Somos los relegados de la aldea global

Cables de red. (CC)
Cables de red. (CC)
Regina Coyula

13 de diciembre 2014 - 08:04

La Habana/Granma dedicó ayer viernes un extenso editorial en portada donde asegura que la conectividad a Internet avanza en Cuba "sin prisa, pero sin pausa". Según el diario del Partido Comunista, el Gobierno de la Isla es consciente de que Internet y las nuevas tecnologías deben ser un espacio de "aprendizaje, de desarrollo, inclusivo y también seguro, para garantizar la invulnerabilidad de la Revolución, la defensa de la cultura y del socialismo sostenible".

Mientras los dirigentes cubanos se pierden en disquisiciones ideológicas sobre las nuevas tecnologías, el resto del mundo tiene acceso a una velocidad de transmisión de datos que dan al usuario la sensación de tiempo real. No importa si se trata de una persona en China y otra en Portugal: conversan cara a cara con la ilusión de hacerlo a través del patio, y esa comunicación puede ser desde un transporte o desde una oficina, la casa o la calle.

Tales avances son para los cubanos como aquellas noticias de Catay que contaba Marco Polo. El módem sigue siendo imprescindible en nuestro país, donde la red telefónica todavía soporta una parte significativa de la transmisión de datos, sobre todo en el sector privado y donde solo los organismos estatales y los extranjeros, ya sean personas jurídicas o naturales, pueden tener una línea adicional. Los particulares beneficiados con el selecto servicio, por el que pagan una modesta cuota en divisas, tienen que seguir con el procedimiento de conectar y desconectar el módem de su línea telefónica. Científicos, profesores, artistas, estudiantes universitarios, tienen por esta vía acceso a una Intranet que permite navegar por los dominios nacionales (.cu).

Algunos de estos portales punto cu ofrecen acceso puntual a páginas de Internet, pero puede suceder que en los vaivenes de lo que el Gobierno llama "guerra mediática contra Cuba" ‒y que no son más que opiniones críticas sobre el Gobierno‒, cuando se intenta acceder a una página, la búsqueda no muestra resultados. En el caso del restringido acceso a Internet, la solicitud de una página censurada puede resultar en la redirección a otro sitio completamente diferente dedicado a denigrar al anterior; eso, si no aparece el recurrente cartel de acceso denegado.

Parecía que el cable de fibra óptica desde Venezuela resolvería nuestros problemas de conectividad, pero ese cable es un misterio tan denso como la ubicación de la Atlántida.

Nauta, un servicio de la única empresa de telefonía móvil que opera en Cuba y que se cobra en divisas, ha venido a ser nuestra ronda de consuelo. Por Nauta se puede tener, desde el teléfono celular, un correo electrónico con salida internacional. A pesar de la limitación, los usuarios hacen maravillas con este servicio y lo potencian para mantenerse informados aun sin conexión con sitios de noticias.

El cable de fibra óptica desde Venezuela es un misterio tan denso como la ubicación de la Atlántida

No se trata únicamente del control de la información. Cuba no tiene en la actualidad la infraestructura necesaria para asegurar a los ciudadanos esa "última milla" que certifica el acceso del usuario, pero ese reto tecnológico es la parte menos compleja: con inversiones garantizadas en parte por el potencial interesado, podría lograrse; el ADSL, al compartir el doble par de alambres de cobre del cableado telefónico, simplificaría también en parte la dificultad de la implementación. Su lentitud sería relativa para quienes se han acostumbrado a ver abrir las páginas por secciones y sin imágenes. Y claro, las redes wi-fi que se podrían aprovechar de las antenas de la telefonía digital.

El verdadero desafío está en borrar la enorme brecha digital que nos ha puesto a la cola de la innovación y el desarrollo en el mundo. Una exigua parte de los llamados nativos digitales cubanos ha podido familiarizarse con estas tecnologías, menos aún han podido hacerlo con el vasto océano de conocimientos que ofrece la red informática global. No es lo mismo que un científico o investigador comience su andadura por Internet al ingresar en un centro donde se posee dicha herramienta, a que la conozca y la maneje desde la infancia. Es una carencia que con agitar una varita mágica para amanecer mañana con Internet para todos, no podremos resolver. Llevará tiempo y horas de estudio y de práctica y, lamentablemente para muchos talentos, será tarde.

No es un fenómeno único de Cuba, aunque estamos en el puñado de países con acceso restringido a la mayor y muy dinámica fuente de conocimientos de que ha disfrutado la humanidad. En este mundo, cada vez más próximo al concepto de aldea global, somos los relegados. Es por eso que, de la misma forma que la educación, salud y libertades están recogidas en los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el acceso a Internet debería convertirse en el artículo 31 de dicha declaración.

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