Luis Conte Agüero, la voz cubana que desafió al poder, muere a los 101 años
Obituario
Con su partida se va el último político de la República
La Habana/Luis Conte Agüero, figura esencial del periodismo político cubano, murió este martes a los 101 años, apenas unos días después de celebrar su último cumpleaños, el pasado 6 de julio, según confirmó Wilfredo Cancio en sus redes sociales. Se va una voz que marcó a generaciones de cubanos dentro y fuera de la Isla, y que supo mantenerse fiel a su conciencia incluso cuando ello significó el exilio.
Conte Agüero no fue un espectador de la Historia, sino que la encarnó. Político ortodoxo, periodista combativo, intelectual incansable, protagonizó momentos cruciales del siglo XX cubano. En su juventud fue “La voz más alta de Oriente”, con programas radiales emblemáticos en emisoras como CMKR, CMKC y Radio Cadena Oriental, desde donde moldeó la opinión pública del Oriente cubano. Pero fue en La Habana donde su nombre resonó con fuerza nacional, gracias al programa Habla Luis Conte Agüero, espacio que lo consolidó como uno de los comunicadores más influyentes de su tiempo.
“El hombre perfecto no existe; si existiera, sería Luis Conte Agüero”, escribió Fidel Castro en 1954
Su cercanía con Eduardo Chibás y su defensa de los asaltantes al Cuartel Moncada –cuando era arriesgado hacerlo– lo colocaron en el centro del escenario político. Por ello enfrentó juicio en octubre de 1953, acusado de “apologista de un delito”. La intensa correspondencia que sostuvo con Fidel Castro durante el presidio de los moncadistas en Isla de Pinos revela una relación compleja, íntima y al mismo tiempo anticipatoria del quiebre que vendría. “El hombre perfecto no existe; si existiera, sería Luis Conte Agüero”, escribió Castro en una carta de 1954.
En 1955, tras la amnistía a los asaltantes del Moncada, Castro lo mencionó en CMQ como su candidato ideal a la presidencia de la República. Pero el rumbo de la Revolución, una vez en el poder, llevó a Conte Agüero a denunciar la deriva comunista del nuevo régimen. Su voz crítica, su acusación directa al Partido Socialista Popular por intentar apoderarse del gobierno, selló su destino. Del círculo íntimo del líder revolucionario pasó a ser considerado un enemigo público.
Conte Agüero denunció la deriva comunista del nuevo régimen
El 30 de octubre de 1960, acorralado por la represión, se refugió en la Embajada de Argentina en La Habana. Había sido difamado públicamente frente a las cámaras de televisión por el propio Castro. Desde allí partió a Buenos Aires y luego a Miami, donde viviría más de seis décadas como exiliado, sin abandonar nunca la batalla por una Cuba democrática. Fue desde la diáspora una figura de referencia, símbolo de resistencia moral para los cubanos dispersos por el mundo.
En Washington, Conte Agüero se reunió con siete presidentes de Estados Unidos: John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George H. W. Bush y George W. Bush. En 1962, tras la invasión de Bahía de Cochinos, recibió un mensaje personal del presidente Kennedy, y fue invitado a la Casa Blanca poco antes de la Crisis de los Misiles. Más tarde, tanto Ronald Reagan como George W. Bush le manifestaron por escrito su aprecio personal y su admiración.
Se reunió con siete presidentes de Estados Unidos
En 2007, la periodista Ann Louise Bardach rescató su libro de cartas con Fidel Castro en una edición bilingüe publicada en Estados Unidos, devolviendo a los lectores una pieza clave para comprender los dilemas éticos y políticos de los años 50 en Cuba.
Un documental sobre su vida, Centinela de la libertad, basado en una extensa entrevista realizada por Ismael Requejo, será estrenado el próximo 14 de noviembre en el Miami Hispanic Cultural Arts Center. Será un último homenaje a un hombre que habló con pasión de la libertad y que no dejó de hacerlo ni siquiera en el destierro.
Conte Agüero muere con la palabra en alto. Su legado no pertenece a una sola facción, ni a un solo exilio, ni a una sola ideología. Pertenece a Cuba, a la memoria de una nación dividida, pero aún capaz de escuchar y reconocer a sus voces más auténticas.