Un nombre en la lista

Yojarne Arce desde su casa. (14ymedio)
Yojarne Arce en su casa. (14ymedio)
Yoani Sánchez

14 de enero 2015 - 06:25

Vivir en Caimanera es como habitar una isla dentro de la isla. A ambos lados de la carretera de entrada puede leerse que esta es la "primera trinchera antiimperialista de Cuba". La tierra es árida y tres puntos de control policial impiden que alguien no autorizado acceda al municipio.

En este pueblo colindante con la Base Naval de Guantánamo, un joven se ha despertado hoy en su propia cama después de meses en prisión. Yojarne Arce sueña con ser abogado, aunque en el último año le ha tocado vivir la ley desde su lado más arbitrario, el presidio político.

Este guantanamero de 35 años ha sido excarcelado a partir de los acuerdos entre los Gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Su nombre está en la lista de activistas que Raúl Castro ordenó sacar de las cárceles, en una jugada política tan esperada como decepcionante.

En el frío lenguaje de un acta judicial, se dice que Yojarne fue condenado por el delito de atentado, pero quienes conocían su activismo aseguran que la Seguridad del Estado llevaba tiempo "cazándole la pelea". Era cuestión de tiempo que lo atraparan.

A mediados del año pasado un video circuló con fuerza por las redes sociales y los teléfonos móviles. En las imágenes se ve a este hombre subido en una torre de telecomunicaciones donde despliega un cartel con la frase "Cuba viola los derechos humanos". Durante largos minutos agitó la tela y gritó consignas.

A los pies de la estructura metálica se aglomeraba la gente entre curiosa y solidaria. Aquel día la policía no pudo detenerlo, porque sus vecinos lo rodearon y acompañaron hasta la casa. "No se lo van a llevar", le gritaban algunos a las fuerzas del orden.

A este joven de la generación “i griega” lo detuvieron en plena calle, entre golpes y gritos, a pocos metros de la frontera que separa el territorio cubano de la base naval de Guantánamo

Pero la policía tiene el tiempo, todo el tiempo, para esperar a que un individuo incómodo esté solo e indefenso. Ese día llegó. A este joven de la generación "i griega" lo detuvieron en plena calle, entre golpes y gritos, a pocos metros de la frontera que separa el territorio cubano de la base naval norteamericana.

¿Y tú en qué lista estás?

Yojarne pasó días de interrogatorios y amenazas. Después lo llevaron a la Prisión Provincial de Guantánamo, una construcción estilo escuela al campo donde la mayor lección a aprender es la sobrevivencia. "Fui a parar a El Golfo, que es como le dicen los presos al destacamento donde yo estaba, porque es lo último, el final de todo". Pasó la mayoría del tiempo entre asesinos, criminales reincidentes y violadores.

"Desde el principio me comporté como un preso político porque ayudé a organizar varias protestas y a defender los derechos de los otros reclusos", cuenta Yojarne mientras su abuela le prepara un sorbito de café que se toma de un tirón, pensando en aquellos días en prisión sin apenas desayuno.

La vida de este activista de la Unión Patriótica de Cuba ha transcurrido de una lista en otra. Para visitarlo en Caimanera es necesario estar apuntado en una planilla que cada familia tiene en el puesto policial. "Los parientes anotan el nombre de quien viene a pasar unos días con ellos y entonces la persona es investigada a ver si puede entrar al municipio". Para alguien que cursaba el quinto año de la licenciatura en derecho cuando fue arrestado, estas restricciones siguen siendo intolerables.

Estaba en el patio de la cárcel con los presos comunes cuando lo llamaron. "Yojarne, recoge tus cosas que te vas", le dijo uno de los guardias. Al principio pensó que era una burla. Entre aquellas paredes había hecho huelgas de hambre y estado por lo menos tres veces en celda de castigo. La Prisión Provincial de Guantánamo fue su casa durante seis meses, un hogar cruel donde ganó algunas pequeñas batallas y salió bajo licencia extrapenal.

"Inicié una protesta a la que se unieron varios reclusos para exigir que se pusiera a la vista el reglamento penitenciario", cuenta en tono leguleyo. Se toma su tiempo entre una palabra y otra, como si estuviera volviendo a vivir aquellos días y después continúa, "lo hice para que los presos pudieran conocer sus derechos y supieran a qué podían tener acceso".

Yojarne está atrapado en un bastión de una Guerra Fría que el propio discurso oficial parece estar desechando

La primera visita tras la excarcelación fue a su pueblo cautivo. "Caimanera sigue igual, nada ha cambiado, la gente está harta", explica así sus primeras impresiones. La abuela lo esperaba en casa, corriendo de un lado a otro de alegría. Los vecinos llegaron también a abrazar a quien una vez fue el entrenador deportivo y fisioterapeuta improvisado del barrio.

"Perdí el curso escolar, porque en la universidad aprovecharon que estaba preso y me dieron la baja", explica con tristeza. Le faltaban apenas unos meses para obtener el título de abogado que ya tenía pensado colgar en una pared frente a la puerta. "Lo voy a intentar de nuevo", dice en voz alta aunque parece estar prometiéndoselo a sí mismo.

Suena el teléfono y es un activista de Santiago de Cuba que llama para informar que no lo dejan entrar a Caimanera porque no está en "la lista". Yojarne está atrapado en un bastión de una Guerra Fría que el propio discurso oficial parece estar desechando. Le han cambiado la cárcel provincial de Guantánamo por la extensa prisión que es Caimanera.

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