En la ciudad de Matanzas, el agua solo llega una hora o dos al día cuando la ponen

Matanzas/Hace algunos años Ismael compró un tanque de gran capacidad para que no faltara el agua en su casa. Sin embargo, en los últimos meses ha pasado hasta 15 días sin poder almacenar ni una gota. Los problemas de suministro afectan a miles de residentes en la ciudad de Matanzas y comprometen la higiene en los hogares y en los servicios gastronómicos.

"La ponen una o dos horas como máximo, casi siempre en el horario de la tarde, cuando no hay corriente", lamenta el matancero de 52 años que vive en la calle Manzaneda. Cuando llega el agua por la tubería, escasa y con poca fuerza, Ismael depende de una bomba eléctrica para subirla al tanque ubicado sobre el techo de su vivienda. Solo así, el suministro podrá llegar a cada pila del baño y la cocina, pero, en medio del apagón, la tarea es imposible.

Con más de 15 horas de cortes eléctricos cada día, los matanceros no solo ven cómo los bombillos permanecen la mayor parte del tiempo apagados y las baterías de los móviles se descargan sino que también los grifos se quedan secos por días y días. "Cuando llega un poco de agua tengo que llenar cubo a cubo un tanque más pequeño que tengo en el patio", cuenta Ismael a 14ymedio.

Estar obligados a usar el agua desde ese envase hace más complicada la rutina cotidiana. "Si te vas a bañar no puedes usar la ducha, si vas a fregar un plato tienes que hacerlo jarrito a jarrito", explica. "Donde te ibas a tardar diez minutos en hacer algo, te metes media hora o más". La vida se va en el ir y venir con cubos y pomos desde el pequeño tanque en el patio hasta la cocina y el baño. 

Metidos en una dinámica que secuestra cada minuto de sus vidas, los matanceros apenas tienen tiempo para otra cosa que acarrear y almacenar agua, vigilar las pilas a ver si sale alguna gota de vez en cuando y ahorrar la poca que logran obtener. Desde fuera de la Isla, ese círculo vicioso se ve con más alarma. "Mi madre lleva más de 15 días sin agua en su casa en Matanzas", escribió desesperada, en su cuenta de Facebook, una emigrada cubana en España.

"Ella, como la mayoría de las personas, depende de una turbina para llenar el tanque. Sin corriente, eso es imposible. ¿El resultado? Lleva 15 días cargando en una bolsa de mandados dos bidones de agua desde su trabajo. Así tiene que resolver para poder bañarse, cocinar o simplemente vivir", denunciaba la mujer que cataloga la situación de "totalmente inaceptable".

La casa de la mujer está, además, en plena calle Medio, donde se ubican "tiendas, restaurantes, bares y centros de ocio de la ciudad. El corazón del centro de Matanzas, donde todo aparenta estar bien. Pero detrás de esa fachada turística, hay vecinas como mi madre viviendo en condiciones extremas", subraya la emigrada.

Al interior de los negocios particulares, sin embargo, la falta de suministro golpea duramente la elaboración de alimentos y bebidas. "Hay platos y recetas que no podemos hacer porque consumen mucha agua", reconoce la empleada de una cafetería ubicada en la céntrica vía y que ha visto, este mes de junio, "una o dos veces" llegar el agua por las tuberías. "Usamos platos y vasos desechables para no tener que fregar mucho pero eso también eleva los costos".

"Mantener la higiene se complica bastante con todo esto pero los inspectores actúan como si nosotros tuviéramos un flujo de agua constante y de calidad", lamenta la trabajadora. "Las multas te las ponen igual aunque no se reciba ni una gota, o sea, nosotros tenemos que cumplir pero el Estado no cumple con nosotros", sentencia.

"Parte del agua potable con la que cuenta la ciudad se está destinando a enfriar las calderas de la Termoeléctrica Guiteras", advierte una ingeniera matancera que prefiere el anonimato. "En el plan de la reparación capital que van a hacer en esa central se ha incluido la instalación de una planta desalinizadora pero no hay un cronograma claro de cuándo se hará esa obra".

"La central térmica de la Guiteras tiene ahora mismo un sobreconsumo de agua y necesita más de 50 metros cúbicos por hora", detalla la especialista. "La solución es que pueda tener su propio suministro de agua de mar procesada para bajar las temperaturas de las calderas sin dañar con sus sales la infraestructura, pero mientras no tenga eso seguirá usando las mismas fuentes de abasto que suministran a los hogares matanceros".

Por su parte, Ismael enumera todas las gestiones que se han hecho ante entidades que van desde el Poder Popular, en todos su niveles, hasta las instituciones vinculadas al suministro hidráulico, para exigir una mejora de la situación. "El Gobierno dice que la crisis está dada principalmente por el fallo en el sistema de bombeo de las cuatro estaciones que alimentan la ciudad". Pero el matancero cree que la negligencia y la desidia son parte inseparable de la ecuación. "Esto no es sólo una cuestión de turbinas sin potencia. Toda la infraestructura está dañada. La pudrición en las tuberías es enorme y no se ha invertido en mucho tiempo en repararlas", asegura. 

En el municipio cabecera existe un total de 91 salideros identificados, según declaró al periódico Girón Guillermo Cué Lugo, director de la Empresa Provincial de Acueducto y Alcantarillado. El funcionario reconoce que en los últimos tiempos, además, la Guiteras "ha triplicado su consumo de agua" y que los llamados "disparos" eléctricos, cortes en el bombeo por fallas de voltaje o apagones, suponen un problema del que no se avizora solución a corto plazo.

Para Carmen, madre soltera residente también en el centro de la ciudad, las explicaciones burocráticas no alivian su calvario. "Varias veces a la semana tengo que caminar 12 cuadras desde mi casa en la calle Compostela hasta El Pompón, frente al Parque Watkins", explica. Allí, la mujer llena dos pomos grandes con agua purificada en una pila del Seminario de Teología. Cuesta arriba regresa a su vivienda con el pesado botín.

"Los piperos están cobrando 6.000 pesos por llenar los depósitos de 250 galones, pero yo ni tengo tanque ni recursos para pagar esa cantidad", añade Carmen. Ante la crisis, la matancera opta por reducir al mínimo el consumo de agua: menos manos lavadas, menos limpiezas de piso y menos vasos para tomar, lo que redunda en más peligros sanitarios.