Once cubanos vinculados a las FAR están detenidos en Matanzas por 'mercenarismo'

Cuba

Fueron reclutados por un oficial del Ejército para combatir con Rusia en la guerra de Ucrania

A los mercenarios, según los presuntos contratos con el Kremlin, se les ofrecía la nacionalidad rusa y un pago inicial de 2.000 dólares. (Mario Vallejo/Facebook)
Mercenarios cubanos en el frente ucraniano. / Mario Vallejo/Facebook
Pablo Padilla Cruz

23 de julio 2025 - 05:47

Matanzas/El 12 de mayo de 2025, Eduardo fue liberado tras pasar un año y cuatro meses en el Combinado del Sur, una prisión de máxima seguridad en la provincia de Matanzas. Su delito: haber comprado un pasaje a Rusia para febrero de 2024 en la misma agencia y el mismo vuelo que un grupo de 11 personas actualmente procesadas en total secreto por el delito de mercenarismo

Todos los detenidos están investigados por su supuesta intención de participar como soldados al servicio del Ejército ruso en la guerra contra Ucrania. En Cuba, el mercenarismo es un delito grave, penado por el Código Penal con hasta 30 años de privación de libertad. Aunque el Gobierno ha negado oficialmente su participación en el conflicto ruso-ucraniano, también ha reconocido –de manera ambigua– la existencia de redes de reclutamiento para mandar combatientes cubanos al frente de guerra.

Eduardo negó conocer a los implicados, pero no lo creyeron y terminó con sus huesos en una celda con tres miembros del grupo que iba a viajar a Rusia. Entre los detenidos figura un ex miembro del Ministerio del Interior, oriundo de Bayamo pero residente en La Habana. Se llama Amaury, tiene formación como francotirador en la escuela militar y había trabajado como chofer en unidades de las FAR. 

Otro detenido, conocido como Tasé, es de Baracoa y formaba parte de un supuesto equipo de artes marciales mixtas

Otro detenido, conocido como Tasé, es de Baracoa y formaba parte de un supuesto equipo de artes marciales mixtas. Viajaba, según su versión, para participar en un “intercambio cultural” en Rusia, una coartada repetida en otros casos similares.

Todos los detenidos, excepto Eduardo, tenían algún vínculo con las Fuerzas Armadas o el aparato de seguridad del Estado cubano. Varios llevaban consigo títulos militares, habilidades de combate o entrenamiento especializado. Uno de ellos, detenido tras confesar que la guerra era “una posibilidad”, se convirtió en pieza clave del caso. Aunque la investigación no ha revelado contratos formales de empleo, los relatos apuntan a una red de reclutamiento informal que funcionaba bajo el mando de un oficial apodado “El Maestro”.

Identificado como un oficial de las FAR, El Maestro era conocido por liderar un equipo de artes marciales de carácter paramilitar. Al menos uno de los implicados era miembro de ese grupo. Según fuentes vinculadas al proceso, se le señala como el eje operativo de la red, gestionando vuelos, conexiones, trámites y contactos. Aunque no está encarcelado con los demás detenidos, su proceso se lleva en paralelo desde la prisión de Canaleta en Jovellanos, Matanzas –no confundir con la prisión homónima de Ciego de Ávila–. Esta separación ha alimentado la teoría de que su aislamiento responde a una estrategia de control: evitar filtraciones entre procesados o preservar jerarquías dentro del sistema carcelario.

“El Maestro lo tenía todo cuadrado con los rusos”, comenta uno de los implicados

Según uno de los detenidos en el Combinado del Sur, cuyos comentarios han llegado a 14ymedio a través de un familiar, existe la sospecha de que El Maestro fuera sacrificado como chivo expiatorio para calmar las aguas y desmentir cualquier participación del Estado cuando estalló el escándalo de los cubanos enviados a la guerra. También se maneja la hipótesis de que el reclutador actuara por su cuenta. “El Maestro lo tenía todo cuadrado con los rusos”, comenta uno de los implicados.

Algunos testimonios de los que sí llegaron a los campos de batalla demuestran los efectos que la guerra dejó en ellos. Francisco García, un cubano de 37 años, asegura que su “vida se acabó” al descubrir que el empleo prometido —reparar edificios a cambio de pasaporte ruso y 2.594 dólares mensuales— no era más que una mentira para convertirlo en mercenario. Tras ser testigo de la muerte de decenas de cubanos y soldados rusos, sometido a violencia psicológica para actuar como “robot en el campo de batalla”, desertó en octubre de 2024. García pagó casi 13.000 dólares a un traficante para huir a Grecia y ahora vive en las calles de Atenas, sin ayuda, lamentando el precio de haber sobrevivido a una guerra que “no tiene nada que ver con él”.

También está el caso de tres jóvenes matanceros que fueron arrestados meses atrás en la frontera ruso-finlandesa. Intentaban abandonar Rusia cuando fueron detenidos por la policía migratoria y llevados a un centro de reclusión donde se les presionó para firmar un contrato militar. La Embajada cubana, según denunciaron, nunca intervino. Solo gracias a la viralización de su historia –a través de un video enviado a sus familias y difundido en las redes sociales– lograron regresar a Cuba.

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