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No es para reírse

Reinaldo Escobar

28 de octubre 2009 - 22:40

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En noviembre de 1979 (¡han pasado treinta años!), publiqué en la revista "Cuba Internacional" un reportaje, desplegado a dos páginas, bajo el título “Los que se rieron del bloqueo”. Por un asunto de higiene mental trabajé durante unos catorce años, pero recuerdo que el tema central era el trabajo de los innovadores y racionalizadores, los que con su ingenio lograban saltar las dificultades generadas por las restricciones comerciales impuestas a Cuba por los Estados Unidos. Aclaro que no estoy de acuerdo con el bloqueo.

Era la época en la que se apostaba a que “a pesar del bloqueo” lograríamos todos nuestros propósitos. La esencia de esta tendencia radicaba en el deseo de mostrar que cuando se tomó la decisión de nacionalizar las propiedades de los estadounidenses –razón primera de la vengativa actitud norteamericana- se había hecho un buen cálculo de las consecuencias y que la sabiduría y visión política del Máximo Líder eran tales, que teníamos todas las condiciones para sortear los obstáculos que se derivaran de aquella medida, cuya justicia era indiscutible. Recuerdo que no estoy de acuerdo con el bloqueo.

No cuento con los datos que me permitan sustentar la siguiente afirmación, pero estoy seguro que de todo aquello que se nacionalizó debe quedar muy poco funcionando, con la excepción de las hectáreas de tierra de la United Fruit Company que hoy no estén inundadas de marabú. Como se sabe, la mayoría de las fábricas de azúcar fueron renovadas con maquinarias soviéticas entre los años setenta y ochenta y luego cerca de la mitad de los centrales se desmantelaron. Algo similar pasó con las embotelladoras de refrescos, las minas de níquel, las fábricas y comercios que pasaron a manos del estado en los primeros años del proceso revolucionario. Lo que no desapareció porque era imposible mantenerlo, se convirtió en otra cosa en virtud de la transformación. Reafirmo que no estoy de acuerdo con el bloqueo.

Tengo la impresión que en el cálculo político que se hizo en aquellos tiempos se fue demasiado benévolo al medir la duración que podía tener el rencor imperialista, o tal vez se fue excesivamente optimista sobre nuestras posibilidades de ripostar los golpes que inevitablemente sobrevendrían. ¿Quién podía imaginar que se desmoronaría el campo socialista? ¿Ya saben que no estoy de acuerdo con el bloqueo?

En las Naciones Unidas se vota ahora de forma abrumadora una resolución que condena el bloqueo. Los argumentos fundamentales son que por culpa de esa cruel política no podemos desarrollarnos como quisiéramos ni podemos solucionar muchos problemas urgentes en el campo de la salud, la educación y la ciencia. ¡Haberlo sabido! Si hubiéramos podido prever que las consecuencias de aquellas nacionalizaciones de lo que ya no existe llegarían a ser tan graves y perdurables, tal vez no hubiéramos sido tan radicales. Que nadie dude que no estoy de acuerdo con el bloqueo.

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