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La Gente Bien

José Gabriel Barrenechea

14 de septiembre 2015 - 09:32

Santa Clara/En Cuba tenemos un sinnúmero de tribus. Desde los aficionados obsesivos a los pulóveres con cuello adornados de rayas horizontales y a las motos marca Suzuki, más conocidos popularmente como los segurosos, hasta los seguidores de Osmani García, La Voz. Son estos, junto a los carretoneros, los SEPSAS, las gastronómicas y los boinas negras, los más genuinos representantes del tipo nearthental en nuestra sociedad.

Mas también tenemos en esta Isla gente refinada.

Como en definitiva soy un hombre de letras tiendo a clasificar a la gente, más que por la arquitectura y textura de su cabello o por la manía de enseñarnos los calzoncillos, por su uso del idioma. Y hay en este sentido en Cuba un particular grupo de personas que usa el castellano de una forma muy suya, los que yo llamo Gente Bien.

No me refiero con esta clasificación a quienes, como se les decía en el Ancien Régime antes de 1959, disfrutaban de un nivel de vida elevado y tan solo por ello recibían de la sociedad en general un tratamiento preferencial. No. Aunque hay alguna gente bien de ahora que cumple con semejantes requisitos, conozco sin embargo a más de uno con telarañas en los bolsillos y menos reconocimiento social en su barrio que el borrachito correspondiente. Es más, salvo en La Habana, muy pocos representantes del estamento de los nuevos ricos pertenecen a ese grupo sui generis.

Entonces: ¿En qué se distingue la gente bien del cubano común y doliente?

Pues precisamente por su abuso de esa palabra: bien. Para ellos los vasos están bien llenos, en lugar de muy llenos; las cosas son bien importantes, no como para cualquiera de nosotros, muy o bastante importantes, y ni que decir que Usain Bolt es bien rápido, las fiestas están bien buenas, o los yumas bien locos.

Ellos suelen además imitar mucho el habla ibérica; solo que casi siempre escogen imitar los errores y faltas del habla ibérica

Pero claro, no solo ese indiscriminado abuso caracteriza a la gente bien. Ellos suelen además imitar mucho el habla ibérica; solo que casi siempre escogen imitar los errores y faltas del habla ibérica. Por ejemplo, esta gente no dice como todo el mundo en Cuba mi primera vez, sino mi primer vez; y en cuanto al prefijo super, lo reto a que usted encuentre un matritense que se le compare en cuanto al reguero de super importantes y super buenos que deja tras de sí nuestro biografiado. Punto y aparte es su tendencia al leísmo, en un país en que siempre hemos sido poco dados a ese disonante exceso.

Hay cierta estudiada y muy ensayada languidez meliflua en los gestos y la pronunciación de esta tribu. Y de muletillas ni hablemos, que en ese ritmo lánguido de que ellos hacen ostentación el monótono caer en los mismos sonidos, cada dos por tres, resulta pieza clave. No hace mucho un par de muchachas, evidentemente universitarias, me llevaron mareado desde la Calzada del Cerro hasta la Víbora con el torturante repiquetear de los "ves" con que solo atinaban a cerrar sus oraciones.

El hablar de la gente bien tiende a pegarse incluso por encima de las diferencias ideológicas. Ahí tenemos de ejemplo esa nueva manera de pronunciar escenario, como ekcenario, de que echan mano las presentadoras y periodistas lo mismo en el Noticiero Cultural de la TV Cubana que en los informativos de las seis de la tarde en Radio Martí.

¿Será acaso que el hablar de la gente bien se convertirá en el de la Cuba post castrista?

Espero que no. Porque si es así, ya pueden irse preparando las futuras autoridades para ir a bajarme a tiros del Escambray... ¡Qué caray!

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