¿Qué pasa con los cubanos? El precio mortal de la desunión

Opinión

Romper el cerco comunista no será posible con odio entre hermanos

Nuestras fuerzas se disipan en hallar la paja en el ojo ajeno.
Nuestras fuerzas se disipan en hallar la paja en el ojo ajeno. / Redes Sociales
Jorge L. León

17 de octubre 2025 - 16:30

Houston/Es nuestra desgracia. Máximo Gómez, el Generalísimo, lo acuñó en su famosa frase: “El cubano o no llega o se pasa”. Y es cierto. En este largo fragmento de nuestra historia, nunca hemos llegado a tiempo.

Ayer se acusaba a Martí, hoy se lanzan insidiosas intrigas contra Ferrer. ¿Qué nos pasa? ¿Qué misteriosa inclinación nos impide unir las fuerzas? ¿Por qué, en lugar de sostener al que lucha, buscamos siempre al que cae? ¿Por qué la envidia, la sospecha y el chisme se convierten en herramientas más poderosas que el amor a la patria?

La historia demuestra que la intriga jamás ha llevado a la libertad. La tiranía sobrevive –y se fortalece– porque nosotros, los cubanos, no aprendimos a unirnos. Por más de seis décadas, este régimen ha subsistido alimentándose de nuestras divisiones, de la maledicencia, de esa triste manía de buscar traidores en cada esquina.

Si alguna vez levantáramos una sola voz, si todos nuestros brazos se alzaran en un solo gesto, ningún muro resistiría el empuje del pueblo cubano. Pero nuestras fuerzas se disipan en hallar la paja en el ojo ajeno. Si alguien sospecha de un traidor, que presente pruebas. Si no las tiene, que calle, porque deshonrar a un patriota –uno que ha sufrido prisión, destierro y golpizas– es un acto indigno que solo favorece al verdugo.

Pero más terrible que la pobreza es la fractura moral, esa costumbre de degradarnos unos a otros

Yo no me plegaré jamás a las intrigas. No escucharé a quienes ayer denigraron a Martí y hoy denigran a Ferrer. La intriga no toma partido, la intriga es traición.

Hoy la patria se desangra. Las cárceles están llenas, el hambre asfixia, y la desesperanza se multiplica. Pero más terrible que la pobreza es la fractura moral, esa costumbre de degradarnos unos a otros, de servir al enemigo con el rumor, con la sospecha, con la cobardía disfrazada de crítica.

O nos levantamos ya –todos juntos– o moriremos en la miseria extrema que impone esta ideología enferma que es el comunismo. Basta de intrigas y de intrigantes. La tarea sagrada de esta hora es levantarse con un solo puño.

Si alguien trabaja para el enemigo y hay pruebas, denúnciese. Si no hay pruebas, que su conciencia lo juzgue. Porque si no nos unimos, esta camada de criminales borrará a todo un pueblo.

La historia no perdona a los tibios ni a los desunidos. Nos toca ahora rehacer la nación desde lo más profundo, unir al campesino, al obrero, al intelectual, al exiliado y al que resiste dentro. Romper el cerco comunista no será posible con odio entre hermanos, sino con la fuerza moral de un pueblo que ha decidido vivir libre o morir de pie. Como dejó escrito José Martí: "Cuando hay división entre los buenos, los malos triunfan".

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