"El huracán ha dado un tiro de gracia a Punta Alegre"

Ronald, originario de este pueblo de Ciego de Ávila, habla del declive sufrido por la localidad antes y después de que Irma lo arrasara por completo

Los daños en Punta Alegre, Ciego de Ávila, podrían rondar en torno al 80%, pero no hay cifras oficiales. (Lisbet Cuéllar)
Los daños en Punta Alegre, Ciego de Ávila, podrían rondar en torno al 80%, pero no hay cifras oficiales. (Lisbet Cuéllar)
Miriam Celaya

15 de septiembre 2017 - 15:02

La Habana/Los vecinos de Punta Alegre, un pequeño poblado pesquero situado en la costa norte del municipio Chambas, en Ciego de Ávila, aún no se reponen del horror vivido el pasado 8 de septiembre, cuando el huracán Irma golpeó durante interminables horas su comunidad arrasándola.

Irónicamente, era el día de la Caridad, la santa patrona de Cuba, quien según cuenta la leyenda, cientos de años atrás salvó del mar a tres pescadores en la bahía de Nipe. Los hijos de Punta Alegre, sin embargo, no contaron con su divina protección. De hecho, no tuvieron la de nadie.

Tras el paso del meteoro, cuando los puntalegrinos comenzaron a salir de los pocos hogares que quedaron en pie o de los refugios en los que se habían resguardado transitoriamente, se enfrentaron a un panorama de devastación. Un amasijo de escombros, corales marinos, trozos de techos, restos de muebles, ramas de árboles y fango se extendían sobre el que alguna vez fue un tranquilo pueblo costero. Algunos barcos pesqueros habían sido arrastrados por el mar dentro del pueblo y flotaban entre las casas. Solo las construcciones de mampostería más sólidas, apenas un mínimo porcentaje del precario fondo habitacional de la localidad, resistieron el vendaval.

Los testigos aseguran que nada recuerda el pintoresco pueblito que alguna vez fue Punta Alegre, con su olor a mar y a pescado, asentado en un paisaje geográfico privilegiado

Los embates de Irma, con vientos sostenidos de 240 km/h, sumados a la invasión del mar destruyeron total o parcialmente tanto las humildes viviendas como casi la totalidad de las escasas instalaciones estatales, incluidas la cooperativa pesquera –cuya ya menguada flota sufrió la pérdida total o los daños de varias embarcaciones–, las dos shopping, la base de campismo, los dos restaurantes, el hogar de ancianos cuyo comedor servía alimentos a los jubilados de menores ingresos sin amparo filial, y otras instalaciones. Ni la iglesia del pueblo escapó a la catástrofe: la mitad del campanario se desplomó, con todo y campana.

La cuantía y magnitud total de los daños todavía se desconoce, pero según testimonios de algunos vecinos que han logrado salir del pueblo hacia otros lugares donde ya se han restablecido las comunicaciones y el servicio eléctrico, la imagen actual de Punta Alegre es de absoluta desolación. Hay quienes aseguran que más del 80% del pueblo quedó destruido, pero hasta el momento solo son apreciaciones no confirmadas. De cualquier modo, los testigos aseguran que nada recuerda el pintoresco pueblito que alguna vez fue Punta Alegre, con su olor a mar y a pescado, asentado en un paisaje geográfico privilegiado entre la bahía, al norte, y un verde lomerío que cierra el horizonte por el sur.

Ronald es un puntalegrino treintañero que estaba visitando a sus padres cuando Irma se ensañó sobre su pueblo natal. Cinco días después, de regreso a La Habana, donde reside con su esposa e hijos, cuenta a 14ymedio que "el huracán ha dado un tiro de gracia a Punta Alegre".

"La realidad es que allí la decadencia había comenzado hace muchos años, desde que cerraron definitivamente el central azucarero Máximo Gómez (antiguo Punta Alegre), durante la crisis de los 90, y mucha gente perdió el trabajo", dice para explicar por qué emigró a la capital.

"En tiempos de mis padres y abuelos Punta Alegre tenía bastante movimiento para tratarse de un pueblito de campo. El calado del mar en la bahía era lo suficientemente profundo para permitir el tráfico marítimo de buques de respetable porte, que cargaban el azúcar producido en el central", recuerda.

Las infraestructuras turísticas lejos de constituir una nueva fuente de empleos supusieron un severo golpe a la pesca, debido a que la carretera marítima no cumplió con los requerimientos técnicos

Pero el cierre de su central sería apenas el comienzo del colapso. Por la misma época también empezó la fiebre de turismo impulsada por un Gobierno desesperado por recaudar divisas. La acometida constructiva de hoteles en la cayería norte de Cuba (Jardines del Rey), así como la del pedraplén que debía unir esos cayos a la tierra firme, lejos de constituir una nueva fuente de empleos para los habitantes de Punta Alegre significó un severo golpe a la pesca, debido a que la carretera marítima no cumplió con los requerimientos técnicos que exigen la presencia de puentes suficientes para permitir la debida circulación de las corrientes marinas. Esto aumentó la salinidad de las aguas en la Bahía de Buenavista y con ello desaparecieron del área muchas especies marinas que eran el sustento económico de una esta comunidad tradicionalmente pesquera.

"De más está que te diga que a partir de entonces la cooperativa, construida después de la Revolución y que llegó a tener hasta los años 80 una flotilla bastante grande, empezó a decaer y a bajar los niveles de captura. Con el tiempo se fueron deteriorando y perdiendo muchos barcos por falta de mantenimiento o por desinterés oficial. Y junto con la decadencia de la cooperativa llegó la de la planta procesadora de pescados y mariscos, que era la que daba empleo principalmente a muchas mujeres del pueblo, incluyendo a mi mamá y mi abuela", relata Ronald.

En realidad, Irma no es el primer huracán que azota a Punta Alegre. En 1985 Kate llegó a la región con categoría 2 y derribó un buen número de viviendas y otras infraestructuras, entre las cuales se encontraba el viejo club náutico construido sobre pilotes, en el mar. En aquella ocasión el difunto expresidente cubano, Fidel Castro, quien sí solía recorrer las regiones golpeadas por los huracanes y orientar personalmente en el sitio las tareas de recuperación, hizo construir una pequeña comunidad de casas más distantes del mar para los damnificados de Kate. No obstante, la fisonomía original del pueblo nunca se recuperó.

"De alguna manera la gente siempre se las ha arreglado para sobrevivir, y también para tratar de disfrutar un poco. Todavía quedaba la playa Los Cocos, en el mismo central Máximo Gómez, donde la gente iba a disfrutar en la base de campismo hasta hace pocos días. Ahora todo eso se perdió y quién sabe si se recuperará algo, o cuándo. Es como si Punta Alegre estuviera condenado", lamenta.

Pero hasta el presente, lo que no se explican Ronald ni la mayoría de los puntalegrinos es el escandaloso abandono de las autoridades locales o municipales cuando era inminente el azote de Irma, a pesar de que se supo con tiempo suficiente que la trayectoria del huracán afectaría duramente al pueblo.

"No hubo un aseguramiento de alimentos para la gente. Solo llegaron 150 paquetes de galletas de sal para una población de alrededor de cinco mil habitantes, y se repartieron gratuitamente algunos sacos de carbón"

"Antes de que llegara Irma se suspendió el transporte y se cortaron las comunicaciones. Pero no hubo un aseguramiento de alimentos para la gente. Solo llegaron 150 paquetes de galletas de sal para una población de alrededor de cinco mil habitantes, y se repartieron gratuitamente algunos sacos de carbón. Eso fue todo. Tampoco llegaron a tiempo las compotas de la canasta básica para los niños pequeños, ni hubo distribución de leche en polvo o conservas para que la gente pudiera aguantar el palo. Te puedes imaginar la bronca que se formó para alcanzar algún paquete de galletas de aquellos. Lo único que sí se mantuvo trabajando las 24 horas fue la panadería, gracias al único grupo electrógeno en funcionamiento que hay allí, y también estuvo activa una posta médica".

Pese a la extendida propaganda de la prensa oficial, este pueblito no se benefició siquiera con un adecuado plan de contingencias. No hubo un procedimiento de evacuación eficiente con los habitantes cercanos a la línea de costa, en la que penetró el mar con una fuerza nunca antes vista, de manera que familias enteras, incluyendo niños pequeños, que pensaban estar a salvo en casas se vieron forzadas a autoevacuarse en medio de la madrugada, bajo la lluvia y las ráfagas de viento en una situación de pesadilla. "Creíamos que era todo, que íbamos a morir ahogados porque el agua nos llegaba al pecho. Los niños estaban aterrados, gritaban y lloraban sin parar. Algunas personas no gritaban, pero tenían el pánico reflejado en los ojos", recuerda Ronald.

Incluso bajo el embate de los vientos, las dos tiendas del pueblo fueron saqueadas, así como el restaurante El Toletazo. Los escasos alimentos recolectados allí y en otros pequeños almacenes de algunos pocos establecimientos estatales fueron compartidos espontánea y solidariamente por los pobladores. "Eso sí, la gente se ayudaban unos a otros. Ningún vecino de sitios protegidos le cerró la puerta a nadie, todo el mundo se apoyaba y hasta se consolaban. Fue algo muy emotivo, a pesar de la desgracia".

Hasta el día 12 de septiembre, ninguna representación del Gobierno había visitado el pueblo. Sin embargo, en días anteriores sí habían hecho acto de presencia en los cayos varios altos funcionarios

Hasta el día 12 de septiembre, cuando finalmente se presentó en Punta Alegre el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, ninguna representación del Gobierno había visitado el pueblo, que hasta la fecha sigue careciendo de servicios básicos como electricidad, agua potable y telefonía. Sin embargo, en días anteriores sí habían hecho acto de presencia en los cayos varios altos funcionarios, incluido el ministro de Turismo, para evaluar los daños sufridos por las instalaciones hoteleras y orientar las labores de reconstrucción, que según el presidente Raúl Castro deben estar terminadas antes del inicio de la temporada alta, el próximo mes de noviembre.

"Cuando pasaron los peores momentos, mucha gente salió a forrajear. Algunas personas encontraron cantidades considerables de botellas de whisky y otras bebidas alcohólicas, que fueron arrastradas por las olas del mar desde los almacenes e instalaciones de los cayos. También había algunas cosas de comer arrojadas a la orilla por la fuerza del mar, pero estaban sucias o en mal estado. Dicen que el ciclón causó la pérdida de toneladas de alimentos de los hoteles. Es un crimen que esa comida se haya perdido en vez de entregarla antes a las poblaciones cercanas", protesta Ronald.

Cuando el joven pudo salir del pueblo vio largas colas de paisanos que se aglomeraban a la espera de alimentos que, según afirmaron los dirigentes del Gobierno, recién aparecidos en la escena, deberían comenzar a llegar en camiones de un momento a otro. "Eran largas colas de personas ansiosas por conseguir comida para sus familias. Causa dolor pensar que la mayoría de ellos había perdido sus hogares y todos sus bienes. Causa tristeza e impotencia". Y tras una pausa repite su idea inicial: "Sí, el huracán Irma fue el tiro de gracia. Pero la destrucción de Punta Alegre ya había empezado mucho tiempo atrás".

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