“Tengo miedo de que Ecuador me deporte a Cuba”

Sigfredo Ochoa es uno de los muchos cubanos que emigraron en busca de una vida mejor al país andino. Esta es su historia

Sigfredo Ochoa valora la libertad que ha encontrado en Ecuador pero se siente rechazado en el país andino. (cortesía del entrevistado)
Sigfredo Ochoa valora la libertad que ha encontrado en Ecuador pero se siente rechazado en el país andino. (cortesía del entrevistado)
Mario J Pentón

26 de febrero 2016 - 09:49

Miami/Sigfredo Ochoa tiene 40 años. Seis meses atrás era un palestino más en La Habana, un cubano de Holguín, residente "ilegal" en la capital de su propio país según las autoridades. Trabajaba como comprobador, fiscalizador y auditor en la Empresa Provincial de Comercio, una entidad estatal que, entre otras cosas, gestiona las menguadas cuotas que se reparten a través de la libreta de abastecimiento.

"La idea de venir a Ecuador surgió sobre todo por el asedio que vivía por mi homosexualidad. En el trabajo era imposible no ser discriminado, a eso súmale la situación económica que vivimos los cubanos. El salario no me alcanzaba para nada: si comía no me vestía, si me vestía no comía; una cuestión tan existencial como el ser o no ser de Shakespeare, pero en versión tropical".

Ochoa cuenta que no le fue nada fácil conseguir el dinero para salir de la Isla. Sus padres tuvieron que vender la antigua casa familiar y comprar un apartamento pequeño para que pudiera sufragar los gastos del viaje con el resto. El pasaporte costó cinco meses de sueldo, lo que sumado al precio del pasaje y la estadía en los primeros meses, hizo desaparecer los pocos dólares de los que disponía.

"Mi madre tiene alzheimer y ya ha sido operada de cáncer de colon. Mi padre es un anciano jubilado. Entre las pensiones de ambos no llegan a los 30 CUC"

"Mi madre tiene alzheimer y ya ha sido operada de cáncer de colon. Mi padre es un anciano jubilado. Entre las pensiones de ambos no llegan a los 30 CUC, dime tú, ¿quién puede vivir en Cuba con ese dinero? No tenía otra opción, yo tenía que sacrificarme por ellos... y por mí".

La expectativa de Sigfredo, como la de muchos cubanos que emprendieron la marcha a Ecuador, era poder acceder al mercado laboral en el país andino, donde el salario mínimo es de 366 dólares, más de diez veces superior al de Cuba, aunque el costo de la vida es más alto en Ecuador. "Yo pensaba conseguir un trabajo que me diera para sobrevivir y poder ayudar a mis padres, pero todo se me ha tronchado aquí. Estas personas no nos quieren dar trabajo ni nos quieren en su país. Vamos a buscar trabajo y nos dicen sencillamente que no quieren cubanos. En un mes no nos quedará dinero para pagar la renta y tendremos que salir a dormir en la calle. Yo no sé qué voy a hacer", se lamenta.

Al entrar a Ecuador con una visa de turista, los cubanos tienen 90 días para intentar legalizar su estatus en el país. Durante varios años accedían a través de una visa profesional que, en interés de los recursos humanos de la nación, permitía a profesionales de la Isla que tuviesen el título previamente legalizado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y apostillado en la Embajada ecuatoriana en La Habana la permanencia en ese territorio y posteriormente facilitaba el trabajo en áreas como la salud y la educación.

Los médicos y profesionales de Cuba aprovecharon la oportunidad y salieron en masa, lo que obligó al Gobierno cubano a llegar a un acuerdo con Ecuador para suspender ese derecho a los universitarios provenientes de la Isla. Con el tiempo también se fueron cerrando otras alternativas de legalización como la visa temporal, válida por seis meses, conocida como la 12-IX y la visa comercial.

"La sola opción actualmente para legalizarme es el matrimonio con un nacional o tener hijos. Es la única posibilidad que nos han dejado a los cubanos. Los ecuatorianos están pidiendo entre 3.000 y 4.000 dólares por un matrimonio de conveniencia que permite el amparo del cónyuge", cuenta Sigfredo.

Sigfredo está agradecido a Ecuador por ser el país donde conoció la libertad. "Lo que más me impactó al llegar aquí es que uno puede hablar y decir lo que crea conveniente sin que nadie lo controle". Sin embargo, el solo hecho de ser cubano y además indocumentado le ha acarreado mucha discriminación. "Una de las muchas veces que he ido a buscar trabajo a un restaurante no me dejaron ni hablar. 'No hay trabajo para cubanos aquí. Ustedes y los perros son lo mismo', dijeron. Me botaron de allí con estas palabras: 'fuera de aquí, que ustedes lo que vinieron a este país fue a robarnos nuestros trabajos'. Aquello me dolió mucho porque yo no quiero quitarle el trabajo a nadie, simplemente tenía el propósito de ayudar a mi familia y salir de aquella pesadilla que vivía en Cuba", lamenta.

"Una de las muchas veces que he ido a buscar trabajo a un restaurante no me dejaron ni hablar. 'No hay trabajo para cubanos aquí. Ustedes y los perros son lo mismo'"

Los patrones en Ecuador suelen aprovecharse de estos migrantes indocumentados como mano de obra barata o esclava. "Una vez estuve trabajando en un bar una semana. Hacía la limpieza y me ocupaba como barman por 20 dólares al día. Nunca vi un solo centavo. Cuando le pedí cuentas al dueño me dijo que llamaría la policía. Aquí estamos completamente indefensos".

Muchos cubanos viven en el centro de Quito. "También hay muchos indocumentados", comenta Ochoa. "Hace poco hicieron una redada y se llevaron a varios. Yo vivo con miedo, intento salir únicamente cuando cae el sol o bien temprano en la mañana, en los horarios en los que la policía no suele estar en las calles porque tengo miedo que me deporten a Cuba".

Para Sigfredo, en Ecuador, como en Cuba, ya no queda nada que esperar. No cree que pueda obtener la residencia y, aunque ha intentado unirse a otros grupos que parten rumbo a Estados Unidos, los costos altísimos´–suelen rondar los 6.000 dólares– y los peligros de la selva lo han detenido. Ahora vislumbra una esperanza. Un grupo de cubanos que comparten su suerte ha decidido darles voz a estos emigrantes que sobreviven en la oscuridad de las calles de Quito. Él era uno de los que asistió a la convocatoria del parque Inglés. "Esa es la única esperanza que nos queda, si no nos quieren aquí, al menos que nos dejen marchar donde podamos crecer como personas y trabajar honradamente. Es lo único que pedimos".

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