La pandemia da alas a los negocios privados de mensajería

El auge de las ventas de 'motorinas' aumenta las posibilidades de obtener un empleo en este sector

Dos trabajadoras de Mandao, el nuevo servicio de mensajería y comida a domicilio inspirado en Uber Eats y Glovo, en La Habana. (EFE/Ernesto Mastrascusa)
Dos trabajadoras de Mandao, el nuevo servicio de mensajería y comida a domicilio inspirado en Uber Eats y Glovo, en La Habana. (EFE/Ernesto Mastrascusa)
Marcelo Hernández

19 de mayo 2020 - 17:04

La Habana/Una solitaria moto recorre la calzada del Cerro en La Habana. Detrás del conductor, una caja de colores llamativos lleva las insignias de un servicio de entrega a domicilio, uno de los pocos negocios privados que parecen prosperar en una ciudad paralizada por el covid-19. Los sitios de clasificados están llenos de anuncios de "busco" o "me ofrezco" como mensajero y todo el que tenga transporte y voluntad es un buen candidato.

"Empecé a principios de mayo y ya me considero un mensajero con experiencia porque me ha pasado de todo", cuenta a este diario Ricky, un joven de 22 años que se quedó sin el empleo de camarero que tenía en un pequeño local de la calle Reina cuando se decretó el cierre de restaurantes y cafeterías. "Pensé que no iba a encontrar trabajo hasta que no pasara la pandemia, pero ahora gano más".

Ricky hizo un par de fotos a la moto eléctrica que su padre le ayudó a comprar hace un año. Subió un anuncio a los portales de clasificados más importantes de la Isla y se brindó como "serio, puntual, con posibilidad de traslado a cualquier municipio de la ciudad con excepción de La Habana del Este, amable y siempre con una sonrisa". Tres horas después de publicar el texto y las imágenes lo llamaron.

Ricky comenzó trabajando para un negocio que lleva pizzas y pastas a domicilio, pero poco después recibió una oferta más tentadora, una agencia que lleva encargos hechos desde el extranjero

Al principio, Ricky comenzó trabajando para un negocio que lleva pizzas y pastas a domicilio, pero poco después recibió una oferta más tentadora, una agencia que lleva encargos hechos desde el extranjero a restaurantes, dulcerías y otros locales. De ese tipo han florecido varios tras el comienzo de la cuarentena, al estilo de Mandao, que entrega a domicilio alimentos elaborados por particulares.

"Lo mismo traslado un cake que bebidas, flores o una cena por el Día de las Madres", explica Ricky. "Además del pago que recibo por cada entrega, la mayoría de los clientes me da alguna propina". Trabaja de lunes a lunes y desde las diez de la mañana hasta las 8 de la noche. "Una vez me paró la policía, pero le expliqué y me dejaron ir sin problema, porque llevaba mi nasobuco".

La ocupación de mensajero figura en la lista de un centenar de actividades por cuenta propia permitidas en la Isla. Hasta hace pocos años se entendía la mensajería solo como el traslado de las compras del mercado racionado a la vivienda del cliente y apenas se ofrecía la oportunidad de hacerlo con los productos de mercados agrícola o tiendas en moneda convertible. Pero eso ha cambiado.

El detonante para el florecimiento de esta ocupación no parece deberse solo a la pandemia, sino a la creciente venta desde hace unos años de motos eléctricas en la Isla, un transporte ligero, para el que no se necesita inscripción ni matrícula. Las 'motorinas' importadas se han convertido en uno de los productos más demandados en las tiendas en divisas inauguradas el pasado año por el Gobierno.

"Tengo una flota de 12 mensajeros", cuenta el gestor de uno de estos servicios que ha visto un nicho muy atractivo con los llamados al confinamiento que ha traído el coronavirus. "Nosotros atendemos lo mismo a una familia, que a un negocio privado que solo brinde traslado de mercancías", detalla. "Todos los que trabajan en este grupo tienen motos eléctricas, buena presencia física y seriedad".

"Su orden llegará en 45 minutos", dice una voz femenina a través de un mensaje de voz de WhatsApp a un cliente que acaba de encargar una torta de chocolate a una de estas mensajerías que, a su vez, tendrá que buscar previamente el dulce en un local privado de la calle San Rafael. Cuando el motorista llega a su destino llama. Sonrisas, propina y un correo agradeciendo la compra: "Esperamos que vuelva pronto a solicitar nuestro servicios. Muchas gracias".

La eficiencia de estos motoristas contrasta con los problemas que ha sufrido para la distribución el servicio estatal TuEnvío, con retrasos que incomodaron a los clientes y que en muchos casos superaron hasta las tres semanas. "El Estado tiene mucho que aprender de nosotros y nos gustaría colaborar en esa distribución pero no puede ser con las reglas de ellos", aclara el gestor de la flota de mensajeros.

Lo que llama "las reglas" son, sin duda, las condiciones salariales y laborales de los distribuidores estatales. "Hay muchachos que trabajan aquí conmigo que sacan en una semana lo que gana un médico en un mes, ninguno quiere irse a trabajar para el Estado para ganar menos y tener más control", explica a 14ymedio. "Lo que debería ser es que el Estado contrate nuestros servicios y acepte nuestros costos".

Pero los motoristas no solo trasladan productos de los negocios privados a las casas, sino que también sirven de enlace entre las familias distanciadas por la pandemia. "Me llamaron del municipio Playa para que transportara algunos productos de aseo y alimentos de una casa a sus parientes que viven en el Cerro", cuenta Karelia, una mensajera que hasta marzo pasado estudiaba inglés para cumplir su sueño de emigrar.

"Toda esta situación me sorprendió y gracias a que mi hermano tiene una moto nos anunciamos como mensajeros y ha funcionado muy bien, tenemos algunas familias que nos llaman varias veces a la semana". Cuando se le pregunta cuál ha sido la mercancía más inusual que ha tenido que mover, esboza una sonrisa. "Tuve que llevar un cachorro de cocker spaniel desde La Habana Vieja hasta Santiago de Las Vegas, fue difícil porque el perrito era muy inquieto".

¿Lo más común? "Comida, pañales para niños, discos duros con el paquete y medicinas", agrega Karelia. "Por esta moto ha pasado de todo, porque ahora la ciudad funciona así y espero que esto haya llegado para quedarse, porque entonces tengo trabajo por largo tiempo".

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