estudiantes.

Otro tema que está preocupando a los padres es la comida. Encerrados todo el día los muchachos piden alimentos a toda hora.

Yaima, es madre soltera y su hijo comenzó este año la secundaria básica. "Es complicado, ahora vienen los exámenes y me preocupa este bache, conociendo el paño como lo conozco cuando se restablezca todo van a querer atropellar todo el contenido para recuperar el tiempo perdido y será fatal para el aprendizaje", comentó.

"A mí me preocupa también que salir a conseguir comida se está volviendo complejo y este niño no para de comer, siempre tiene hambre, termina de comer y se vuelve a servir otro plato a dos horas o se come tres panes uno detrás del otro, ya no sé cómo decirle que tiene que parar, no entiende".

En España, donde el coronavirus entró hace casi un mes en la fase epidémica, los colegios llevan tres semanas de cierre

La inédita situación ha dejado sin clases a todos los niños cubanos pero también a la casi totalidad de la población estudiantil mundial. Según los datos publicados por la Unesco, unos 1.524 millones de alumnos, el 87% de los jóvenes en edad escolar en el planeta, están viviendo experiencias similares. Sin embargo, no todos cuentan con los mismos medios para hacerlo.

En España, donde el coronavirus entró hace casi un mes en la fase epidémica, los colegios llevan tres semanas de cierre y, aunque cuentan con las ventajas de la red, no todos pueden adoptarlas con la misma suerte.

Sentada en el sofá, Ana, de tres años, mira atentamente su clase de hoy: un vídeo sobre los sonidos de animales en su tablet. Su hermana mayor, Elena, de nueve, la mira con envidia desde la mesa del comedor mientras hace los ejercicios de matemáticas que ha enviado su profesora.

La cancelación de clases para contener la expansión del coronavirus llegó a los colegios de toda España el pasado 12 de marzo, un día después que en las regiones más afectadas por la pandemia. La Educación en el país está descentralizada en las Comunidades Autónomas, que mantienen plataformas tecnológicas para proveer de servicios online a los centros con carácter general (como EducaMadrid o Edu365 de Cataluña). Pero la crisis del coronavirus ha obligado a cada colegio a adaptarse a las circunstancias de la mejor forma posible.

Elena, que estudia tercero de primaria en un colegio público de Madrid, recibe una actualización diaria en un blog creado para la ocasión. Cada mañana su profesora envía algún mensaje de ánimo y recuerda que pronto volverán a verse y a continuación añade la tarea diaria que deben realizar para cada asignatura, unas veces remitiéndose al libro de texto y otras complementándolo con vídeos. Además, en educación física se les propone ejercicios, una labor que resulta especialmente útil para estos niños, obligados a permanecer en sus casas desde hace ya, al menos, 15 días.

Desde la entrada en vigor del estado de alarma el 14 de marzo solo se puede salir a la calle por causas de fuerza mayor. Para los menores solo hay dos motivos, tener algún tipo de enfermedad que pueda ser agravada por el confinamiento (como el autismo) o acompañar a un adulto a comprar si no puede quedarse con nadie.

En España conviven tres tipos de enseñanza. El 69% de los alumnos acude a centros públicos, el 28% a concertados (privados subvencionados por el Estado) y el 3% a privados. Algunos de estos últimos, cuyos alumnos tienen a priori mayor poder adquisitivo garantizado, se han apuntado a la tecnología más actual.

Miguel, padre de una alumna de cinco años de un centro privado al norte de Madrid, explica que durante los primeros quince días de cuarentena los profesores han hecho llegar un correo diario con las actividades y los vídeos para los niños, pero ahora se han unido a Seesaw, una aplicación que permite que padres, profesores y alumnos estén interconectados para dar seguimiento a las tareas realizadas y facilitar las correcciones.

Los colegios públicos también recurren a las aplicaciones para mantener el contacto virtual con los alumnos, pero la brecha económica sí se percibe más

Los colegios públicos también recurren a las aplicaciones para mantener el contacto virtual con los alumnos, pero la brecha económica sí se percibe más. "En la clase de Sara están online la mitad", cuenta Sergio, padre de una niña de cinco años en un centro público de Barcelona.

"En clase de Iker pasa lo mismo", confirma Miriam, madre de un niño de cinco años que estudia en una ikastola (colegios públicos del País Vasco). Su hijo está entre los afortunados, pero aún así no es fácil cuando todos los miembros de la familia están en casa. "Nosotros solo tenemos un portátil y lo necesito yo para trabajar", cuenta ella, funcionaria del Gobierno vasco, "Andamos con una tablet que funciona cuando quiere, así que mi marido ha optado por copiarle en un folio todos los ejercicios para que los haga a mano". En todos los casos anteriores no se corrigen las tareas.

El Ministerio de Educación ha pedido que, por el momento, las clases que se están realizando en primaria supongan un complemento y no una penalización, ya que saben que no todos los alumnos tienen acceso a los mismos medios, pero la situación podría cambiar si las clases no regresan en el tiempo esperado, inicialmente previsto para dentro de un mes.

"Nosotros seguimos, o intentamos el ritmo de tareas habitual, tirando a la baja. Mandamos un correo a los padres o, en caso de los alumnos mayores, a ellos mismos, con tareas diarias por asignaturas. Se mandan las correcciones de los ejercicios, se piden fotos a los padres para ver y evaluar el trabajo hecho, y los mayores envían archivos", dice Sandra, tutora de primaria en un centro de Madrid, un curso en el que los contenidos ya son más exigentes.

La situación se complica cuando sube el nivel de estudios, ya que se precisa mayor evaluación para superar los cursos. "Alex, que está en en la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) tiene clase online todos los días, desde las 9 de la mañana. Un día dos horas, otros cuatro… lo que les digan", dice Javier, padre de un niño de 12 años matriculado en un centro concertado próximo a Bilbao.

"Me consta que hacen muchas videollamadas y se mandan muchos archivos con trabajos en las dos direcciones", confirma Sandra.

Los más preocupados hasta la fecha son los alumnos de Bachillerato, que deberían enfrentarse a la prueba de acceso a la universidad en junio. Algunas Comunidades Autónomas ya han anunciado su intención de retrasarla un mes, pero asociaciones de estudiantes demandan que se suspenda, ante la desventaja que podría suponer haber tenido que suplir con su esfuerzo las clases presenciales, y otras reclaman que se les admita con la nota media de bachillerato. Aunque aún está por ver cuándo y cómo podrá evaluarse este curso que ha trastocado las vidas de millones de niños y adolescentes en casi 200 países.

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