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La trampa semántica está en la pregunta

Parece poco probable es que el Gobierno acepte que una campaña por el No disfrute de una merecida igualdad de condiciones. (EFE)
Reinaldo Escobar

25 de diciembre 2018 - 14:23

La Habana/Con el beneplácito del dócil parlamento cubano la pregunta que aparecerá en la boleta del referendo el próximo 24 de febrero será la siguiente: ¿Ratifica usted la nueva Constitución de la República?

Desde el punto de vista estrictamente legal la elección del verbo "ratificar" es correcta pues en el Artículo 162 de la Ley Electoral vigente se determina que en los referendos "los ciudadanos con derecho electoral, expresan si ratifican o no los proyectos de leyes de Reforma Constitucional…"

Se fundamenta también en que ratificar aparece como equivalente de aprobar en cualquier diccionario de sinónimos. Sin embargo, más allá de las definiciones que da la Academia, las palabras están marcadas por el uso que de ellas se hace.

Ratificamos una promesa o un compromiso que hicimos con anterioridad. Se ratifica una sentencia que ha sido apelada, un tratado comercial o de otra naturaleza que ya existía; de manera que cuando los electores se enfrenten a esta pregunta en la intimidad del cubículo donde ejercerán el sufragio, tendrán una menoscabada valoración de la importancia de su voto.

La Constitución de la República ya fue aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular y los electores "solo" deben ahora respaldar dicha aprobación.

Hasta el momento ninguna autoridad, como tampoco ningún artículo legal, ha dejado claro cuál es el porciento de aceptación o de ratificación que debe obtener una propuesta sometida a referendo para que sus resultados sean vinculantes. Pudiera creerse que basta con la mitad más uno, pero pudiera reclamarse que sean las dos terceras partes de los votos las que decidan que lo consultado ha sido aceptado.

Nadie ha explicado qué va a ocurrir si la mayoría de los electores deciden marcar una civilizada y pacífica X sobre la cuadrícula del No

Nadie ha explicado qué va a ocurrir si la mayoría de los electores deciden marcar una civilizada y pacífica X sobre la cuadrícula del No. ¿Habrá que convocar a una Asamblea Constituyente para que redacte un nuevo texto? ¿Mantendrá su vigencia la ya obsoleta Carta Magna de 1976?

Obviamente los promotores de esta nueva Constitución no se quieren dar por enterados de que exista la más remota posibilidad de perder el referendo. La única señal de que no se sienten seguros es que ya ha comenzado la campaña por el Sí.

El próximo paso, que probablemente se dé luego de que el texto definitivo haya sido publicado, será la colocación en la vía pública de vallas publicitarias -ya han aparecido algunas- y la presencia de mensajes en los medios convocando al voto afirmativo. Se ha filtrado que serán textos mayoritariamente neutros, donde se convoque a un Sí por Cuba, Sí por el futuro o por la sonrisa de los niños. Nada de Sí por el comunismo ni algo parecido.

Lo que parece poco probable es que el Gobierno acepte que una campaña por el No disfrute de una merecida igualdad de condiciones.

Se dice que a la oportunidad la pintan calva por aquello de que cuando pasa cerca no puede uno permitir que se aleje creyendo que puede atraparla por los pelos. La oportunidad que tendremos los cubanos el próximo 24 de febrero de hacerle saber a los que detentan el poder que no estamos dispuestos a seguirlos apoyando o soportando es única e irrepetible.

Esta oportunidad no solo es calva, es lampiña y va desnuda.

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