APOYO
Para ayudar a 14ymedio

Aberraciones de la continuidad

Miniaturas

La obra de Camila R. Lobón cuenta todo lo que Fabelo hubiera querido dibujar, pero nunca se atrevió

Ilustración de Lobón para un poema de Katherine Bisquet publicado en la antología 'Cielo raso'. / camila.r.lobon
Xavier Carbonell

13 de septiembre 2025 - 07:43

Salamanca/Tras la caída del vuelo 972 de Cubana en 2018 y el paso de un tornado por La Habana en 2019, quedó claro para los supersticiosos que alguna voluntad superior –Dios, el azar, el espectro de Fidel Castro– estaba encabronada con Díaz-Canel. Sin embargo, este marxista de cartulina pronto tomó las riendas de su destino y no hay metida de pata, orden de combate o ministro retorcido del que no sea responsable. La palabra singao también significa tener la culpa de algo.

Cuando Díaz-Canel tomaba sus primeras decisiones, mi generación estaba en la universidad. El ambiente era tenso, internet comenzaba a abrirse paso, Fidel por fin se había muerto, se hablaba de una nueva Constitución. Al parecer, era nuestra época. Con el tiempo llegaron los SIN349, los 27N, los 11J, los códigos alfanuméricos de la libertad. Y luego el exilio.

En alguna parte leí que Camila R. Lobón estaba también en la universidad cuando Díaz-Canel firmó el Decreto 349. Dueña de una inusual conciencia política, cercana a Bruguera y al Instituto de Artivismo Hanna Arendt, en sus dibujos asomaba la cabeza el bestiario de la continuidad. De la frustración de aquellos años surgió la zoología del canelato porque, como afirma Lobón en uno de sus dibujos, el sueño de la revolución produce moscas.

Hace pocas semanas Rialta empezó a publicar un Bestiario Miserable, cristalización de esa poética que va del horror a la burla, y que tiene sus antecedentes en Epizootia, la columna que Lobón dibujaba para Hypermedia.

Lobón despliega una cultura libresca de la que normalmente carecen los artistas cubanos

De momento hay cinco animales, trazados sobre papel crema: 1) el tyrannus populi, un dodo que puede ser Díaz-Canel, Maduro o Bukele, artífice de grandes “cagástrofes”; 2) el uróboro cubano, claria que se muerde la cola y que es la deformación de nuestra alquimia nacional; 3) el intelectónico decadémico, que solo existe si lo mira un funcionario; 4) el patrioterco, sirena nacionalista; y 5) el unibuenista, unicornio con militancia que Silvio Rodríguez aprobaría.

A diferencia de Epizootia, en el Bestiario Miserable pequeños textos acompañan a la viñeta. En ellos Lobón despliega una cultura libresca de la que normalmente carecen los artistas cubanos. Cita a Borges, a Burton y a los exploradores griegos, hace a Maykel Osorbo declinar en latín y a Stalin sudar en ruso. Sintetiza el imaginario político de nuestra generación, reducible a “contorsiones circenses” y palabras vacías.

En sus dibujos anteriores, Lobón jugaba con la mitología: un escarabajo pelotero arrastraba incansablemente la piedra de Fifo; las patrullas emergían del sueño como ovejas; las fases de crecimiento de una mariposa eran resistencia, desacato y atentado; la idoneidad era un rasgo digno de payasos; y por los vericuetos políticos del país se paseaban cucarachas, clarias, ratas, carneros, seres cuadrúpedos y con los ojos embotados.

Los dibujos de Lobón tienen demasiada amargura como para ser considerados humor gráfico. Son un estallido clasificatorio

Ni siquiera eran animales, sino monstruos. Y ni siquiera monstruos, porque en las historias que Lobón lee y cita lo deforme tiene un ápice de humanidad, a diferencia de los Alpidios, los Abeles y los Fernandos. Los dibujos de Lobón tienen demasiada amargura como para ser considerados humor gráfico. Son un estallido clasificatorio. No se trata de que el poder nos defina como objetos de la ley, sino de cómo definimos nosotros las aberraciones de la continuidad.

El único mérito que le atribuyo a Díaz-Canel es lo bien que queda dibujado en una caricatura. Nadie como él para nutrir una sátira o una parodia. Los dibujantes se han dado banquete con los engendros que encabezan sus ministerios, su policía política, su noticiero nacional, su cuerpo diplomático. Artistas como Lobón, Alen Lauzán o Hamlet Lavastida, con estilos y narrativas disímiles, nos han contado todo lo que Roberto Fabelo hubiera querido dibujar, pero nunca se atrevió.

Nacida en Camagüey en 1995, Camila R. Lobón se graduó en el Instituto Superior de Arte en 2018. En su tesis de graduación, Fidel Castro fue representado como el mayoral de un zoológico cuyos animales acaban matándolo. Su último año en Cuba, junto a Katherine Bisquet, fue definido así por una tía: “Están fumando como dos putas presas”. Se exilió en Estados Unidos en 2023.

La continuidad. / Xavier Carbonell
No hay comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último