Una Cuba mejor es más posible que nunca

La clave está en la ampliación de la participación ciudadana en los procesos de socialización de la propiedad y democratización de la vida política

Amanecer en La Habana. (14ymedio)
Amanecer en La Habana. (14ymedio)
Pedro Campos

16 de enero 2015 - 09:30

La Habana/La reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU y el inicio de la normalización de los vínculos de todo tipo entre ambos países que implica la eliminación del bloqueo político que sostenía la gran potencia del norte sobre la pequeña Isla del Caribe abren un compás de espera y un nuevo espacio que, bien aprovechado por todas las fuerzas constructivas y democráticas cubanas, crean ‒como nunca antes‒ las condiciones para una Cuba mejor para todos los cubanos.

Algunos situados en los extremos consideran que este acercamiento puede alejar, en vez de acercar un mejor futuro para todos los ciudadanos. Unos porque creen que prolongaría y consolidaría la ¨dictadura castrista¨, otros porque el ¨imperialismo¨ se apropiaría de la economía y los corazones de los cubanos.

Apartando intereses estrechos y sectarios que se pueden estar escondiendo tras esas visiones, ninguna de ellas parece percatarse de todas las ventajas del acontecimiento para la gran mayoría del pueblo cubano, sus esperanzas democráticas, su creatividad, sus fuerzas productivas y especialmente para su soberanía como auténtico decisor y ejecutor de su futuro.

Hace algún tiempo ya se escribió que si encomendar las soluciones de los problemas del pueblo cubano a la ayuda y benevolencia del poderoso vecino del norte implicaba entregarle el país por un miserable plato de lentejas. Desconocer las ventajas de una relación constructiva y pacífica con el mismo, sería condenar la nación a la condición de ¨ciudadela sitiada¨ a merced de oportunismos nacionalistas de toda laya.

Mover el país por el sendero entre esas posiciones a partir de una mayor y creciente participación de los ciudadanos en las decisiones de todo tipo, en la política y en la economía, es la clave y a la vez, el gran reto de la izquierda democrática cubana.

La actualización que promueve el Gobierno de Raúl Castro concede al cooperativismo y al cuentapropismo un espacio secundario en la economía, dando prioridad a las empresas estatales y sin acabar de asimilar su propio aserto de que el Estado no debe administrar empresas, sin entender el significado del trabajo libre, asociado o no para el socialismo y olvidando los objetivos iniciales de esta revolución, que no es de ellos sino de todo el pueblo, sobre el restablecimiento de la democracia.

Si paralelamente al proceso de negociaciones con EE UU y a su participación en apoyo al desarrollo de la economía no se profundiza un proceso de socialización de la propiedad a través de la extensión del cuentapropismo, las pequeñas y medianas empresas de todo tipo, el cooperativismo y la participación de los trabajadores en la dirección, gestión y repartición de utilidades de las empresas estatales, junto a la democratización y diversificación de las instituciones de participación política a todos los niveles, Cuba corre el riesgo de pasar del capitalismo monopolista de Estado decadente, impuesto en nombre de un socialismo que nunca ha existido, a una forma de capitalismo de Estado, autoritariamente controlado por una elite político-militar en asociación al gran capital norteamericano.

Cuba corre el riesgo de pasar del capitalismo monopolista de Estado decadente a una forma de capitalismo de Estado, autoritariamente controlado por una elite político-militar en asociación al gran capital norteamericano

Hay que reconocerles a los presidentes de EE UU y Cuba el haber dado este paso que crea condiciones primarias para que un país mejor sea más posible que nunca. Pero que esta oportunidad abra el camino a la Cuba con todos y para el bien de todos que Martí soñó y por la cual lucharon varias generaciones de cubanos por casi dos siglos depende de los propios ciudadanos y su inteligencia.

El momento es de diálogo y concertación, de espera prudencial y de alianzas populares y democráticas en función de los intereses de las mayorías.

Si Raúl y su círculo más estrecho desean consolidar su posición y llevar la actualización a buen término, tendrán que eliminar todas las trabas que impone el pesado fardo de la vieja burocracia partidista neoestalinista que controla las organizaciones de masas, los procesos electorales, los poderes locales y las empresas estatales, y buscar la alianza con los trabajadores y las clases medias, abriéndoles todos los espacios posibles.

Hay que evitar que las empresas extranjeras terminen invirtiendo solo en cooperación con las empresas estatales, sin independencia real para contratar trabajadores, sin créditos ni posibilidades para desarrollar las pequeñas y medianas empresas, ya sean de capital privado o asociado.

En este sentido, tendrá que flexibilizarse la Ley de Inversiones y convertirse en una ley de empresas simplemente, para que los capitales cubanos de cualquier dimensión, existentes en el país o fuera, puedan desplegar sus iniciativas.

El Estado tiene que abrir las posibilidades del comercio externo e interno, pues actualmente su control sigue siendo la causa principal de los altos precios que impide el abaratamiento de los costos de los insumos y las mercancías de amplio consumo popular, especialmente los alimentos.

Otro aspecto a revisar de inmediato es la ley impositiva que sigue gravando los ingresos y no las ganancias, factor que limita la reproducción ampliada de las empresas nacientes, y eliminar toda la parafernalia de permisos absurdos para abrir negocios y cooperativas, sea en los servicios o la producción.

La nación andará con todos o nunca lo será. Ninguna de sus partes tiene derecho a secuestrar el futuro para intereses estrechos

Todas las fuerzas constructivas y pacíficas del país deberían, dentro y fuera del Gobierno, dentro y fuera de Cuba, echar a un lado rencores y venganzas y comprometerse en un diálogo nacional que posibilite el camino compartido del progreso nacional hacia una nueva constitución democrática en su contenido y en la forma de alcanzarla.

Se avecinan las próximas elecciones del Poder Popular. Esta es una buena oportunidad para que el Gobierno demuestre su vocación democrática, acabe de prohibir por ley toda represión del activismo político diferente, facilite la ampliación de la libertad de expresión y asociación y realice modificaciones en la ley electoral que posibilite otras formas más democráticas de proposición de candidatos, elecciones directas de los alcaldes municipales, los gobernadores provinciales y el presidente de la República.

La nación andará con todos o nunca lo será. Ninguna de sus partes tiene derecho a secuestrar el futuro para intereses estrechos.

Desde la defensa de las posiciones del Socialismo Participativo y Democrático, abogamos por la concertación, el diálogo, el encuentro, la reconciliación nacional y la prosperidad del pueblo cubano en un ambiente de paz y democracia.

Una Cuba mejor es más posible que nunca. Lograrla es responsabilidad de todos los cubanos de buena voluntad.

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