Los rebeldes de la ropa importada

Tienda de ropa en La Habana. (EFE)
Tienda de ropa en La Habana. (EFE)
Lilianne Ruiz

08 de marzo 2016 - 09:46

La Habana/"¿De chinos o quieres de marca?", le pregunta Sandy a un cliente que ha llegado para encargarle unos zapatos. Hablan dentro de la casa, con la puerta cerrada, en la misma sala donde hace tres años la vendedora tenía una de las boutiques más visitadas de Centro Habana. Hoy sigue en el negocio, pero ya no tiene un cartel en la ventana ni los modelos a la vista de quienes pasan por la acera.

A pesar de todas las restricciones aduanales, los vendedores de ropa importada han logrado mantener una oferta estable y variada. Tras entrar en vigor el 31 de diciembre de 2013 la prohibición de comercializar ropa u otros productos comprados en el exterior, el mercado se zambulló en la ilegalidad desde donde sigue operando y moviendo millones de pesos al año.

La mayoría de la ropa que vende Sandy es "de chino", una manera popular de llamar a los productos sin marca reconocida. En la esquina de su dormitorio, varios maletines rebosan de leggins, camisetas, jeans y vestidos de varios colores. "Tengo todo tipo de tallas, hasta extragrandes", aclara. A diferencia de las tiendas estatales, donde no se acepta pagar a plazos, la comerciante permite que sus clientes le liquiden "de poco en poco".

A diferencia de las tiendas estatales, donde no se acepta pagar a plazos, la comerciante permite que sus clientes le liquiden "de poco en poco"

Sandy explica a 14ymedio que entre la mercancía que tiene destaca la mejor mezclilla que viene de Panamá, donde compra los jeans a 18 dólares y los vende aquí a 25 CUC. La joven aprovechó una licencia de modista para comercializar ropa importada, pero tuvo que pasar a la clandestinidad cuando el Gobierno decretó que solo podía vender las prendas que confeccionara. "Imagínate, yo no sé ni dar una puntada. Lo mío es esto: comprar para vender más adelante", asegura.

Junto a las restricciones a ese trabajo por cuenta propia llegó también un endurecimiento de las regulaciones aduaneras a través de la resolución 206. En 2014 quedaron establecidos los límites para "determinar el carácter comercial de las importaciones que realizan las personas naturales" por cualquier vía. Ahora solo es posible importar 24 camisetas, 20 blusas, 10 pantalones o 10 vestidos.

Sin embargo, el flujo de mercancía no parece haber sufrido una drástica caída en el mercado informal. "Tenemos que cuidarnos más, pero seguimos vendiendo", comenta Karina, una mula que hace con frecuencia la ruta desde Panamá, Ecuador y México para comprar en grandes almacenes mayoristas, gracias a un pasaporte italiano que obtuvo después de estar viviendo un tiempo en ese país.

Para atravesar los controles de aduana, Karina dice encomendarse a su suerte y tener una red de contactos que le permite "pasar maletas y maletines, dejando unos regalitos" al personal del aeropuerto. No considera que sea un delito corromper a algunos funcionarios, porque, justifica: "¡Se trata de ropa, no de armas ni de drogas!".

La Aduana General de la República no ha publicado las cifras de decomisos de "misceláneas" que ha realizado desde la salida de la resolución hace más de dos años. Una funcionaria del Departamento de Divulgación de dicha institución expresó a este diario, vía telefónica, que "esos datos no tienen que ser publicados" y se negó a confirmar el destino final de la mercancía.

Karina no considera que sea un delito corromper a algunos funcionarios, porque, justifica: "¡Se trata de ropa, no de armas ni de drogas!"

Junto a las tiendas "de chino", en el negocio de la ropa vendida a la sombra siguen existiendo las boutiques, con opciones de mayor calidad y precios más altos. En el contexto cubano las marcas preferidas son las más económicas, "no estamos hablando de Louis Vuitton", afirma Solveig, apasionada de las últimas tendencias de la moda.

La joven, de 22 años, tiene numerosos contactos para vestirse con cierto "toque de exclusividad". Explica que marcas como Mango, Zara, Bershka o H&M se comercializan en paralelo en un país donde no existen franquicias de grandes cadenas. "Desigual cuesta el doble de caro, lo mismo que Pull&Bear" aunque "se trate de ropa adquirida originalmente en liquidación".

"La gente sigue prefiriendo comprar la ropa a particulares", afirma Solveig que coincide con el criterio de muchos sobre las ofertas en las tiendas estatales. "Tienen años de atraso en los modelos y los precios son irracionales", se queja. Sueña con lograr entrar a "un círculo cerrado" de venta de "ropa de la buena", donde un comerciante tiene una clientela fija y conoce bien sus preferencias. "Si no eres del grupo puedes llegar a tocarles la puerta y no te venden ni un ajustador", lamenta.

En ese nivel está Marcia, que compra la mayoría de sus productos a través de Amazon, gracias a un pariente radicado en el extranjero. El familiar adquiere las prendas en línea y las envía en mulas o paquetería a la Isla. La clientela que tiene proviene de la farándula nocturna, dispuesta a pagar el precio encarecimiento por el largo recorrido.

La experimentada vendedora descarga las páginas de Amazon y prepara una colección digital que muestra en una tableta a los clientes. Los compradores eligen y cuando ella se conecta "en la wifi de la Rampa o en casa de un amigo " hace la selección para que la otra parte haga la compra. "Lleno el carrito virtual y le aviso a mi hermano para que pague", explica.

"La gente que se dedica a esto lo primero que debe tener son contactos allá", subraya Marcia señalando hacia el norte

"La gente que se dedica a esto lo primero que debe tener son contactos allá", subraya Marcia señalando hacia el norte. "Esto es un negocio montado al detalle". No le falta razón cuando lo dice, pues debe conocer los importes por la compra, el servicio de envío y los costos de mandar los paquetes a Cuba. Una complicada fórmula aritmética cuyas ganancias se reparten entre todos los implicados.

El sistema de envío por paquetería se realiza también a través de agencias como Bacuba, Fromline o Caribexpress, que tienen correspondencia con la estatal Cubapack. Si los paquetes exceden las tres libras, se paga un impuesto de 20 CUC por cada kilogramo. Un remitente en el exterior solo puede enviar entre dos y cuatro paquetes cada vez, pero no hay límites para el destinatario. Demoran hasta un mes y diez días en llegar a la Isla.

Marcia está a la espera de un paquete "importante". Cuenta que una famosa cantante le encargó un vestido para una noche especial. "Estoy contando los días para que llegue, porque si todo sale bien ganaré una excelente cliente", dice, convencida de que así logrará tener su propio "círculo de gente famosa" a la que comprará "ropa de marca y a pedido".

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