En Santa Clara las ventas privadas 'online' triunfan

El mercado informal usa Facebook para ofertar productos y plataformas de mensajería como Telegram o WhatsApp para concretar ventas

En Santa Clara, las colas son ahora más largas de lo habitual. A ello han contribuido los "coleros" que comprar para revender en el mercado informal. (Laura Rodríguez)
En Santa Clara, las colas son ahora más largas de lo habitual, en parte por culpa de los que compran para revender en el mercado informal. (Laura Rodríguez)
Laura Rodríguez Fuentes

31 de mayo 2020 - 16:25

Santa Clara/José Daniel no se llama así pero le gustó ese seudónimo para crear un perfil ficticio en Facebook y en las plataformas de mensajería que usa para vender a domicilio productos cuya comercialización ha sido prohibida por el Gobierno desde el inicio de la pandemia del covid-19.

Con unos treinta años de edad, José Daniel se traslada en una bicicleta rústica que tiene un cajón plástico en la parte trasera, donde guarda la mercancía que ha sido encargada por Messenger de manera previa. Con mucha cautela, los cubre con un paño y les coloca un saco negro encima que pueda despistar a la policía si lo detienen. Para cuidarse, realiza solamente una entrega diaria.

A principios de abril el Gobierno dispuso que la venta de alimentos y productos de aseo sólo se realizaría en las tiendas estatales y en los negocios en divisa que controlan las Fuerzas Armadas Revolucionarias. También dispuso un tope de compra: dos unidades de cada mercancía por persona. Suspendió la distribución de algunos alimentos y artículos de higiene y cerró los mercados físicos, en los que tradicionalmente se toleraba que los particulares vendieran los productos que traían en viajes al exterior.

El Gobierno dijo que las medidas buscaban evitar el acaparamiento de productos de primera necesidad por la emergencia derivada del covid-19, pero los críticos dicen que la medida le permite ingresar divisas a su diezmada economía.

El resultado de las disposiciones en Santa Clara fue un auge del cincuenta por ciento o más del mercado informal, según cálculos propios que tienen en cuenta la cantidad de comerciantes y productos.

Ahora, el mercado informal usa la red social Facebook para ofertar los bienes y las plataformas de mensajería como Telegram o WhatsApp para concretar las ventas de lo que el Gobierno reguló: pollo, carne de cerdo, pasta dental, ropa, bombillos y otros productos.

José Daniel, como otros comerciantes de este mercado negro digital, pide que su identidad no se revele porque se arriesga a una pena de prisión de entre tres meses y un año, como lo establece el Código Penal. Dice que hace menos de un mes un amigo suyo fue trasladado a una de las unidades de policía de Santa Clara por transportar una bolsa con varias libras de jamón.

Desde que el Gobierno anunció la regulación del mercado, los medios oficialistas han mostrado en televisión la captura de supuestos acaparadores. Pero a estas páginas públicas de Facebook no las ha tocado tal vez para no darle una vuelta de tuerca más a la escasez que vive el país y que afecta al cubano de a pie.

También dice que estudió pedagogía y que bajo el seudónimo que él usa, José Daniel, operan cientos de comerciantes. Otros usan nombres como Verónica pero son hombres o identidades de personas famosas en Cuba como Becky G, cantante de reggaeton.

"El perfil es común (lo usan varios) y los pedidos los revisa (los toma) quien tenga datos móviles en ese momento", dijo. "Al día, recibimos cerca de diez o doce pedidos, a toda hora, de acuerdo a las ofertas que publicamos".

Los productos comercializados por él y "su gente", como llama a quienes son parte de la red de coleros, revendedores ilegales, son conseguidos de la misma forma como el pueblo general lo hace: haciendo largas filas en las tiendas de las cadenas Cimex y TRD Caribe.

"Siempre vamos más de cinco o seis o hablamos, a veces, con los propios dependientes para que nos resuelvan más, pero tampoco nos los llevamos en grandes cantidades", dice José Daniel, que no se considera acaparador y no le agrada este término que usa el Gobierno.

Para él, un acaparador es quien se aprovecha de la escasez o retiene productos básicos al por mayor. Dice que compra bienes que tienen salida rápida en este mercado clandestino, incluyendo los más demandados y racionados como el aceite o el pollo.

Cuando estalló la pandemia, Cimex y Caribe ampliaron los servicios de comercio electrónico de la plataforma de venta en línea www.tuenvio.cu con la idea de que las personas se quedaran en casa y no se expusieran al covid-19 haciendo cola para adquirir productos básicos.

Sin embargo, muy pocos pudieron acceder a la plataforma el día que se lanzó con nuevos servicios porque colapsó. Quiénes alcanzaron a registrarse y comprar les llegaron productos equivocados o no les llegó en absoluto.

Las autoridades cerraron la plataforma hasta que se atendieran las compras pendientes. En cambio, el mercado negro de Santa Clara nunca tuvo este problema.

Desde hace casi un año, cuando se crearon dos grupos en Facebook, Telegram y WhatsApp llamados La Candonga de Santa Clara y Revolico ventas Santa Clara, todo ha funcionado sin tropiezos. En ellos se puede encontrar todo lo que escasea en las tiendas estatales pero a precios exorbitantes.

Aunque una parte importante de lo que está a la venta en estas plataformas ha sido adquirido en los comercios estatales, y por tanto su reventa es ilegal, su existencia no es un secreto para nadie. Ambos grupos son públicos en Facebook.

Para no tener problemas con las autoridades, los administradores de esos portales no aceptan publicaciones de los usuarios relacionadas con la política o la situación de la Isla que vayan "en contra de la moral". Quiénes incurran en dichas prohibiciones son eliminados inmediatamente.

En Santa Clara, donde viven cerca de 220.000 habitantes, La Candonga tiene más de 34.000 miembros y Revolico 45.000, que representan cada uno una familia, lo que permite decir que la mayoría de la población de esa ciudad recurre a esas dos plataformas.

Los vendedores incluyen fotos de los productos que comercian. A veces indican el precio o piden que se les solicite por Messenger, WhatsApp o Telegram.

Como Facebook, Messenger es la plataforma de mensajería más usada por los cubanos y resulta ideal para las transacciones del mercado informal porque no exige poner un teléfono que las autoridades puedan después rastrear.

La mayoría de los comerciantes, en sus perfiles falsos, cobran un suplemento para entregar a domicilio.

Desde que el Gobierno decretó las restricciones en la compraventa de los productos, el tráfico en La Candonga y Revolico se ha disparado.

De acuerdo con la información oficial de Facebook, en las últimas ocho semanas se han sumado cerca de 14.000 nuevos miembros al grupo La Candonga. En la página se realizan aproximadamente 935 publicaciones diarias de diferentes usuarios que compran o venden mercancía.

Al grupo de Revolico se unieron unos 32.000 nuevos integrantes en los últimos 28 días, según la misma fuente, y tiene 548 publicaciones.

Estos grupos se han convertido en la única forma de conseguir artículos básicos o difíciles de encontrar en las tiendas de divisas, como la pasta dental, además del pollo o el picadillo en cantidades superiores a las permitidas oficialmente.

La Candonga ofrece desde bombillos, fogones, pintura, ropa y zapatos, hasta queso, jamón, huevos y juguetes sexuales, cuya importación está prohibida.

Muchos, sin embargo, protestan por los altos precios de los artículos, que se venden hasta cuatro veces más del valor original. Un tubo de pasta dental, que cuesta normalmente 1,10 CUC llega a más de 6 CUC. Un pomo de aceite, cuyo precio original es 2 CUC, puede terminar costando 4 o 5 CUC.

"Es un abuso la reventa de tantos productos de las tiendas en estas páginas", comenta una usuaria en la página La Candonga. "Falta de respeto total. Si lo que se revende se hubiera quedado en las tiendas, alguien lo hubiera comprado a precio normal. Si el Gobierno no cumple deberíamos ayudarnos los unos a los otros y no masacrarnos más".

Otros defienden la página porque prefieren pagar los productos a cualquier precio con tal de evadir las colas y evitar el contagio.

"Yo prefiero que me lo traigan a tener que salir a dar tumbos de tienda en tienda", dice Ariannys Lemus, una madre y ama de casa de Santa Clara. "Ojalá que esto no lo quiten porque entonces sí que nos vamos a embarcar. Prefiero pagar lo que sea por una libra de queso que no lo hay en ninguna parte".

El éxito de La Candonga virtual en Santa Clara se debe, en parte, a la desaparición de la zona comercial que lleva el mismo nombre y fue cerrada en abril por las autoridades para controlar la epidemia puesto que está ubicada en el área hospitalaria de la ciudad.

Cientos de cuentapropistas se agrupaban en la Candonga –una palabra traída a Cuba por los soldados de la guerra de Angola en los años 70 y 80 para designar una zona de comercio– y se dedicaban a vender productos importados desde Panamá o Guyana por particulares como los médicos que vuelven de misiones en otros países. Esta actividad aunque no era exactamente ilegal tampoco era totalmente legal. Era tolerada.

Son esos mismos "candongueros" que crearon las plataformas virtuales.

Esos mismos "candongueros" se pasaron a las plataformas virtuales y se sumaron así a un mercado totalmente ilegal, en el que operan los revendedores de productos sacados de las tiendas estatales en divisas.

De la noche a la mañana los grupos de Facebook se convirtieron en su único medio para vender los productos en los que habían invertido miles de dólares entre pasajes y compras al por mayor.

Yanet González viajó a México dos veces a inicios de este año. De allá pudo traer más de 50 kilos de mercancía. "Cuando cerraron la zona tuve que empezar a vender por las redes lo que había comprado porque tenía que recuperar el dinero", dice la joven de treinta años. "He logrado vender algunos pero me da un poco de miedo postear otros que me han dicho que no se pueden vender como el aseo personal, por ejemplo".

Como en otros momentos de crisis o escasez, el Gobierno se ha esforzado en transmitir una imagen de dureza contra el acaparamiento y el mercado negro.

En las últimas semanas, ha organizado redadas y ha confiscado varios almacenes de productos ilegales, descubiertos por denuncias de los vecinos o llamadas anónimas.

Además, el noticiero televisivo ha emitido informes, casi a diario, de decomisos realizados en varias provincias. Ante las cámaras han exhibido las caras de los acusados a quienes tildan de "malversadores" o "acaparadores" en medio de una pandemia.

En la provincia de Villa Clara, por ejemplo, el pasado 13 de mayo la policía intervino el almacén ilegal de un ciudadano que tenía en su posesión más de 400 cajas de jugo, 120 litros de aceite, más de 1.000 paquetes de confituras y 538 pomos de ron.

Los productos provenían de los propios establecimientos estatales y tiendas de divisas. En otras redadas, los medios oficialistas han reportado la detención de varios transportistas que presuntamente desviaban cilindros de oxígeno o almacenaban grandes pacas de cebolla en la provincia de Mayabeque.

Sin embargo, estos operativos solo han tocado la punta del iceberg de un sistema de compra y venta cuyo funcionamiento goza de buena salud.

Hasta el momento, dos eslabones fundamentales de este negocio no se han visto afectados. Los grupos en redes sociales donde suelen anunciarse los artículos no han sido objetivo de las autoridades. Tampoco los administradores o dependientes de las tiendas de divisas que, con frecuencia, colaboran con los denominados acaparadores a cambio de sobornos.

José Daniel y sus colegas de trabajo sospechan que el Gobierno, pese a su retórica, ha decidido "hacerse de la vista gorda" con la reventa virtual. "No quieren apretar tanto la soga para que no se asfixie la gente". Él por si acaso toma sus precauciones. "Yo me cuido, yo sí no quiero aparecer en el noticiero".

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