En Matanzas, "el agua que pone el Acueducto no hay quien se la tome, ni siquiera hervida"

Matanzas

El agua purificada que regala la iglesia episcopal alivia la situación, pero no es accesible cuando hay apagones

Cada lunes, miércoles y viernes, si hay electricidad, la iglesia ofrece agua purificada.
Cada lunes, miércoles y viernes, si hay electricidad, la iglesia ofrece el servicio. / 14ymedio
Julio César Contreras

04 de octubre 2025 - 09:10

Matanzas/El sudor le corre por la frente cuando descubre, como una revelación, que está abierta la amplia ventana de la iglesia episcopal en la calle San Juan de Dios. El joven no llega en busca de auxilio espiritual, sino del líquido indispensable para la vida. La crisis del abasto en Matanzas, agravada en el último mes, ha convertido al templo en un refugio inesperado para cientos de vecinos.

"Esta ha sido la salvación de mis hijos durante los tres años que llevamos viviendo en Pueblo Nuevo. El agua que pone el Acueducto no hay quien se la tome, ni siquiera hervida", confiesa a 14ymedio, mientras saca de la mochila varios pomos vacíos. "Pensé que no estarían prestando servicios hoy, pero la fe es lo último que se pierde".

Cada lunes, miércoles y viernes, si hay electricidad, la iglesia ofrece agua purificada a cualquiera que lo necesite, sin importar credo ni vecindario. "Aquí puede llevar agua todo el mundo, aunque no sea cristiano. El problema es que sin corriente no pueden darle la purificación necesaria y nos hemos visto muy perjudicados con esta situación", explica el joven, resignado a pasar a veces toda la mañana esperando en vano. 

Los equipos de purificación llegaron como donación de Living Waters for the World, una organización estadounidense sin fines de lucro.
Los equipos de purificación llegaron como donación de Living Waters for the World, una organización estadounidense sin fines de lucro. / 14ymedio

"Lo más complicado es no poder garantizar llenar los pomos el viernes, porque entonces pasamos todo el fin de semana tomando agua sin ninguna calidad. Hasta para esto la Empresa Eléctrica nos la pone difícil", reconoce.

Los equipos de purificación llegaron como donación de Living Waters for the World, una organización estadounidense sin fines de lucro que ya ha instalado sistemas en más de 70 puntos de Cuba, entre ellos el Seminario Evangélico de Teología y la Iglesia Presbiteriana de Versalles, en Matanzas. 

"Tienen puesta una manguera desde el mismo equipo hasta la ventana. Desde el exterior sólo hay que abrir la pluma", describe el vecino, agradecido. "En la calle un tanque pequeño de cinco litros con agua cuesta 1.000 pesos. Aquí uno da lo que puede como ofrenda, y eso es opcional. Lástima que en los últimos tiempos la falta de corriente nos está llevando tensos hasta para tomar agua limpia, de calidad".

Desde que hace dos meses este diario visitara el peculiar dispensador de agua, la situación no ha hecho más que agravarse con los apagones y se han disparado los enfermos de un raro padecimiento que se extiende por la provincia de Matanzas. Con fiebres altas, dolores articulares y mucho decaimiento, los enfermos sufren especialmente la falta de agua potable para mantener la higiene personal y doméstica.

La necesidad de contar con un suministro de agua de calidad ha multiplicado la demanda pero el esfuerzo que lleva acarrear hasta las casas es algo que muchas familias, compuestas solo por ancianos y con gente convaleciente de algún virus, no puede permitirse. Los más jóvenes son, la mayoría de las veces, los encargados de cargar los cubos y envases con los que se abastecen los hogares.

No sólo los residentes de la zona cercana acuden al templo. Pedro, que vive en Peñas Altas, desafía cada semana el transporte precario para llenar sus botellas. "En mi zona la situación con el abasto de agua es crítica. Cuando la ponen dos o tres veces a la semana, lo que sale por la tubería es fango", cuenta. "Hace poco estuve diez días sin tomar agua purificada de aquí por el problema de la corriente y terminé enfermo del estómago. Es mejor cargar pomos con agua que morirse de algún virus, una bacteria o un parásito en el agua".

No sólo los residentes de la zona cercana acuden al templo. Pedro, que vive en Peñas Altas, desafía cada semana el transporte precario para llenar sus botellas

La suerte, reconoce, no siempre lo acompaña. "Antes llamaba por teléfono y venía al seguro, pero creo que ahora en la casa pastoral no hay nadie para responder. Otras veces me he tenido que ir sin nada. Hoy tuve suerte". A sus 58 años, y pese a declararse ateo, Pedro agradece la labor de la Iglesia: "Le dan una gran ayuda al pueblo. Están sosteniendo con sus medios lo que el Gobierno no es capaz de hacer, y sin pedir nada a cambio. El agua que llevo no me resuelve toda la situación, pero alivia mucho".

La paradoja es amarga: la provincia se asienta sobre el manto freático urbano más importante de Cuba, un corredor subterráneo de más de 70 kilómetros que va desde los Arcos de Canasí hasta los manantiales de Bello. Ese curso de aguas, descrito por el historiador Ercilio Vento Canosa como el "río fantasma" en su libro Matanzas y sus secretos, atraviesa la ciudad y desemboca en el Pompón, donde se une al Yumurí. Sin embargo, para muchas familias, ese caudal invisible es apenas un recurso mítico frente a la sed diaria.

La escena frente a la iglesia transcurre sin alboroto ni colas, raras excepciones en la ciudad. "Me parece correcto que el límite sean cinco pomos. Hay gente muy abusadora que se aprovecha y luego revende el agua. Yo trato de ahorrar hasta donde la sed me lo permite", comenta otro usuario, mientras llena sus envases. Nadie controla la cantidad de litros extraídos ni el dinero depositado en la alcancía. El flujo es silencioso, discreto, hasta que de pronto un zumbido anuncia el fin de la jornada: se fue la corriente.

El sistema de purificación se apaga y Pedro, con la jaba al hombro, respira hondo. Ha conseguido lo suficiente para cuatro o cinco días. "Me salvé en tablitas", murmura, antes de perderse calle abajo.

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