Estados Unidos, entre radicalismos emergentes y fortaleza institucional

Opinión

El socialismo populista emerge con fuerza en Nueva York, aunque es improbable que se extienda al resto del país

El alcalde electo de Nueva York, el demócrata Zohran Mamdani, llegando al Centro Islámico del Caribe el pasado viernes, en San Juan (Puerto Rico).
El alcalde electo de Nueva York, el demócrata Zohran Mamdani, llegando al Centro Islámico del Caribe el pasado viernes, en San Juan (Puerto Rico). / EFE/Thais Llorca
Federico Hernández Aguilar

11 de noviembre 2025 - 14:39

San Salvador/Mientras las opciones liberales ganan terreno en Hispanoamérica, como apuntábamos la semana pasada, el socialismo populista emerge con fuerza en Estados Unidos, ni más ni menos que en la ciudad de Nueva York. Zohran Mamdani, joven musulmán que ha ganado la alcaldía de la urbe que vio caer las Torres Gemelas hace 24 años, se ha convertido en el líder simbólico de una respuesta opositora a Donald Trump, justo en momentos que el Gobierno Federal acumula más de 40 días de cierre.

La victoria de Mamdani, imprevisible hasta hace unos meses, se suma a las que el Partido Demócrata se adjudicó en New Jersey y Virginia, donde dos mujeres obtuvieron sendos cargos de gobernadoras. En la mayor parte de los condados de Georgia perdieron los candidatos republicanos, incluso en sitios donde los demócratas no ganaban desde hacía décadas. En paralelo, la propuesta impulsada por otro gran adversario mediático de Trump, el gobernador Gavin Newson, redistribuyendo la configuración distrital de California, también fue apoyada por los votantes.

Estos resultados, a un año de los cruciales comicios de medio término, envían mensajes a ambos lados del espectro político norteamericano. Los republicanos, por su lado, deben digerir qué efectos ha tenido el desempeño de la Casa Blanca en estas elecciones, pero sin dejar de apostar a las posibilidades reales de Trump para recuperarse en las encuestas.

El Partido Republicano debe tomar debida nota de los grupos de ciudadanos que ahora le están dando la espalda

Ambas cosas, paradójicamente, pueden ser complementarias en el análisis. Quienes creemos que muchas decisiones erradas del presidente han repercutido en los votantes de Nueva York o California, también tenemos nuestras reservas sobre lo que podría ocurrir, en noviembre de 2026, en los electores de otros estados. El voto se comporta de manera muy diferente dependiendo del lugar en que se emite.

Pero el Partido Republicano debe tomar debida nota de los grupos de ciudadanos que ahora le están dando la espalda. No es lo mismo perder a minorías intelectuales progresistas que perder a minorías raciales o etarias. En este caso, la opinión de los hispanos, los afrodescendientes y los jóvenes tienen un valor que nadie debería ignorar, y eso incluye a los políticos que ahora tienen la mayoría en las dos cámaras del Capitolio.

Es cierto que la arriesgada estrategia opositora de obligar al cierre del Gobierno a través del veto al presupuesto federal ha tenido consecuencias tremendas, pero también es verdad que la narrativa de Trump de culpabilizar a sus adversarios de todo lo que ocurre no ha convencido a los votantes. Pareciera que, en la repartición final de responsabilidades, de momento los ciudadanos otorgan más credibilidad a la postura del bando demócrata.

La economía estadounidense, por otro lado, ha tenido un comportamiento complejo desde el comienzo del segundo mandato de Trump. Los sondeos demuestran que las expectativas creadas por el actual mandatario, cuando era candidato, sobre la inflación y el alto costo de la vida no se perciben todavía como promesas cumplidas. Los ciudadanos, además, tienen visiones muy contrapuestas sobre los efectos que han tenido en los precios las medidas del presidente, desde la persecución a los migrantes —con impacto directo en ciertos rubros con alta demanda de mano de obra— hasta sus ofensivas arancelarias. Ello no significa que las apuestas económicas del republicano hayan fracasado, pero sí que están lejos de haber beneficiado el bolsillo de todos. Por ahora.

Muchas de las propuestas fiscales que ha realizado no dependen en última instancia de su alcaldía

En la esquina demócrata la reflexión también tendría que incluir altas dosis de serenidad y cautela. El triunfo electoral de un epítome anti-Trump como Zohran Mamdani, en una ciudad con las características de New York, no debería percibirse como el ejemplo a replicar en el resto del país. El radicalismo socialista del joven alcalde puede elevar la polarización política, y sin duda lo hará, pero no forzosamente terminará seduciendo al gran electorado con miras al próximo año.

Mamdani solo se convertiría en una pesadilla para sus adversarios si las promesas que ha hecho a los neoyorquinos tuvieran asidero en la realidad. Lo cierto es que muchas de las propuestas fiscales que ha realizado no dependen en última instancia de su alcaldía, sino de la legislatura estatal de Nueva York, y en otros casos parece inverosímil que consiga el dinero suficiente para sostener la cantidad de servicios subsidiados que ha prometido. Ya se verá qué tan populista fue en su estrafalaria campaña, pero el ala menos extrema del Partido Demócrata debería hacer esfuerzos de reinvención si en verdad desea catapultar sus propias alternativas.

Personajes altamente ideologizados como Mamdani, claro está, desearían ser los rostros de la reacción demócrata al trumpismo; para contrarrestar estos fenómenos, sin embargo, y evitar un alargamiento de la espiral de divisionismo que se ha instaurado en EE UU, la sensatez debería recuperar el terreno que ha perdido en la política americana. La pregunta es qué tanto espacio tienen hoy la prudencia y el criterio de la defensa institucional al interior de las filas republicanas y demócratas.

Así como pintan las cosas, las victorias opositoras en Estados Unidos no demuestran que el relevo a Donald Trump esté dibujándose en el horizonte. Incluso vale la pena interrogarse sobre qué opciones habría tenido alguien como Zohran Mamdani si el inquilino de la Casa Blanca hubiera sido otra persona con otro estilo. Porque los radicalismos se alimentan entre sí, y desactivarlos, requiere elevadas concentraciones de razonabilidad. De esta capacidad de reflexión y autocrítica depende el futuro de ambos partidos, así como la sostenibilidad misma de la democracia estadounidense.

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