"Ahora mismo nadie está cambiando dólares, la gente espera a ver lo que va a pasar"
Tasa flotante
En las provincias, se le ha hecho caso omiso a la tasa flotante oficial y solo funciona el mercado informal con una cotización de 440
La Habana/Holguín/“¿Quieres cambiar dos patas?”, pregunta un cliente en una mipyme en Alamar. “Na”, responde la persona que atiende el negocio, “es por gusto, el dólar va para abajo”. La escena, mínima y doméstica, se repite estos días en varios puntos de la Isla. Es la reacción inmediata a la incertidumbre creada por la tasa flotante oficial, que este sábado bajó a 408 pesos por dólar al tercer día de su implementación (su cotización de salida fue de 410 el jueves 18 de diciembre).
En su cruzada contra el mercado informal y, en particular, contra la publicación diaria de las tasas en el medio independiente El Toque, el Gobierno parece decidido a frenar la inflación como las madres cubanas bajan la fiebre: a golpe de duchas frías y “curas de caballo”. La paradoja es que la tasa anunciada por el Banco Central se parece demasiado a la que, hasta ahora, marcaba el termómetro callejero, muy por arriba de la tasa oficial de 120 CUP supuestamente en vigor en los bancos, donde se había vuelto imposible conseguir dólares o cualquier otra divisa.
La apuesta oficial ha generado un silencio tenso en el mercado. “Ahora mismo nadie está cambiando dólares, al menos los que se dedican habitualmente a eso. Yo mismo tengo problemas para cambiar. Unos dicen que no tienen efectivo, otros que van a esperar”, cuenta a 14ymedio un cuentapropista habanero. Otro interlocutor confirma el mismo clima: “Tengo un colega que quiere cambiar y dice que por La Habana nadie los quiere. Le ha dado la vuelta entera”. La respuesta es casi unánime: “Ahora es momento de recogerse y esperar”.
Sin embargo, el efecto amenaza con ser pasajero. El propio discurso oficial reconoce, aunque en un tono mucho más edulcorado, las limitaciones de la medida. En un extenso análisis publicado por Cubadebate, se admite que la implementación de un mercado cambiario de tasa flotante no ocurre “en un momento ideal” de la economía cubana. Bajos niveles de producción, caída de las exportaciones, restricciones severas de financiamiento externo y un déficit fiscal todavía elevado conspiran contra cualquier intento de estabilización rápida.
Según ese texto, el Banco Central de Cuba entra al mercado como “un competidor más”, pero con capacidad administrativa para publicar diariamente la tasa, que flotará de acuerdo con la oferta y la demanda. La propia nota oficialista reconoce que, al inicio, la tasa deberá mantenerse “cercana a la que actualmente rige en el mercado informal”, para evitar un choque inflacionario mayor.
En la calle, esa admisión se traduce en pragmatismo y, en muchos casos, resignación. En una mipyme cerca del puente de Santa Fe, en Guanabacoa, una mujer intentó cambiar 40 dólares. “Pero a 408”, le dijo la dependienta. “Me da igual”, respondió la cliente, “no tengo dinero ni pa coger un triciclo”. La escena ilustra bien el dilema entre vender ahora, aunque sea a una tasa que puede variar mañana, o quedarse con dólares que hoy pocos quieren comprar.
“En general, creo que son pocos los que están vendiendo sus dólares a 408, pero sí los hay, porque ahora mismo es la única opción”, explica otro entrevistado. En La Habana Vieja, una mipyme donde antes se aceptaban divisas decidió cerrar esa puerta de golpe: “Ayer fui a comprar un par de cosas y no estaban aceptando dólares, solo moneda nacional”. Nadie quiere quedarse atrapado con billetes verdes en un mercado que es pura zozobra por la medida oficial y la cercanía de los festejos navideños.
En Holguín, la escena es distinta. Lejos de La Habana –donde previsiblemente se concentra la mayor parte de los dólares disponibles para la operatoria del Banco Central–, la tasa flotante oficial ha despertado más apatía que expectativa. Un trabajador por cuenta propia que se desplaza a diario por la ciudad asegura a 14ymedio que en la provincia “se le ha hecho caso omiso a la medida; aquí el dólar sigue a 440”. La distancia geográfica se traduce, una vez más, en distancia económica.
El relato oficial insiste en que este nuevo sistema permitirá mayor control fiscal, reducción paulatina de la inflación y más recursos para sectores como salud, educación y cultura. También promete estimular las exportaciones, ofrecer un cauce “seguro” para cambiar remesas y combatir las distorsiones creadas por la informalidad. Todo eso suena bien en el papel. El problema es que Cuba ya ha vivido demasiadas reformas que, en su fase inicial, prometían orden y terminaron multiplicando el caos.
La clave está en lo que no se dice con suficiente claridad: el mercado venderá solo lo que compre. Es decir, no hay un respaldo en divisas que garantice liquidez suficiente. La disponibilidad para comprar dólares –y, por tanto, la credibilidad del sistema– dependerá de un “proceso gradual” de robustecimiento que, en una economía exhausta, puede tardar demasiado o no llegar nunca. Mientras tanto, la informalidad se repliega, observa y espera.
La tasa flotante puede haber provocado una pausa táctica en la compraventa de divisas, pero no ha resuelto las causas estructurales del problema, considera la mayoría de los economistas, desde la oposición y también desde un sector crítico cercano al régimen, que se han pronunciado sobre las nuevas medidas. Sin aumento real de la producción, sin exportaciones sostenidas y sin acceso a financiamiento externo, el peso cubano seguirá siendo una moneda débil, por mucho que se le publique cada mañana un nuevo precio oficial. El mercado, dentro o fuera de las instituciones, terminará ajustando la cifra a su manera.