El "virus que anda" y hace estragos en Cuba no tiene nombre
Salud
El Gobierno habla de "brote controlado" mientras una doctora de Villa Clara explica que está "muy preocupada con esta situación del chikungunya"
La Habana/En las últimas semanas, los hospitales y consultorios de toda Cuba se han llenado de pacientes con fiebre alta, erupciones, dolores articulares y cansancio extremo. La falta de reactivos en los laboratorios y el alto número de pacientes que ni siquiera van al hospital hacen difícil saber si se trata de dengue, oropouche, chikungunya, zika u otro arbovirus, transmitidos por los mosquitos.
Juan Carlos, un habanero de 38 años, todavía se recupera de lo que llama "el virus", sin saber si se trata del temido chikungunya. “Esta semana estuve varias veces en la cafetería de un amigo. La gente llegaba media zombie, con los ojos rojos e hinchados. Varios negocios de la zona están cerrados porque los trabajadores se contagiaron también. En Regla es normal que una cuadra entera esté infestada”, cuenta a 14ymedio.
Su relato, lleno de detalles sobre las secuelas y retos cotidianos, revela los rigores de la convalecencia. “Primero me dieron dolores musculares leves. Esa noche tuve fiebre altísima y temblores. Al amanecer me vi todo el cuerpo lleno de rash (erupción cutánea). Para las once de la mañana ya no me podía mover de la cama. Se me hicieron llagas en la boca y se me despellejó la cara”, comenta. “Moverme me provocaba dolor. Por suerte tuve a mi novia, que me hizo sopa y me daba paracetamol. Pensé en la gente que no tiene a nadie, porque moverse de un salón a otro era una proeza”.
Los boletines oficiales sobre la situación sanitaria son vagos y muy generales
“Lo más triste”, añade, “es que nadie sabe a ciencia cierta qué tiene. Como no hay reactivos para los análisis en los hospitales, uno asume que tiene alguna de las variantes y le llama simplemente ‘el virus’. Es así como vivimos: diagnosticando a ojo”.
Los boletines oficiales sobre la situación sanitaria son vagos y muy generales. En las conferencias de prensa del Ministerio de Salud Pública se habla de repunte de estas dolencias pero faltan los números y las estadísticas actualizadas. Hasta el momento solo ha sido publicada una cifra: tres fallecidos por dengue en lo que va de año. Pero las redes sociales cuentan otra historia: nombres, fotos y despedidas de vecinos, médicos y familiares que han sucumbido a lo que la gente llama, con resignación y miedo, “el virus que anda”.
La doctora Perla María Trujillo Pedroza, especialista en Medicina General Integral en el Policlínico Manuel Piti Fajardo de Santo Domingo (Villa Clara) y con años de experiencia en hospitales provinciales, decidió romper el silencio en su muro de Facebook. “Yo estoy muy preocupada con esta situación del chikungunya”, escribió, “no sé si será porque lo estoy sufriendo en carne propia o porque esta alma esclava de investigadora me hace ver más allá de lo que podemos hoy palpar”. Su post, compartido cientos de veces, es un grito de alarma profesional en medio de una crisis sanitaria que el Gobierno prefiere llamar “brote controlado”.
“Si los primeros casos se remontan a julio de 2025, ¿cómo es posible que aún no exista una guía clínica para el manejo de esta enfermedad?”, se pregunta la especialista. “Despierten. Los médicos cubanos estamos improvisando sobre la marcha en el tratamiento del chikungunya, sobre todo en su fase subaguda”. En su propia guardia hospitalaria, cuenta, atendió a 47 pacientes con síntomas compatibles con el virus. “De ellos, 34 tenían más de 15 días de evolución y 28 estaban en la etapa subaguda. Eso es un 82%, muy por encima de lo que recoge la bibliografía”.
Sus cálculos –y la franqueza con que los comparte– contrastan con la opacidad y el triunfalismo institucional. Mientras tanto, en los barrios se multiplican los testimonios de personas postradas, incapaces de caminar por el dolor en las articulaciones o con la piel descamada tras varios días de fiebre. “¿Por qué no se habla de las implicaciones de evolucionar a la cronicidad?”, insiste Trujillo. “Esto provoca una poliartritis violenta, invalidante. ¿Qué será de la poca economía de este país cuando lluevan los certificados médicos o las licencias de trabajadores que deben cuidar a sus ancianos casi inválidos?”.
En el Cuerpo de Guardia del hospital Calixto García, en La Habana, el panorama es el mismo que describe la doctora Trujillo. Nieves, paciente oncológica, fue allí el viernes pasado buscando alivio para los dolores insoportables en las articulaciones. “No tenían nada para calmar el dolor y aquello estaba lleno de gente con síntomas similares a los míos, sobre todo muchos ancianos”, relata. “Después de una hora en la cola y de oír que a todos les mandaban ‘descanso y mucho líquido’, decidí regresar a casa”.
"Nadie te da una respuesta clara, ni siquiera saben si esto puede complicar el tratamiento. Solo te dicen que descanses"
Nieves teme no poder asistir esta semana a su sesión de quimioterapia. “Estoy muy débil. Nadie te da una respuesta clara, ni siquiera saben si esto puede complicar el tratamiento. Solo te dicen que descanses”. En varios hospitales de La Habana –según fuentes médicas consultadas por este diario– se repite la misma escena: salas llenas, médicos sin medicinas específicas, y reportes de casos con secuelas prolongadas.
“Yo llevo un mes con los síntomas y estoy usando mi cuerpo como conejillo de indias”, confesaba la doctora Trujillo. “No me puedo tirar a morir de los dolores, de mí dependen muchos. Si tengo resultados positivos, les digo”. En otra época, una voz así habría sido atacada desde el gremio médico oficial. Hoy, sus colegas le responden con emojis de ánimo y agradecimientos en los comentarios.
Datos parciales obtenidos por especialistas del propio sistema de salud indican que en La Habana y Santiago de Cuba la incidencia de arbovirus se ha duplicado desde julio. Solo en la capital, los hospitales Calixto García, Freyre de Andrade (Emergencias) y el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) concentran la mayoría de los ingresos, pero los análisis confirmatorios apenas se realizan.
El chikungunya, nombre que en la lengua africana makonde significa "doblarse por el dolor" (en referencia a los fuertes dolores articulares que causa la enfermedad), llegó a Cuba en 2014. Se transmite por el mismo mosquito del dengue y el zika, el Aedes aegypti, que prolifera en patios sin fumigar, tanques sin tapa y barrios inundados. Las lluvias del huracán Melissa y la falta de saneamiento podrían disparar aún más la presencia del insecto, sobre todo en el oriente de la Isla.
En los noticieros, se repiten los consejos de hervir el agua y usar mosquiteros, pero no se mencionan los hospitales saturados, ni las bajas laborales, ni los pacientes que llevan semanas sin poder caminar. Mientras tanto, en los pasillos del Calixto, en las calles de Regla o en los muros de Facebook, el país entero sigue tosiendo, temblando y preguntándose, sin respuesta: ¿cómo se llama realmente la enfermedad que nos tiene así?