Mueren madre e hijo en un derrumbe en La Habana Vieja, en el 506 aniversario de fundada la ciudad

Derrumbe

El siniestro ocurrió en una vivienda ubicada en la calle Compostela, entre Sol y Muralla

Algunos vecinos del lugar relataron que el estruendo los despertó, y que las primeras personas en llegar intentaron remover los escombros antes del arribo de los bomberos.
Algunos vecinos del lugar relataron que el estruendo los despertó, y que las primeras personas en llegar intentaron remover los escombros antes del arribo de los bomberos. / Facebook
14ymedio

16 de noviembre 2025 - 13:04

La Habana/En la madrugada de este domingo, un nuevo derrumbe en La Habana Vieja volvió a sacudir a los vecinos del casco histórico de la capital. El colapso parcial de una vivienda ubicada en la calle Compostela 568, entre Sol y Muralla, dejó un saldo de dos personas fallecidas, madre e hijo, identificados como Sara Paula Díaz, de 64 años, y Carlos Fidel Sánchez Díaz, de 38. El suceso coincide trágicamente con la celebración del 506 aniversario de una ciudad que, en las últimas décadas, es más conocida por sus derrumbes que por sus columnas. 

El siniestro ocurrió alrededor de las 2:15 de la madrugada, cuando el segundo piso del inmueble cedió repentinamente. Algunos vecinos del lugar relataron que el estruendo los despertó, y que las primeras personas en llegar intentaron remover los escombros antes del arribo de los bomberos. Las brigadas de rescate y salvamento, junto a la Policía y el personal de Salud, trabajaron durante horas para localizar a las víctimas y asegurar la zona.

Según informaron periodistas oficiales como Lázaro Manuel Alonso y Alexander Ríos Cruz, la vivienda se encontraba en estado crítico desde hace años. En el edificio residían varias familias, entre ellas una mujer con cuatro hijos, una anciana sola y un padre con su hijo adulto. Todos vivían conscientes del riesgo, pero sin alternativa habitacional ni respuesta estatal.

Un reportero de Cubanet también constató el deterioro evidente de la edificación. Los vecinos coincidieron en que el colapso se produjo en la parte trasera del inmueble, donde las grietas y filtraciones eran visibles desde hacía tiempo. Las imágenes que circularon en redes sociales mostraron a rescatistas, policías y curiosos aglomerados frente al edificio, mientras los equipos de emergencia trabajaban entre los restos del segundo piso derrumbado. 

El propio Gobierno ha admitido que en la capital se desploman, de manera parcial o total, unas 1.000 viviendas al año

Este nuevo derrumbe se suma a una larga lista de tragedias similares que golpean con frecuencia a la capital cubana. El 28 de septiembre, también un domingo, el desplome parcial de un edificio situado en el número 466 de la calle Sol, se cobró la vida de un anciano. En el mes de julio, dos derrumbes consecutivos acabaron con las vidas de cuatro personas, incluyendo a dos jóvenes padres y su pequeña hija de siete años.

Las causas son conocidas: edificios con más de un siglo de antigüedad, sobrepoblados, expuestos durante décadas a la humedad, el salitre y la falta de mantenimiento. En La Habana Vieja, miles de inmuebles presentan peligro de derrumbe parcial o total, según reconocen incluso fuentes oficiales. El propio Gobierno ha admitido que en la capital se desploman, de manera parcial o total, unas 1.000 viviendas al año, muchas de ellas habitadas.

El deterioro habitacional no solo amenaza la vida de los residentes, sino que evidencia un profundo abandono institucional. Mientras las autoridades promueven proyectos turísticos y construyen nuevos hoteles, las viviendas de los habaneros se hunden literalmente. La restauración urbana avanza en las áreas más visibles al turismo, pero deja fuera los callejones y solares donde viven decenas de miles de personas.

La escasez de materiales de construcción, el burocratismo para acceder a subsidios y la ineficiencia de las empresas estatales agravan la crisis. Ante la falta de soluciones, muchas familias aceptan vivir en condiciones que las exponen al colapso de techos, paredes y vigas. Los albergues habilitados por el Estado suelen ofrecer hacinamiento, falta de privacidad y carencias básicas, lo que lleva a algunos a regresar a sus viviendas en ruinas, pese al peligro.

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