Los trabajadores cubanos lamentan haber votado a favor de la eliminación de los comedores

Sindicatos

La decisión fue aprobada en línea con la política raulista de suprimir subsidios, pero ahora, en medio de la crisis actual lleva de cabeza a los empleados

Un empleado exhibe los platos rotos y sucios en los que nadie quiere comer.
Un empleado exhibe los platos rotos y sucios en los que nadie quiere comer. / Trabajadores
14ymedio

28 de julio 2025 - 10:14

Madrid/Hace más de 15 años, el 85% de los trabajadores cubanos cumplió con lo que se esperaba de ellos: ratificar la propuesta que llegó desde arriba de eliminar los comedores obreros. La idea, enmarcada en el plan de Raúl Castro de eliminar subsidios, incluía una medida de compensación que entonces resultó muy convincente a los empleados: recibirían un “estipendio” de 15 pesos al día a cambio, con lo que su sueldo se podía hasta duplicar. 

"Para mí, mucho mejor si me dan la plata y yo me arreglo. Lo que me dan ahora no lo como; está malísimo y ya me traigo el almuerzo de casa", declaró entonces un obrero a la agencia Associated Press. Los mayores veían la medida con escepticismo, “pero será bueno para el país", dijo el hombre. Nada más lejos de la realidad. Durante la Tarea Ordenamiento, se obligó a que esos pagos no excedieran los 18 pesos, mientras el precio de las comidas no hacía más que encarecerse, y hoy por hoy la situación se ha deteriorado tanto que el Período Especial trae buenos recuerdos.

“Es un asunto que los sin­dicatos tienen que revivir. Duran­te los años más duros del Período Especial eso se logró, gracias a las iniciativas de cocineros, ayudantes y empresarios”, cuenta Roberto Betharte Mazorra, jefe del Departamento de Asuntos La­borales de la Central de Trabajado­res de Cuba –único sindicato legal en Cuba–, que responsabiliza de la situación precisamente a la organización de la que es dirigente. El diario Trabajadores dedica este lunes un reportaje que repasa el estado de los comedores obreros y su precario funcionamiento en los lugares que lo han mantenido.

“Es un asunto que los sin­dicatos tienen que revivir. Duran­te los años más duros del Período Especial eso se logró, gracias a las iniciativas de cocineros, ayudantes y empresarios”

Entre los casos relatados, uno de los más sobresalientes es el de el Taller Especial para Personas con Discapacidad de Holguín, que mantiene el servicio más en la teoría que en la práctica. Nelvis Pérez Rodríguez y Maylén Batista Almira –jefa y cocinera del centro– afirman que han perdido el carácter de sector protegido y revelan que desde febrero no les llega arroz ni chícharos, solo hay azúcar para hacer té, no tienen gas para cocinar y los aparatos eléctricos con que podrían –si el apagón lo permitiera– cocinar están muy deteriorados. 

En Matanzas, los contratos con las mipymes, los cuentapropistas y algunas empresas estatales de carnes y vegetales están permitiendo mantener abiertos 22 comedores y 43 puntos de distribución con los que se alimenta a los trabajadores del Ministerio de Energía y Minas. La prioridad de las “asignaciones”, cuenta el director de Economía y Planificación de la provincia, Gilberto Castel, es para círcu­los infantiles, hospitales, hogares de ancianos y maternos, y niños hospitalizados y centros internos de Educación. Los demás deben buscarse la vida “con produc­ciones endógenas, en los territorios, y así compensar el déficit de arroz, granos, aceite”, insta el funcionario. 

Es por eso que el director de la empresa que alimenta a los empleados del sector energético, Inti Tabares López, ha llegado a viajar personalmente a Camagüey para comprar arroz. “Necesito ocho sacos diarios y hace más de un año nada nos suministra la Empre­sa Mayorista de Productos Alimen­ticios, mientras que la de Servicios a Petroleros a la que pertenecemos nos facilita algún refresco, a veces cárnicos, granos, y somos conse­cuentes con la responsabilidad de garantizar de cuatro a cinco platos. Nuestros trabajadores merecen lo mejor”, lamenta al semanario oficial.

Trabajadores y líderes sindicales afirman que el mérito de que estos empleados –incluyendo a los que están recuperando la Base de Supertanqueros incendiada en 2022– sean de los pocos que comen bien en Cuba es del propio Tabares con su estrategia. “Los operarios comen muy bien aquí, se les ofrecen dos platos fuertes… el servicio es de mucha ca­lidad y solo se cobra 18 pesos, a pe­sar del alto costo del menú. El resto del valor lo asume la empresa”, explican.

Es por eso que el director de la empresa que alimenta a los empleados del sector energético, Inti Tabares López, ha llegado a viajar personalmente a Camagüey para comprar arroz

Lo mismo ocurre en la Empresa Cubana de Equipos Médicos, en La Haba­na, donde se generan las suficientes utilidades para cubrir el costo del comedor. “Por una comida que vale alrededor de 200 pesos, el traba­jador paga 18”, explican. Aunque no abundan casos como estos. 

En Antillana de Acero, la industria revivida con la colaboración rusa, el comedor funciona, pero las quejas abundan. La oferta, denuncia Trabajadores, es repetitiva: arroz y picadillo. Aunque más grave es lo que revela uno de los empleados entrevistados: nadie quiere usar los platos plásticos que reparten, rotos y sucios, y los obreros se llevan sus propias vasijas. 

Michel Cabrera Madrazo, secretario general del buró sindical en la empresa, afirma que la calidad de la comida es cuestionada en todas las asambleas, pero la directora de la industria que la elabora –ubicada en la propia fábrica y dando servicio a seis más– se defiende. “Nunca estamos por debajo de los tres platos, las meriendas se mantienen estables, aunque el refresco ha fluctuado un poco. A partir de las sugerencias de inte­grantes de los contingentes, quie­nes laboran en el mejoramiento es­tructural de la instalación, a ellos se les puso comida opcional, y el trabajador que lo desea lo paga de forma directa”, sostiene. 

La funcionaria revela, inesperadamente, un detalle que, pese al calamitoso estado del país, no deja de sorprender. Los insumos son caros y su esfuerzo está dirigido a que no se supere el presupuesto destinado por la empresa “que atraviesa una situación económica compleja, pues no produce”. Antillana de Acero, ubicada en La Habana, fue reabierta en 2023 gracias a una millonaria inversión rusa –111 millones de dólares iniciales– y su inauguración ocupó gran espacio en la prensa oficial, que destacaba su potencial para dar empleo a más de 500 personas y producir “entre 220.000 y 230.000 toneladas anuales de acero líquido”. Se advirtió entonces de que hasta 2024 la fábrica no estaría a pleno rendimiento, pero las declaraciones de Tania Caridad Rodríguez Tellería indican inactividad total.

Los insumos son caros y su esfuerzo está dirigido a que no se supere el presupuesto destinado por la empresa “que atraviesa una situación económica compleja, pues no produce”

“Cuando muchos se rindieron y quitaron el comedor, en Antillana se mantu­vo”, dice, pese a todo, una dirigente sindical del centro. Según cuenta Trabajadores, la mayoría de empresas que decidieron mantener los comedores obreros –pese a los costos elevados y las quejas– fueron las industrias y la rama del níquel, mientras que en otras se suprimieron para lamento de sus actuales empleados. 

“Era algo caliente que comía”, cuenta un trabajador que en su momento votó a favor de la supresión al medio. “Luego de la Tarea Ordenamien­to, en mi trabajo quitaron los pagos para la alimentación y nos tocó lle­var el almuerzo desde la casa. A ese gasto debo sumar el del transporte hasta mi centro, y esta cuenta no da”, lamenta otro. Norquides Guerra Montoya, un mecánico que votó en contra, se mantiene en su sitio aunque sea inútil.

“En la fábrica de cubos, de nuestro sector, reclamaron y lo vol­vieron a poner. ¿Por qué no sucede lo mismo aquí? Aprovecharíamos más el tiempo al no tener que salir a la calle a ver qué se encuentra, con lo caro que está todo. ¿Que si lo planteé en el sindicato? Claro, y nada se resuelve. Nada”.

Roberto Betharte Mazorra dice que nunca se pretendió eliminar los comedores “sino erradicar los subsidios, descargar al Estado de todas las gratuidades” y que las empresas crearan huertos, medidas de autoconsumo y otras opciones. “En el caso de los organismos globales, el Estado asumió un esti­pendio que, luego del ordenamien­to, apareció incluido dentro del sa­lario. No es menos cierto que, dadas las condiciones actuales y los pre­cios especulativos que prevalecen, esto tiende a ser un reclamo perma­nente…”, añade.

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