Pese a las epidemias y la crisis económica, los devotos de San Lázaro acuden a El Rincón
Cuba
Desde el santuario y vestido de morado, el jefe de la Embajada de EE UU, Mike Hammer, pide por la libertad de los cubanos
La Habana/Como cada año desde 2001, los residentes del barrio de La Jata, en Guanabacoa, se adelantaron para celebrar a San Lázaro en la víspera de su día. En la tarde de este martes, los vecinos se concentraron en las calles y caminaron, dando toques, hasta llegar a la casa del mítico Enriquito, un famoso babalao que fundó, en 1957, la Asociación Cubana Hijos de San Lázaro y encabezó esta tradición hasta que su salud se lo impidió a partir de 2016, poco antes de fallecer.
Unas horas después, al amanecer del miércoles, comenzaron a llegar al santuario de El Rincón personas de todas las edades. Algunos pobladores comentaron a 14ymedio que años antes la peregrinación era mucho más multitudinaria. A pesar de la falta de transporte, la gente pudo llegar en carros colectivos desde el Parque de la Fraternidad, hasta el Cupet de Santiago de las Vegas, desde donde arrancaba una procesión de cinco kilómetros con cientos de peregrinos. Algunos de los fieles avanzaban descalzos y otros tantos arrodillados.
Como siempre y pese a la profunda crisis que vive el país, el camino estaba lleno de vendedores de santos, flores y velas. Los precios de las velas varían según el tamaño, entre 100 y 200 pesos, mientras las flores no bajan de 500. Como cada año, la presencia policial era notable, y en cada esquina había por lo menos un agente. También se observaban a personas ingiriendo bebidas alcohólicas.
Ya en el santuario, la misa oficiada por el Arzobispo de La Habana, Juán de la Caridad García, se demoró considerablemente en comenzar. Cada cinco minutos llegaban personas arrastrándose, principalmente mujeres, en su mayoría madres descalzas y acompañadas de perros. Hasta que no concluyó la misa, no se permitió encender velas.
“Todo devoto de San Lázaro sabe que las promesas deben cumplirse”, decía Osmara a este diario, mientras, vestida de morado, mendigaba unas monedas a todo aquel que pasaba.
Después del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, El Rincón es el segundo centro de peregrinación más importante de Cuba. En su iglesia se rinde culto a San Lázaro, figura del catolicismo sincretizada con Babalú Ayé, orisha del panteón yoruba al que se le atribuye la curación de enfermedades, en particular las de la piel. Se trata de una devoción construida a lo largo del tiempo en la religiosidad popular cubana.
El templo fue fundado sobre un manantial de aguas consideradas curativas. Aún hoy, muchos fieles se mojan con esa agua o se llevan pequeños pomos bendecidos como parte de sus promesas. A pocos metros se encuentra el antiguo Real Hospital de San Lázaro, que comenzó como leprosorio y que aún hoy funciona como hospital especializado en dermatología.
La celebración de San Lázaro forma parte, sin lugar a dudas, del entramado cultural y espiritual cubano más profundo, donde conviven el catolicismo, la religiosidad afrocubana y las expresiones de fe popular. Por esto, no podía faltar el jefe de misión de la Embajada de Estados Unidos, Mike Hammer, que no pierde una oportunidad para acercarse a los cubanos de la calle y difundir videos en los que expresa su apoyo por la libertad: “En este día tan significativo no quise dejar de pedir por la libertad y por el respeto a los derechos fundamentales de todos los cubanos”.
Más allá de la Isla, entre la diáspora, la tradición también ha echado raíces. En la otra orilla del Golfo, en Hialeah, la numerosa comunidad cubana ha levantado su propio santuario inspirado en El Rincón. Cada diciembre, cientos de emigrados acuden allí para agradecer favores concedidos y cumplir promesas al santo, replicando una tradición que, incluso lejos de Cuba, sigue marcando la fé y la identidad cubana.
En Miami, Lourdes, de 66 años, envió con antelación velas y atuendos de color morado para que su familia, residente en San Miguel del Padrón, hiciera el peregrinaje a El Rincón. La migrante, que lleva tres años en Estados Unidos, donde llegó por la frontera, pidió a sus parientes que oraran por ella ante la imagen de San Lázaro. El ruego al santo era breve y directo: "que no me deporten y me acaben de dar la residencia".