Regresa la Mariposa: promesas, ruinas y nostalgia en el parque Lenin de La Habana
La Habana
Después de años de abandono, el centro recreativo intenta atraer visitantes con ranchones, caballos y refrescos
La Habana/Tras varios años sumido en el abandono, el parque Mariposa, una de las áreas más emblemáticas del parque Lenin en La Habana, parece querer volver a levantar vuelo. Aunque la reapertura oficial no ha sido anunciada, en el terreno ya se respira una mezcla de trabajo, improvisación y recuerdos lejanos.
“Lo que están haciendo por ahora es arreglando los ranchones y otras cosas así para inaugurar el parque de nuevo”, cuenta un trabajador del lugar, mientras señala un par de estructuras de madera recién pintadas. “Adentro están arreglando los aparatos para las vacaciones. Ya han adelantado bastante”, añade.
La imagen que ofrece hoy el parque Mariposa dista mucho del hervidero de risas infantiles y colas interminables de antaño. Aparatos cubiertos por matorrales, figuras infantiles corroídas por la intemperie y montañas rusas detenidas en el tiempo dibujan una escena que recuerda más a un pueblo fantasma que a un centro recreativo. A cada rato uno recuerda un aparato que montó en su infancia y se pone algo nostálgico.
A la entrada lateral –por donde es posible colarse sin gran esfuerzo debido a la ausencia de cercas–, te recibe una versión deslucida del Capitán Plin y de Elpidio Valdés. Detrás, la inmensa estrella metálica que antes giraba luminosa permanece ahora inmóvil, oxidada, sin asientos, un símbolo del deterioro.
Uno de los pocos elementos con vida en el parque es el modesto quiosco que ofrece confituras, cervezas y refrescos. “Atienden bastante bien”, reconoce un visitante habitual. Aún así, algunos empleados consultados se muestran escépticos sobre el supuesto arreglo de los juegos mecánicos. “Aquí no hay nada nuevo. Vaya a Expocuba si quiere ver algo, allá por lo menos están dando módulos para los niños”, soltó una dependienta entre resignada e incrédula.
En los alrededores del parque, otros espacios revelan el mismo patrón de abandono. Detrás de la zona conocida como “los jinetes con cabeza y sin cabeza”, un antiguo restaurante chino llamado El Dragón sobrevive sin ofrecer comida asiática, pero sí cerveza y algún que otro plato rápido. Más adelante, La Parrillada y otros ranchos que antes funcionaban como restaurantes y cafeterías, son ahora ruinas cubiertas de escombros.
El bosque de bambú, que solía ser un lugar mágico para esconderse o simplemente pasear, ha sido parcialmente chapeado, dejando tras de sí una estampa de troncos derribados y claros desnudos. El silencio se impone, apenas interrumpido por los pájaros o el zumbido constante de las chicharras.
En medio de este paisaje desolado, el intento por revivir el espacio se manifiesta en pequeños detalles. A las afueras del Mariposa se han instalado unos pocos aparaticos para niños y se rehabilitan ranchos donde las familias pueden sentarse a comer. “Cada fin de semana que pasa viene un poco más de gente”, asegura un trabajador optimista.
El negocio de los paseos a caballo, que también ha sufrido las consecuencias del declive turístico, intenta mantenerse a flote. “Nos va bien, pero tiene que ser legal. Tenemos contrato con la jefa del parque, porque la Policía exige papeles”, explica uno de los conductores.
Solo unos pocos caballos están disponibles y quienes los alquilan deben competir con los recuerdos de un turismo que alguna vez fue mucho más dinámico. “Ahora apenas hay turistas y cuesta encontrar a alguien por ahí”, lamenta uno de los jinetes.
Entre quienes ofrecen los paseos hay menores de edad, algunos tan jóvenes como de 10 o 12 años. “Somos poquitos porque somos los únicos legales”, aclara el cuidador de uno de los animales, mientras trata de convencer a una familia para que se anime a montar.
El intento por reactivar el parque Mariposa ocurre en paralelo al estado de semivida del resto del parque Lenin. Sus áreas verdes siguen atrayendo a familias que improvisan picnics, empinan papalotes o juegan fútbol entre las palmas. En el Palacio de los Pioneros, las rejas abiertas y la ausencia de custodios convierten el lugar en otro símbolo de abandono institucional.
La nueva directora del parque Mariposa ha garantizado ciertas mejoras, aseguran trabajadores del sitio. “Esto aquí lo han dejado decaer por culpa de varias jefaturas anteriores. Pero esta directora ha hecho bastante. Esto estaba tirado, con aguas estancadas que oxidaron los aparatos”, recuerda un empleado.
“Cuando esto estaba funcionando, estaba bueno”, dice un custodio con nostalgia. Mientras tanto, dos de sus colegas interrumpen la conversación para pedirle a un grupo de visitantes que abandonen la zona de los aparatos, con una firmeza tan moderada que sugiere que más que autoridad ejercen una rutina aprendida.