Leonardo Padura presenta en Madrid una novela que retrata el descalabro de Cuba
Literatura
El escritor describe un país donde coexisten la miseria de los jubilados y la opulencia de los nuevos ricos
Madrid/El escritor cubano vivo más leído dentro y fuera de la Isla, Leonardo Padura, presentó este martes en Madrid su novela más reciente. Morir en la arena (Tusquets Editores, 2025) ha sido descrita por el propio autor como “la más triste” que ha publicado hasta ahora, un retrato descarnado y casi fatalista de la realidad nacional. Unos 200 lectores se dieron cita en el Espacio Fundación Telefónica para escuchar al creador del célebre Mario Conde, comprar su libro y renovar esa fotografía imaginaria que muchos mantienen de Cuba.
Padura no es una monedita de oro. En el exilio se le reprocha a menudo su ambigüedad ideológica y sus silencios frente a la represión política. Dentro de la Isla, en cambio, se le percibe como un autor incómodo, demasiado independiente para las instituciones oficiales y demasiado famoso para el gusto de los comisarios culturales. No pertenece al coro de los “agradecidos”, esos que declaran deberle todo a la Revolución. Reconoce que su éxito se debe, en gran parte, a la suerte de haber conseguido un contrato fuera del país. Y él mismo denunció, durante la presentación, que sus últimos libros no han salido en Cuba porque, según las autoridades, “no hay papel”.
Con críticas o sin ellas, resulta imposible negar su reconocimiento internacional. Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, traducido a más de 30 idiomas y habitual en las listas de best sellers en España y América Latina, Padura es hoy un referente indiscutible. Este martes, apeló a una metáfora que bien podría definirlo: un personaje que se niega a ser cara o cruz, y que insiste en ser “el canto de la moneda”.
Morir en la arena arranca de un parricidio real ocurrido en una familia cercana al escritor. Aunque la historia transcurre en 2023, la narración recorre medio siglo de avatares nacionales, como la guerra en Angola, la caída del muro de Berlín, la crisis de los 90 y el descalabro actual.
Las páginas reflejan la enorme brecha social de hoy, desde la miseria de los jubilados a la opulencia de los nuevos ricos. Ya no es la música de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés la que acompaña el paisaje, sino el reparto, sonando como un oleaje piñeriano que lo inunda todo. Padura incluso se sabe de memoria la letra de una de esas canciones de moda, saturada de “palos” y “culos con autoría”.
El científico y escritor Eduardo López-Collazo, presente en el encuentro, le preguntó si creía que Cuba tenía solución. Padura evitó una respuesta frontal. Se definió como observador, no como político ni sociólogo. Pero en su mirada aflora un país en decadencia, con dos millones de emigrados en los últimos años y médicos incapaces de sobrevivir con su salario.
Otro asistente, español por su acento, mencionó sin rodeos la represión en la Isla. Padura habló del miedo, y aceptó que Cuba necesita transformaciones profundas en todos los ámbitos: económico, político y social. Reconoció, además, que sigue en pie “la industria del control” y calificó de “brutal” la represión judicial tras las protestas, cuando demasiados jóvenes recibieron condenas de ocho o diez años por romper un vidrio. “Si en Francia metieran presos a todos los que rompen un cristal en las manifestaciones, no quedaría nadie en la calle”, ironizó.
La escritora Berna González Harbour moderó la conversación y creyó ver al propio Padura en uno de los personajes de Morir en la arena. Él lo negó. Solo pretendía satirizar un género de su juventud, la “novela policial revolucionaria”, que –dijo– tenía “mucho de Revolución, poco de policial y nada de novela”. Aunque no adelantó la trama, sí confesó su interés en reivindicar a ese personaje.
“¿Qué mantiene a los cubanos cantando y escribiendo?”, preguntó otra voz del público. La respuesta más ingeniosa vino de la nicaragüense Gioconda Belli, quien recordó el chiste de un chofer pobre que, ante la misma pregunta de un diplomático, replicó: “además de vivir en la miseria, ¿también quiere que esté triste?”.
Al final, entre el público, una cubana lucía en su espalda un cartel alusivo a los presos políticos cubanos. Todos se fijaban en el letrero y tomaban fotografías del mensaje. Se acercó con su libro, recibió una gentil dedicatoria y una foto con el escritor. Para muchos, esta tarde fue la primera vez que escuchan a Padura hablar públicamente de la represión en la Isla, de condenas injustas y de la urgencia de cambios políticos. Tal vez, después de tanto nadar, no es obligatorio morir en la arena.