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Éxodo y pasividad frenan el cambio

Registro policial a la sede de Cubalex. (14ymedio)
Eliécer Ávila

22 de octubre 2016 - 13:57

La Habana/Han surgido en los últimos años varios fenómenos asociados a la llegada de la era digital y del boom de la sociedad civil como forma de poder organizado. Pero no es así, ni en el mundo ni en Cuba. El deseo de las personas de emprender proyectos de forma independiente al poder del Estado, no es solo muy antiguo, sino que ha sido factor determinante en el desarrollo de cualquier sociedad.

En Cuba, antes de 1959 existían miles de iniciativas privadas que funcionaban de manera orgánica dentro del régimen republicano y estaban amparadas por leyes constitucionales que fueron fruto de lo más genuino y plural del pensamiento criollo.

Cientos de periódicos, bufetes de abogados, colegios de arquitectos, boletines, revistas, emisoras de radio, canales de televisión, cooperativas y sindicatos de todo tipo poblaban cada provincia y municipio del país.

No puede asumirse que hoy, cuando un grupo de abogados intenta crear una organización para asesorar legalmente a los ciudadanos o cuando varios periodistas desean fundar un periódico o cuando algunos ingenieros quieren constituirse como empresa, que todas esas iniciativas forman parte de un plan "orquestado" desde Estados Unidos para "subvertir" el sistema político cubano.

Un sistema político que impide el ejercicio de las libertades fundamentales y sanciona el emprendimiento no le sirve a nadie y subvertirlo no sería algo reprochable, sino la opción más lógica y justa que debiera aplicarse si se aspira a desarrollar el país.

Un sistema político que impide el ejercicio de las libertades fundamentales y sanciona el emprendimiento no le sirve a nadie y subvertirlo no sería algo reprochable, sino la opción más lógica

Negar la posibilidad a los profesionales de todas estas importantes esferas de que ejerzan sus funciones constituye una estafa multimillonaria a la sociedad que ha invertido sus escasos recursos en formarlos, precisamente bajo el presupuesto de que su trabajo es importante y se necesita.

Durante los últimos 57 años, a pesar del esfuerzo enorme que ha hecho el Gobierno del Partido Comunista para asfixiar cualquier iniciativa independiente tanto económica, como política o social, siempre han existido cubanos dispuestos a enfrentar los más severos obstáculos en defensa de sus proyectos. Pero los golpes continuados, el tiempo y, sobre todo, la falta de apoyo por parte de los principales beneficiados han provocado y siguen provocando el cansancio, la decepción y la huida de nuestros emprendedores.

Lo ocurrido con Cubalex explica cómo se ayuda a destruir en este país lo que con tanto sacrificio ha sido creado para el bien común. Este colectivo de abogados llevaba ya varios años brindando asesoría a cientos de personas que, en la mayoría de los casos, habían agotado las vías oficiales a su alcance, recibiendo por parte de disímiles instituciones maltratos, insensibilidad, pocos deseos de trabajar o intentos de extorsión para "resolver" sus problemas.

En Cubalex encontraban una ayuda gratuita para estructurar adecuadamente sus demandas y buscar opciones legales que les permitieran acceder a la justicia que ellos, con todo derecho, buscaban para sí o para sus familiares.

Evidentemente, los primeros beneficiados son esas personas, y, por extensión, cualquier ciudadano que mañana se encuentre en una situación similar y sienta que ha sido despojado de sus derechos.

¿Quiénes entonces deben defender estos proyectos?

En primer lugar, la comunidad donde se encuentra su sede. A veces la gente que vive en nuestros barrios no se da cuenta de lo afortunada que es. Como tener un parque cerca para pasear con nuestros hijos o una tienda para adquirir alimentos, debería ser un valor agregado contar con la sede de un medio de prensa en la esquina de la casa, un centro de asesoría legal, un canal de televisión, una academia o la sede de un partido político.

Cada uno de estos colectivos juega un papel importante en el ecosistema social y ofrece alternativas que ningún ciudadano por sí solo puede propiciar. Son miles los ejemplos de personas y familias que han podido resolver problemas de todo tipo gracias a las orientaciones recibidas o por la exposición ante la opinión pública de su situación, que a menudo se debe a la corrupción del sistema o a prácticas erradas de funcionarios.

El factor determinante en este proceso no es precisamente la represión, sino la actitud pasiva de los demás ciudadanos, de los vecinos, de la familia, de los amigos, del pueblo

Entonces hago la pregunta inversa. ¿A quién le conviene que estos proyectos desaparezcan?

Los únicos que sacan provecho de que se extingan las iniciativas sociales, jurídicas y políticas independientes son los violadores de todos los derechos fundamentales y hasta de las propias leyes que cómodamente ellos mismos han creado. Por eso reaccionan implacables ante cualquier intento de fiscalizar, evaluar o investigar con detalle el trabajo que realizan las instituciones del Estado, papel que da sentido a la existencia de la sociedad civil.

Con mucho dolor, he recibido en los últimos meses las noticias de valiosos hombres y mujeres que han decidido abandonar la Isla dejando atrás una obra de años en defensa de sus comunidades y de todo el país. Ya no está el periodista independiente que publicaba los problemas del barrio, ni el pastor que defendía a los más débiles y les daba aliento, ni el joven que soñaba con ser diputado para impulsar leyes justas y derogar las arbitrarias, ni la familia que cocinaba para los viejitos que lo necesitaban gracias a un fondo noruego de cooperación, ni el escritor que reflejó su tiempo, ni el artista contestatario, ni el abogado que nos hacía sentir fuertes en nuestra razón.

Cuba se está despoblando de actores determinantes para su propia reconstrucción, haciéndola cada vez más distante y difícil. El factor determinante en este proceso no es precisamente la represión, sino la actitud pasiva de los demás ciudadanos, de los vecinos, de la familia, de los amigos, del pueblo.

No faltan los cubanos dispuestos a sacrificarse por su país, como tampoco faltaron en los años cincuenta. Los revolucionarios de entonces se apoyaron en una sociedad con valores y principios sólidos, una sociedad diversa y pujante que les sirvió de acicate. Sin embargo, esos mismos revolucionarios, al llegar al poder, se dieron a la tarea de crear otra sociedad, una que no fuera capaz de derrotarlos bajo ninguna circunstancia. Para lograrlo, se empeñaron a fabricar un hombre nuevo, ese que hoy se cruza de brazos mientras son exterminadas una a una sus escasas alternativas.

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