Evangélicos de EE UU proveen agua en decenas de municipios en Cuba
Matanzas
En Matanzas, Living Waters se ha convertido en un salvavidas para cientos de vecinos
Matanzas/“Todos hablan y se escandalizan por los apagones, y es verdad, la electricidad es fundamental en la vida moderna, es lo primero... hasta que te falta el agua. Entonces te das cuenta de lo vulnerables que somos”. El testimonio de Lázara, vecina de la calle Ayuntamiento Final, en Matanzas, resume la crisis de abastecimiento que azota la ciudad, que ha pasado de ser simplemente difícil a crítica.
Barrios como La Marina no reciben agua potable desde noviembre de 2024, lo que ha obligado a sus habitantes a recurrir a alternativas como la compra de pipas, la recolección de agua de lluvia o incluso el uso de fuentes no potables, como el conocido Pompón, una salida natural de agua cerca del zoológico del parque Watkins, en la capital yumurina.
En medio de este panorama, que llevan meses sufriendo y es similar en otras partes del país, como el Oriente, se ha convertido en un salvavidas para cientos de vecinos la organización religiosa estadounidense Living Waters for the World. Con sede en Texas, la ONG instala y mantiene purificadores de agua en países del Tercer Mundo a través de una red de iglesias evangélicas, principalmente presbiterianas.
Presente en la Isla desde 2006, con la aquiescencia del Consejo Nacional de Iglesias, Living Waters for the World se estableció oficialmente en 2012, para, según indican en su web, “coordinar, capacitar equipos y garantizar la sostenibilidad” de los equipos. Actualmente, indican que tienen 62 en Cuba –uno de ellos “no operativo”–, aunque no indican dónde. Desde Matanzas, el Seminario Evangélico de Teología, el Centro Kairós –perteneciente a la Primera Iglesia Bautista– y la Iglesia Presbiteriana Central son sus puntos neurálgicos.
“Todo vale la pena cuando ves la aceptación y el agradecimiento de las personas que vienen desde lejos a llenar sus envases”, cuenta a 14ymedio Julio César, responsable del sistema purificador del Centro Kairós. El hombre no oculta, pese a los esfuerzos de Living Waters, las dificultades que presenta mantener los equipos.
“Es una rutina complicada, mucho más ahora, que la falta de electricidad golpea fuerte”, una circunstancia que, dice, “a veces no permite que el proceso sea completo”. Además, explica, el agua de la ciudad es rica en magnesio, por lo que los filtros de los purificadores “no duran más de seis meses”. La ONG, asegura, “trata de que no nos falten los filtros, pero incluso así nos hemos visto apretados, como se dice en buen cubano”.
Otro problema es que tienen que “racionalizar” la cantidad –es decir, controlar cuánta agua se reparte por persona– “porque dependemos del bombeo de la calle, aunque tengamos una cisterna grande y tanques grandes también”. Aun así, es la única alternativa que tienen muchos matanceros.
Así Lázara, que opta por subir tres veces a la semana la escalinata del Seminario Evangélico para buscar el agua que allí purifican. “Si no hay, sé que hay otras dos iglesias más en el centro que también brindan el servicio”. Frente a esta solución, lamenta, le consta que “hay vecinos que beben de la que sacan de la alcantarilla”.
En efecto, este diario ha sido testigo de las filas ante una alcantarilla donde alguien, en algún momento, comenzó a recoger agua de forma improvisada. Imposibilitados para comprar pipas –que en Matanzas rondan los 8.000 pesos– o sin condiciones para almacenar el agua, algunos otros recurren al Pompón, aunque solo sea para lavar, limpiar o descargar los baños.
La ciudad de Matanzas se asienta sobre el manto freático urbano más importante de Cuba, que se extiende desde los Arcos de Canasí –en la frontera con Mayabeque– hasta los manantiales de Bello. Esta red de aguas subterráneas, de más de 70 kilómetros, abastece a gran parte de la provincia y alimenta un manantial que cruza subterráneamente el centro histórico de la ciudad, desembocando en el mencionado Pompón, donde se une al río Yumurí.
Este curso subterráneo, denominado el “río fantasma” por Ercilio Vento Canosa en su libro Matanzas y sus secretos, es el que se ha convertido en uno de los últimos recursos para muchas familias que no tienen acceso a agua segura.