La red inalámbrica que pone en jaque al oficialismo cubano

SNet ha convertido a sus usuarios en el grupo mejor organizado y conectado al margen del oficialismo. (Karla Gómez)
SNet ha convertido a sus usuarios en el grupo mejor organizado y conectado al margen del oficialismo. (Karla Gómez)
Yoani Sánchez

14 de agosto 2019 - 10:57

La Habana/Sus usuarios no pueden hablar de política ni de religión, pero aún así la Street Network (SNet), que conecta a decenas de miles de cubanos a través de la señal wifi, se ha convertido en un espacio de libertad y de confluencia ciudadana. Esta telaraña virtual, donde se juega, chatea e intercambia contenido, está ahora mismo en el ojo de los censores oficiales tras la entrada en vigor el pasado 29 de julio de una nueva legislación que regula el uso del espacio radioeléctrico en la Isla.

La creatividad ha sido en Cuba una válvula de escape durante décadas de carencias materiales y de excesivo control. Como en las cocinas se inventan recetas para hacer menos aburridos los pocos ingredientes que venden en los mercados, para aliviar los problemas de conectividad a internet muchos jóvenes utilizan herramientas offline que sustituyen parte de las experiencias que podrían tener en la web.

SNet nació hace más de una década, justamente, como un espacio para los videojuegos, los foros, los sucedáneos de las redes sociales y el traspaso de archivos entre quienes no tenían la posibilidad de acceder con frecuencia a la red mundial. Con dispositivos comprados la mayoría de las veces en el mercado negro y otras fabricados por los propios usuarios, comenzaron a conectarse los clientes, surgieron los primeros nodos e, incluso, aparecieron administradores para gestionar un fenómeno que entrelazó La Habana con hilos invisibles.

Durante todo ese tiempo existieron en la alegalidad, algo tolerados por el oficialismo que prefería tener a esos miles de jóvenes más concentrados en aprenderse las partidas del último videojuego de moda que en ejercer alguna postura cívica. Pero incluso así, SNet nunca agradó a la Plaza de la Revolución, especialmente porque permitía conectar gente y crear comunidades más allá de la ideología y la política. Para un Gobierno obsesionado con saber cada detalle de la vida de sus ciudadanos, eso era un peligro.

A su favor cuentan con la mayor comunidad medianamente organizada que existe en Cuba. En su contra, un sistema que teme profundamente que los ciudadanos se unan sin que se les dé la orden de hacerlo

La nueva legislación para las redes inalámbricas da viso de legalidad a SNet pero la ha puesto al borde de la muerte. La normativa incluye rígidos requisitos técnicos que de cumplirse a rajatabla harían disminuir el alcance, la velocidad y el número de usuarios que pueden conectarse. Es una regulación que busca recortar la influencia que tiene este entramado apuntalado por NanoStations y Mikrotiks, algunos de los dispositivos que la componen. La decisión oficial es una manera de matarla sin prohibirla, de disminuir su importancia limitando su tecnología.

La respuesta de los usuarios no se ha hecho esperar. El pasado sábado decenas de personas se dieron cita frente al Ministerio de Comunicaciones para exigir una licencia especial que permita a SNet seguir operando. Varios de los manifestantes proponían que las autoridades utilicen la infraestructura de la red para potenciar la informatización de la sociedad cubana y que el monopolio estatal de telecomunicaciones, Etecsa, cierre acuerdos con los administradores que permitan llevar el acceso a internet a través de sus nodos y antenas.

La respuesta oficial no ha sido positiva y los usuarios de SNet se preparan para nuevas acciones. A su favor cuentan con la mayor comunidad medianamente organizada y conectada que existe en Cuba más allá de las oficialistas organizaciones de masa. En su contra, un sistema que teme profundamente que los ciudadanos se unan sin que se les dé la orden de hacerlo.

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Este texto fue originalmente publicado en la Deutsche Welle para América Latina.

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