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Fuera de servicio

Yoani Sánchez

07 de febrero 2012 - 20:53

Pesa más que un “matrimonio mal llevado”, decía mi abuela de aquel teléfono negro y enorme que había en casa de una vecina. Tenía un cable muy corto y después de hacer una llamada, mi dedo índice estaba manchado con el polvo que había bajo el disco de marcar.  Aún así yo aguardaba ansiosa el grito que le anunciaba a mi madre que la llamaban del trabajo o de alguna provincia. Íbamos corriendo escaleras arriba para pegar el oído al auricular y escuchar lo que una voz cuasi metálica decía al otro lado. Entre las más de diez familias que habitaban aquel solar, sólo había dos con líneas telefónicas. Así que reñirse con los dueños de tan importante artilugio era quedarse desamparado, incomunicado.

Si en marzo de 2008 Raúl Castro hubiera imaginado el papel que jugaría la telefonía móvil en la incipiente sociedad civil cubana, probablemente nunca hubiera liberado su uso. Antes de esa fecha, los cubanos debían buscar a un extranjero que formalizara el contrato de celular y después les permitiera usar el servicio. La deseada tarjeta SIM sólo podía ser adquirida por los mismos que disfrutaban de las habitaciones de los hoteles y los autos rentados, en fin, por gente que no había nacido en esta Isla. Afortunadamente, ese apartheid  ya terminó hace casi cuatro años y hasta la fecha más de un 1,2 millones de usuarios han contratado los servicios prepago de Cubacel. Tal cifra no debería siquiera alegrarnos, pues todavía estamos muy por detrás de el resto de las naciones latinoamericanas.

No obstante las limitaciones que trae su alto costo, la baja cobertura en muchas zonas del país y la suspensión temporal del servicio a usuarios incómodos, la telefonía celular ha terminado por cambiarnos la vida. En este tiempo, la posibilidad de enviar y recibir mensajes de texto ha potenciado el contacto entre ciudadanos, el intercambio de noticias y la invaluable posibilidad de publicar en Twitter sin acceso a Internet. Hace unos días, comenzó a regir una rebaja del 44% para los sms nacionales, aunque todavía estamos a años luz de los precios vigentes en el resto del mundo. Si el objetivo de la única empresa de telefonía del país es atraer así a más clientes para recaudar mayores beneficios, tendrá que aceptar también el efecto colateral de liberación informativa y comunicativa que esto conllevará. Cubacel calcula los beneficios económicos, pero es incapaz de advertir –en su verdadero potencial- la poderosa herramienta social que ahora llevamos en nuestro bolsillo.

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