Apagón en la redacción
La Habana/Cuando falta la electricidad en un barrio, la vida se paraliza y la gente se sienta en las aceras ante el calor que invade las viviendas, sin la energía que mueve los ventiladores. En las escuelas, las clases se cancelan y en las oficinas estatales los empleados aprovechan para dormir una siesta o conversar. Los peores momentos los viven quienes se quedan atrapados en un ascensor o están en un quirófano que durante unos segundos es invadido por la penumbra hasta que arranque la planta eléctrica del hospital.
En una redacción periodística independiente, el apagón complica aún más la vida de los reporteros. Los pequeños backups eléctricos pitan anunciando el fin de sus reservas y una impresora se queda atascada en medio de la salida de una hoja. Todo se congela menos las noticias, la vida que allá afuera sigue produciendo hechos que habrá que narrar.
Sin embargo, acostumbrados a trabajar prácticamente sin acceso a internet, sin cobertura legal y sin acreditación que les permita cubrir eventos oficiales, los reporteros no oficialistas viven el apagón con sorprendente normalidad. Es una historia más que tendrán que reflejar, en un país donde las señales del deterioro económico están por todos lados.