Los trabajadores de la caña de azúcar sobreviven a duras penas en Camajuaní

El central Fe está endeudado y retrasa los pagos a los macheteros de La Julia

La cooperativa de La Julia, que ahora debe asumir toda la producción local para la zafra en Villa Clara, también están en plena decadencia. (14ymedio)
La cooperativa de La Julia, que ahora debe asumir toda la producción local para la zafra en Villa Clara, también está en plena decadencia. (14ymedio)
Yankiel Gutiérrez Faife

10 de septiembre 2022 - 14:04

Camajuaní (Villa Clara)/Los pobladores del valle de Camajuaní, en la provincia de Villa Clara, han conocido mejores tiempos con el cultivo intensivo de la caña de azúcar. Hoy, muchas de las características torres de los centrales que dieron prosperidad a los asentamientos de Carmita, Fe, Rosalía, La Julia o Vega Alta están en ruinas.

Unos pocos siguen produciendo a duras penas y sus trabajadores se quedan meses sin cobrar sus salarios. Es el caso de los macheteros de Rosalía, que vieron cerrar su cooperativa hace quince años. Allí solía limpiarse y cortarse suficiente caña para llenar una docena de vagones, que luego se transportaban para procesarla hacia el central Fe, rebautizado oficialmente en 1960 como Complejo Agroindustrial Azucarero José María Pérez.

Ahora, en Rosalía se amontonan las ruinas del antiguo centro de acopio, del cual el Gobierno arrancó incluso la línea de ferrocarril. La gente del lugar se ha ido llevando todo, desde las tejas de fibrocemento hasta vigas de metal. Quedaban solamente las paredes, pero los vecinos también las despedazan para llevarse los bloques de concreto.

El daño retrasa aún más el paupérrimo cultivo de la cooperativa que, de las 20 toneladas que llegó a cortar antes de 2018, sólo podrá aportar cinco este año

Los cañaverales de La Julia, que ahora debe asumir toda la producción local para la zafra, también están en plena decadencia. En sus campos entran continuamente las vacas y los caballos de los campesinos para alimentarse.

El daño retrasa aún más el paupérrimo cultivo de la cooperativa que, de las 20 toneladas que llegó a cortar antes de 2018, sólo podrá aportar cinco este año.

En la cooperativa de La Julia trabajan alrededor de 320 personas. Los ingenieros mecánicos perciben un salario de 5.000 pesos; los técnicos cobran un poco menos, y los obreros, que deben machetear bajo el calor y en condiciones deplorables, ganan apenas 2.500 pesos al mes, equivalente a unos veinte dólares al cambio oficial.

"El central Fe nos compra la caña a 700 pesos la tonelada, pero la cooperativa debe mantener su autonomía", cuenta a 14ymedio José Luis, un trabajador de La Julia que prefiere usar un nombre ficticio. "Eso quiere decir que nuestro salario depende de los ingresos que logremos".

Rara vez se les paga en tiempo. La burocracia cañera está endeudada a más no poder con el Banco Central de Cuba y ese retraso se refleja directamente en el pago de los trabajadores.

Margarita, una trabajadora que tiene que transportarse en carreta, todos los días, de Taguayabón a La Julia, explica a este diario cómo funciona el contrapunto de créditos y deudas. "Hace años que la industria es un desastre", dice.

El crédito que ofrece el banco, explica, "tiene una fecha de vencimiento", para que, si no se paga en tiempo, no haya cómo asalariar a los macheteros. Se está analizando la posibilidad de ofrecer terrenos a trabajadores, pero estos particulares enfrentarán los mismos problemas que la cooperativa: escasez de combustible, falta de insumos, machetes, guantes, ropas, zapatos, mochilas de regar líquidos.

"Si no hay para los trabajadores de allí, mucho menos habrá para el particular", agrega.

Tampoco hay combustible suficiente para impulsar los tractores y arados, ni para las "gradas". Y los insecticidas y abonos se encuentran en la misma situación

Es un círculo vicioso, aclara. También el central tiene deudas, "que deben andar por los tres millones de pesos", calcula José Luis, "y sin un informe detallado de lo que se va a hacer el banco no aporta el crédito necesario para iniciar la operación".

Cada paso obstaculiza el siguiente y el más afectado es siempre el obrero humilde, que no cuenta con otra remuneración. "En más de una ocasión me han dejado de pagar", lamenta Eliecer, un machetero de La Julia. "Nos dijeron que no había dinero ese mes, pero la verdad es que ocurre a cada rato. Por eso muchos han pedido la baja, pero la vida está muy dura y todos estamos viviendo al pegao, con lo que aparezca", lamenta.

"Por no hablar de que los trabajadores pierden mucho tiempo intentando transportarse hasta la cooperativa", añade José Luis. Cuando no hay combustible para traerlos desde los caseríos vecinos se pierde el día de trabajo, o el propio trabajador es quien debe buscar los medios para moverse.

"La semana pasada solo entraron 160 litros para destinarlos al transporte de los obreros", dice. Cuando se acabaron, hubo que esperar y declarar a los trabajadores como "interruptos". Tampoco hay combustible suficiente para impulsar los tractores y arados, ni para las "gradas". Y los insecticidas y abonos se encuentran en la misma situación.

Admite el hombre que "cuando las cosas están bajo administración privada la gente lo respeta". Sin embargo, "cuando es del Estado a nadie le duele". Eso explica que los campesinos locales traigan a sus animales, de día o de noche, para comerse la caña. "Se han impuesto multas a los guajiros", asegura, "pero no ha servido de nada. Esto no lo para nadie".

A la precariedad con la que viven los macheteros de La Julia se suman varios rumores, que corren de boca en boca en los caseríos de obreros. Aunque nadie lo ha confirmado aún, los campesinos creen que los centrales ya no producirán azúcar para exportar, sino apenas una porción de la destinada a la Isla.

Creen que, en su lugar, el Gobierno piensa vender a China, bien cara, la melaza. En ese país, afirman, le sacarán más provecho para fabricar bebidas alcohólicas y miel de purga, que tiene un uso medicinal, además de servir como abono y alimento para el ganado.

Arruinada por la burocracia y el mal funcionamiento, nadie podría imaginar hoy que la industria azucarera de la Isla alguna vez fue la primera del mundo. Este año, el Gobierno ha reducido a 23 el número de centrales que moleran durante la zafra. Pequeña pero "eficiente", como la calificó Miguel Díaz-Canel, la producción de esta temporada no llegará a las 500.000 toneladas de azúcar.

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