El 91 congreso del Pen Club Internacional
Cajón de Sastre
Una organización que se ha ganado un amplio prestigio internacional está en peligro de perder su identidad y transformarse en un cuerpo de activistas guiados más por las simpatías y antipatías que por la razón
Miami/Tuve el honor de participar en el 91 Congreso del Pen Club Internacional que se celebró en Cracovia, Polonia, al que concurrieron cientos de personas miembros de las decenas de clubes de todo el mundo, siendo uno de ellos el Pen Club Cubano Exiliado que preside el doctor Daniel Pedreira.
La delegación cubana estuvo integrada por tres personas, el doctor Pedreira, el ex prisionero político Kemel Jamiz –quien, aunque no es miembro del Pen, recibió con beneplácito nuestra invitación a que participara en el evento– y este servidor.
El Pen Internacional, fundado en Londres en 1921 por Catherine Amy Dawson Scott, es una organización que promueve la libertad de expresión y la amistad entre escritores. Su nombre es un acrónimo de Poetas, Ensayistas y Novelistas, y ha incorporado a sus eventos, acción que reproducen los Pen locales, el concepto de la Silla Vacía, que consiste en designar a un creador en prisión o perseguido como ocupante simbólico de un puesto importante en la reunión plenaria.
Antes que todo debo decir que el programa estuvo muy bien organizado, el Pen anfitrión, el de Polonia, hizo un excelente trabajo que todos debemos reconocer. Las jornadas fueron fuertes, pero no agotadoras y se discutieron muchos temas de actualidad sobre los que vale la pena reflexionar.
No pude evitar pensar cuántos de estos sucesos valiosos se han perdido los creadores cubanos por padecer un régimen totalitario de 66 años
Nunca había participado en un encuentro de escritores, poetas y periodistas de tal calibre y no pude evitar pensar cuántos de estos sucesos valiosos se han perdido los creadores cubanos por padecer un régimen totalitario de 66 años. Por su parte, los autores del exilio han tenido la oportunidad de estar presentes gracias a la gestión de Octavio R. Costa, Reinaldo Bragado Bretaña, Indamiro Restano y Armando de Armas, quienes bajo el liderazgo del inolvidable Ángel Cuadra, lograron que el Pen Internacional acogiera al Pen Cubano Exiliado, una condición bastante complicada de lograr.
La delegación del Pen Cubano tenía como objetivo la materialización de que la poetisa cubana encarcelada María Cristina Garrido Rodríguez, quien cumple una condena de siete años de cárcel por manifestarse pacíficamente el pasado 11 de julio de 2021 y exigir “libertad” para Cuba, fuera distinguida con la previa propuesta de que ocupara una silla vacía, distinción que alcanzó también otro latinoamericano, el periodista venezolano, también en prisión, Rory Branker.
Otro propósito de la delegación de cubanos exiliados fue que se dilucidara la participación en el Pen Internacional de un Pen Cubano radicado en la Isla, una membresía objetada por los desterrados desde los tiempos en que fungía como presidente del mismo el escritor Jose Antonio Albertini, quien siempre objeto la incorporación de un club habanero porque este nunca podría cumplir los preceptos fundacionales del Pen Internacional de defender la libertad de expresión e información y, menos aún, luchar a favor de aquellos a los que la dictadura castrista conculca sus derechos, además de no haber dado señales de actividad desde hace varios meses, por lo que fue puesto a “dormir”, condición que fue refutada por el doctor Pedreira por considerar que por todas las causas expuestas debería ser excluido de la organización.
Pero bien, no todo lo que brilla es oro y en mis cuatro días de sesiones continuas y reuniones de pasillo, pude apreciar, es una opinión personal, que una organización que se ha ganado un amplio prestigio internacional está en peligro de perder su identidad y transformarse en un cuerpo de activistas guiados más por las simpatías y antipatías que por la razón.
Por ejemplo, una propuesta de la directiva de reformar los estatutos por los que se rige la institución alude a ampliar el espectro de los miembros permitiendo el ingreso de personas que no sean precisamente novelistas, poetas y ensayistas, lo que abriría las compuertas a activistas políticos de todas las tendencias, condición que a mi juicio acabaría con la efectividad del Pen.
Además, en una reunión que sostuvieron varios directivos de los Pen latinoamericanos, bajo la dirección de la señora Alicia Quiñones, uno de los participantes expresó preocupación por los indocumentados que se encuentran en prisión en Estados Unidos y la posibilidad que algunos de ellos fueran autores, a lo que respondí que eso podía ser cierto, pero que en ningún momento se podía comparar lo que afirmaba con lo que sufrían los creadores en Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Cuba y otros muchos países.