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"Le quitaron la mochila, los tenis y el móvil cuando iba de la secundaria hacia su casa"

Inseguridad

La inseguridad se ha apoderado de Alamar, la ciudad modélica construida en los años 70 en la periferia de La Habana

"Tenemos la casa en venta hace años pero nadie quiere comprar aquí" / 14ymedio
Natalia López Moya y José Lassa

16 de mayo 2025 - 14:28

La Habana/Niños acompañados hasta la puerta de la escuela, trabajadores que salen de madrugada junto a sus familiares para evitar asaltos y ventanas que se cubren de rejas, las señales del aumento de la inseguridad en la barriada de Alamar, en Habana del Este, tiene muchas formas de expresarse y otras tantas de vivirse. Lejos de los focos del centro de la capital y con escasa presencia policial, la "ciudad del hombre nuevo" es un lugar cada día más peligroso.

"A un amigo de mi hijo le quitaron la mochila, los tenis y el móvil cuando iba de la secundaria hacia su casa", comenta Niurka, de 47 años, a 14ymedio, y madre de un adolescente que cursa el octavo grado en una escuela de Alamar. "Le salieron dos muchachos de la maleza y lo amenazaron con una navaja, hasta el pomo de agua se llevaron", lamenta la mujer, que llegó a la barriada cuando era apenas una bebé, en los años 80.

"Mi padre trabajaba en un restaurante del Estado y le otorgaron este apartamento en la zona 18, una de las mejores, porque teníamos el mercado cerca", detalla. La vivienda, en un tercer piso y con un balcón con vista al mar, fue una bendición para la familia, que había compartido, hasta ese momento, un pequeño cuarto en una ciudadela junto a los abuelos maternos de Niurka. "Recuerdo aquellos días como un sueño, todo nuevo, todo brillante".

Luminoso se veía también el futuro que aguardaba a los residentes en un reparto que se construyó a toda velocidad y bajo parámetros arquitectónicos inspirados en los edificios de concreto que se erigían para el proletariado en el bloque comunista de Europa del Este. Pero junto a los inmuebles que albergan actualmente a más de 100.000 habitantes, la infraestructura de la barriada apenas se desarrolló.

Este es el lugar ideal para la delincuencia"

"Este es el lugar ideal para la delincuencia porque aquí, entre un edificio y otro, hay descampados, maleza, zonas sin protección ninguna en la que uno tiene que ir caminando por caminos hechos por el paso de la gente, con hierba alta a cada lado", detalla Niurka. Agazapados a los lados de esos trillos y guardarrayas, aguardan los rateros que se aprovechan de la penumbra para asaltar a sus víctimas.

"Dejé el trabajo que tenía en La Habana Vieja hace un par de años porque tenía que salir muy temprano, a veces ni siquiera había amanecido, y una vez un ladrón me saltó encima y me arrebató la cadena de oro que llevaba", cuenta la mujer a este diario. "Después de eso aguanté unos meses más porque mi esposo me llevaba hasta la parada de guagua y cuando él se fue del país lo hacía mi mamá, pero ahora no tengo a nadie que vaya conmigo".

Los robos en las casas también están entre las mayores preocupaciones de los residentes en Alamar. "Empezaron poniendo rejas los de la planta baja pero ya todos estamos encerrados por todos lados", cuenta Marcos, otro vecino del barrio, que vive junto a su familia en la zona 13. "Aquí en nuestra casa se han metido varias veces. Hace poco aprovecharon que mi madre, muy viejita, estaba sola, le inventaron un cuento para que abriera la puerta, le dieron un empujón y se llevaron hasta la olla de presión".

Después del incidente, la familia decidió reforzar la seguridad del apartamento. "Terminé de poner unas rejas que me faltaban en las ventanas de los cuartos y compré hasta un video portero para saber quién está en la puerta, pero hay que tener cuidado también con no aparentar que uno tiene muchas cosas que proteger porque entonces te cazan la pelea al salir y te meten un trastazo". 

Ante el dilema de blindarse más contra los robos pero no enviar el mensaje de que se tienen pertenencias valiosas, este habanero ha optado por algunas medidas preventivas. "Tenemos un pitbull, de la casa nadie sale de noche, mi madre tiene prohibido abrirle la puerta a nadie cuando está sola, mi hermana me mandó un par de spray de pimienta por si tengo un altercado a la entrada o a la salida y además tengo el sueño muy ligero", enumera.

La mayor preocupación para este hombre es su hija de 16 años que debe salir cada mañana para la escuela y tiene una vida social más activa. "Aquí el químico está acabando con la juventud y con los papelitos esos han llegado más broncas, más puñaladas y más muertos". El más reciente incidente, una fiesta de jóvenes donde "unos terminaron en la estación de Policía y otros en el hospital" debido a una pelea con machetes azuzada por la que se ha convertido en la droga más popular de las calles cubanas.

"Mi hija tiene una lista de cómo proceder en cada caso, si le coge la noche en la casa de alguna amiga tiene que esperar que la vayamos a buscar, no puede llevar el móvil a la escuela, nada de prendas encima, nada de caminar por los trillos, tiene que ir por la parte de la acera bien visible o por la calle, que aquí es más probable que te salgan con un cuchillo de un matorral a que te arrolle un carro con el poco combustible que hay", enumera.

La relación de medidas que Marcos expone hubieran sido impensable hace cuatro décadas cuando su madre, como trabajadora de la industria textil, recibió aquel apartamento en un barrio que parecía destinado al éxito. Cerca del mar, con inmuebles recién construidos y una población de profesionales, obreros calificados, técnicos soviéticos y muchos niños, Alamar se veía como un prototipo de la Cuba que vendría.

"Tenemos la casa en venta hace años pero nadie quiere comprar aquí", reconoce. "No es que en otras partes de La Habana la cosa esté mejor, pero por lo menos tú te asomas al balcón y ves policías, pero aquí ni patrullan, ni controlan ni nos cuidan". Como muchos otros vecinos, siente que debe protegerse con sus propios medios y tomar todas las precauciones para evitar ser otra estadística más en la cifra de víctimas.

Esto tiene zonas que son puro campo, están oscuras cuando hay electricidad y más oscuras cuando no hay corriente"

Los apagones aumentan la inseguridad. "Esto tiene zonas que son puro campo, están oscuras cuando hay electricidad y más oscuras cuando no hay corriente porque ni siquiera le llega algo del resplandor que sale de las casas". A su juicio, el aumento de cortes eléctricos en horario nocturno ha coincidido también con un crecimiento en los reportes de incidentes violentos.

"Hay días en que ni siquiera salgo de mi casa", detalla el hombre. "Mi hermano me mantiene desde Miami y hago también algunos trabajos como diseñador web, por eso no tengo que estar dejando el apartamento solo con mi madre que ya está muy mayor". Si tiene que cruzar el umbral de la puerta se prepara bien. "En la cintura llevo un machetín afilado, en el bolsillo el spray de pimienta y el móvil configurado para poder llamar a mi mujer con solo un toque para avisarle si me pasa algo". 

El futuro ha resultado ser muy diferente para Marcos y su familia, en lugar de luminoso, el hombre nuevo vive bajo las sombras del miedo en la barriada de Alamar.

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