Miguel Díaz-Canel seguirá conservando su poder formal al menos hasta abril de 2031
Opinión
Lo dijo Raúl Castro: “Cuando él cumpla sus dos mandatos, si trabaja bien (…) él debe mantenerse" como primer secretario del PCC
La Habana/La eliminación del límite de edad como requisito para poder ser elegido como presidente de la República de Cuba ha desatado una avalancha de especulaciones sobre quién será la persona sobre la que recaerá esta designación que, como se sabe, no será una elección.
No hace falta citar textualmente el artículo 5 de la Constitución, cuya redacción íntegra fue obra personal de Fidel Castro, para reconocer que jerárquicamente el cargo de primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) está por encima del de presidente de la República. Estas dos majestades han sido ocupadas tradicionalmente por un solo individuo, con la excepción del tramo entre abril de 2018 y abril de 2021, en el que Raúl Castro permanecía al frente del partido mientras Miguel Díaz-Canel ocupaba el cargo de presidente.
Para refrendar lo que se afirma en el título de este comentario hay que recordar el discurso de Raúl Castro durante la toma de posesión de Díaz-Canel, el 18 de abril de 2018 cuando con total crudeza advirtió:
“Cuando él cumpla sus dos mandatos, si trabaja bien y así lo aprueba el Comité Central de nuestro Partido (…) él debe mantenerse. Lo mismo que estamos haciendo con él, él tiene que mantenerlo con su sustituto. Cesaron sus diez años de presidente del Consejo de Estado y de ministros, y los tres que le quedan hasta el congreso, se queda como Primer Secretario para viabilizar el tránsito seguro y ahorrándonos aprendizajes del sustituto hasta que se retire a atender los nietos”.
De manera que el sustituto que se designe para la presidencia en 2028 quedará bajo la supervisión, el tutelaje de Díaz-Canel hasta 2031
Lo único que ha cambiado es que el nombre del cargo ahora es presidente de la República, que Díaz-Canel mantendrá hasta abril de 2028. El noveno Congreso del Partido se realizará entre el 16 y el 19 de abril de 2026 y, si no ocurre un milagro o un maleficio, el actual primer secretario será reelegido por otros cinco años, o sea, hasta abril de 2031. De manera que el sustituto que se designe para la presidencia en 2028 quedará bajo la supervisión, el tutelaje de Díaz-Canel hasta 2031.
La propuesta de limitar a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años “el desempeño de los cargos políticos y estatales fundamentales” fue aprobada en el sexto Congreso del partido, en 2011, y ratificada en el séptimo, en 2016, pero no fue hasta que se aprobó la nueva Constitución, en 2019, que esta propuesta tuvo una validez legal. Con la peculiaridad de que el artículo 126 se limita a decir que el presidente de la República es elegido por un período de cinco años, y que solo puede ejercer su cargo hasta dos períodos consecutivos, luego de lo cual no puede desempeñarlo nuevamente. Ni una palabra en la Constitución sobre la permanencia en el cargo del primer secretario del Partido.
Lo curioso es que este detalle no está precisado en ningún documento programático del PCC, ni siquiera en sus estatutos, donde lo más lejos que se llega en este sentido aparece en el artículo 21, al establecer que la renovación de los cuadros en los cargos de dirección se hará “estableciendo límites de permanencia por tiempo y edades, según las funciones y complejidades de cada responsabilidad”.
En la época en que el comandante en jefe gobernaba el país a su antojo ni siquiera podía formularse la pregunta de ¿quién está detrás de Fidel Castro? porque no había nadie que no fuera él mismo. En los años de Raúl Castro, ganó importancia el generalato consolidado como poder tras el trono en la figura del conglomerado militar Gaesa. El estigma de “puesto a dedo” que debilita el liderazgo de Díaz-Canel da pie a preguntarse si será él desde el Partido quien quede detrás de su presumible sustituto, o si se mantendrá la sombra de los sables detrás, o por encima, de una ficción de gobierno civil.
De todas formas su valor de uso seguirá siendo que puede volver a proclamar que “la orden de combate está dada” aunque no la haya dado él. Claro, eso si no pasa algo que lo ponga todo patas arriba.